Un poco porque nunca le gustó hacer concesiones y otro porque así salieron las cosas, Victor Aparicio ha llevado siempre una carrera ciertamente singular, casi siempre alejada de los focos y de la atención mediática, pero atractiva para un buen puñado de selectos seguidores que disfrutan de su peculiar combinación de sonidos que oscilan entre el rock and roll y los diferentes palos del folklore latinoamericano. No demasiado prolífico, ahora acaba de publicar “Las comarcales”, su flamante nuevo disco, “porque ya tocaba. En este disco ha sido muy importante Ricardo Moreno, porque Ricardo y yo hemos trabajado mucho los ritmos, algo que para mí es fundamental. Para tocar a dos, para alguien como yo, que soy un guitarrista digamos que limitado, es un coñazo una actuación que sea todo el rato el ritmo de rock de cuatro por cuatro de toda la vida. Nosotros llevamos los ritmos muy currados y creo que eso hace que los conciertos sean más dinámicos y más divertidos, por lo menos para nosotros mismos”.
Da la sensación de que en el nuevo álbum hay una conexión con los tiempos de los Coyotes, al menos en algunas de las canciones.
Sí, quisimos hacer una especie de “De pueblo y de río” –su magnífico disco de 2014- pero yendo un paso más allá en instrumentación, lo que, curiosamente, nos ha llevado un poco a lo que éramos los Coyotes del principio. Es un disco no tan acústico como “De pueblo y de río”, que es un disco en el que a veces no hay batería, o no hay bajo, un disco al que yo calificaba como de «crooner de pueblo», pero un poco más allá. Hacer algo en la onda de unos Modern Lovers de Jonathan Richman… ese tipo de formato.
¿Cómo han influido los conciertos en la gestación del disco?
Yo creo que mucho. Ahora, con Ricardo disfruto mucho del directo porque tenemos los ritmos muy pillados. Y un ritmo es de jorofo, el otro es de no sé qué otra cosa, el otro de tal otra… no son ritmos de blues o de pop típicos, más fáciles de asimilar. Últimamente hemos tocado mucho, en bares, en sitios pequeños, por todos lados. Yo ahora no tengo manager ni nada, pero bueno, si vas con ojo te puedes arreglar. Y así, mientras íbamos tocando han ido surgiendo las canciones nuevas.
Lo de tocar en esas condiciones más bien precarias, ¿es frustrante o gratificante?
Frustrante no es, porque si no estaría con una depresión de caballo y afortunadamente no es el caso. Ahora mismo, como hemos tocado mucho, ya hay muchos sitios en los que vas sobre seguro… es un poco como los grupos de pub en la Inglaterra de los setenta; vas en unas condiciones dignas pero tienes que andar fino para no palmar, que eso sí que sería frustrante. Pero bueno, estoy cómodo; estoy bien de salud, conduzco, al día siguiente puedo volver tranquilamente…
Escuchando los discos y viéndolos –una maravilla, el diseño de “Las Comarcales”-, se ve que es algo en lo que pones mucha dedicación.
Claro, no es un pasatiempo, es un disco muy currado. Yo no soy un investigador de la música, pero me gustan muchos tipos de música y al final pues conoces, sabes cómo hacerlo. A mí me gusta que si haces una cumbia, que haya en medio otra cosa; que no sea un mero ejercicio de estilo, sino algo rico y vivo, que, al final, es muy personal. Yo pillo lo que me llega de escuchar la música que me gusta, pero no para copiarlo, sino para incorporarlo, un poco a mi manera. Yo soy muy limitado, no podría hacer eso de una forma académica, y al final creo que eso es bueno.
¿Te consideras más músico o más ilustrador?
Por condiciones más o menos innatas, creo que soy diseñador, ilustrador, dibujante o pintor más que músico. Pero también creo en el curro, en echarle horas y, de esa forma, he sacado partido a lo que tengo de músico. Ahora mismo me considero músico e ilustrador o diseñador más o menos al mismo nivel, aunque sigo pensando que tengo más aptitudes para lo segundo que para lo primero.
¿De qué disfrutas más?
Hombre, tocar es muy gratificante. Yo tengo un amigo dibujante que me dice siempre «yo quiero ser como tú, que cuando haga mi trabajo al final me aplaudan»… Bueno, él es muy coqueto y muy así, pero sí, la verdad es que eso es gratificante. Y no solo porque te aplaudan, que también, sino también por la magia que se produce cuando estás tocando encima de un escenario. También es verdad que cuando llevo tres o cuatro días tocando por ahí, acabando medio borracho y tal, echo de menos estar tranquilamente en mi mesa de dibujo trabajando.
Fats Domino, que es un personaje fascinante, seguía tocando hasta que se murió, pero decidió que no quería salir de gira. Seguía tocando, pero siempre en Nueva Orleans, porque decía que, después de tocar lo que quería era ir a cenar con sus nietos. Me pareció muy bueno eso de mezclar la bohemia con los nietos. Supongo que a esas alturas le daban más sorpresas sus nietos que los borrachos de los bares.
Desde los Coyotes siempre has hecho algo diferente a casi todo, ¿Es algo que has buscado o surge de forma natural?
Es que ser artista no significa cantar muy bien. Para mí ser artista es algo más que eso. Yo que, en apoyo a lo latino y todo eso, he sido un poco anti Beatle en muchas épocas, reconozco que los Beatles cantaban muy bien y hacían todo muy bien, pero es que, además, hacían unas colgaduras en el estudio que no hacía nadie; eran unos tíos verdaderamente creativos, y eso es lo bueno. Aunque la verdad es que también me parece bien no ser tan creativo. Me parece muy bien lo que hacen Crazy Cavan, porque ellos saben muy bien lo que están haciendo; no van de romper moldes y cambiar el rumbo de la música. Lo que no me cuadra es la gente que hace siempre lo mismo y que se tira el rollo vendiendo que su nuevo disco no tiene nada que ver con lo anterior…
Texto: Pablo Carrero