Los “shitheads”, sobrenombre que no necesita traducción y por el que se conoce a los fans irredentos de Todd Snider, estamos de enhorabuena. Por fin, tras diecisiete años, este disco está con nosotros. Crank It, We’re Doomed fue grabado en 2007 y desechado, incomprensiblemente, por Snider aduciendo motivos estrictamente musicales. Algo raro, porque las canciones no serían, cuando el músico ha ido recuperando muchas de ellas en trabajos posteriores, algunas regrabadas pero otras exactamente como se grabaron para el disco. Parece ser que el concepto global del álbum no le encajaba. Pues quien lo entienda, que lo compre. Porque este trabajo puede estar perfectamente entre los tres mejores de su carrera.
Explicada la historia —incongruente— del álbum, vamos a sus canciones, que es donde está la miga. «From a Dying Rose» es un temazo semi blues que da arranque al disco y que pone la alfombra roja a ese blues más rotundo que es «Juice». Aunque no se equivoquen: este no es solo un disco de blues, por mucho que este sea el género que más abunda. Aunque vuelva a aparecer en su versión más garagera y rocanrolera en «Handleman’s Revenge», que suena tanto a Dylan como a Chuck Prophet. También hay folk en la acústica «Doll Face», con Will Kimbrough bordando la pedal-steel. «Mercer’s Foky», como su título indica, es un folk más tradicional que parece salido del Unsung de Slaid Cleaves, igual que la versión del «West Nashville Grand Ballroom Gown» de Jimmy Buffet.
Fíjense si es bueno que no hace falta recordar que colaboran en él Loretta Lynn y Kris Kristofferson. Aunque ahí están. Y digo yo, aunque se grabara en 2007: ¿se puede votar como disco del año 2023?
EDUARDO IZQUIERDO