Encuentros

Los Marañones. Hacer buenos discos no es noticia.

Los Maran¦âones_InmaAlcazar_02Podemos echarle al culpa a la velocidad a la que circula el mundo de la música; a la poca atención que despiertan en los medios especializados los grupos que se empeñan en seguir sacando discos después de que su (pequeño) momento haya pasado, aunque sigan haciendo grandes canciones; o a la insaciable necesidad de sangre fresca y novedades, cada día más fugaces, que caracteriza incluso al raquítico mundillo del rock nacional. El caso es que cada vez es más difícil que bandas como Los Marañones reciban la atención que merecen. Su nuevo disco, Historias sin principio ni final (Perdición), está entre lo mejor que han grabado, repleto de observaciones cotidianas y costumbristas envueltas en un sonido cada vez más sobrio y estilizado. En la entrevista dejan claras sus raíces musicales, pero entre la muy reconocible voz de Miguel Bañón y unas letras de engañosa sencillez, resultan tan inconfundibles como, por poner un ejemplo cercano de rock (muy bien) escrito en castellano, los últimos discos de Josele Santiago, amigo y admirador desde los tiempos de Los Enemigos. El propio Bañón y Román García (bajista y letrista) se encargan de saciar nuestra curiosidad.

 

Leí en alguna entrevista previa que las canciones del nuevo disco, o buena parte de ellas, estaban escritas desde hace tiempo, que se quedaron fuera de discos anteriores. Si fue así, ¿porqué recuperarlas ahora?

Miguel: Teníamos un montón de canciones que nos gustaban mucho pero estaban sin acabar del todo, con lo que nos pusimos manos a la obra para darles un último giro de tuerca y grabarlas.

Román: Nunca hemos pensado que las canciones tengan fecha de caducidad, así que cualquier momento es bueno para recuperarlas. Siempre se quedan algunas fuera cuando preparamos un nuevo disco, sencillamente porque no caben todas. De hecho, en esta ocasión también se nos han quedado algunas fuera que ya encontrarán su momento.

Ricardo Perpén dejó el grupo enseguida pero sigue colaborando en la composición de buena parte del repertorio. No es algo muy habitual, ¿podéis contar como se llegó a esta situación y como repartís el trabajo compositivo?

M: Ricardo decidió hace años dejar los directos y la carretera pero seguimos juntándonos de vez en cuando a grabar cosas en casa como cuando éramos niños, de ahí ha salido prácticamente todo el material que compone nuestra discografía.

R: De hecho el grupo se formó originalmente para sacar a la luz esas canciones que hacíamos en casa.

M: Somos un grupo de amigos que empezamos a juntarnos muy jóvenes a hacer cosas y tenemos una especie de lenguaje común. Normalmente la música corre por cuenta de Ricardo y mía, y las letras las hacemos Román y yo. Además, Pedro Jiménez y Carlos Muñoz han estado haciendo letras con nosotros desde los inicios y los podemos considerar también Marañones de pleno derecho.

Veo el disco muy veraniego, no en el sentido jaranero, sino en el de tomarse el tiempo sin prisa pero con ganas de observar lo que pasa alrededor, con cierta distancia. ¿Imaginaciones de un crítico ocioso?

M: Me parece una apreciación más personal que de crítico, pero sí, nuestras letras suelen evocar escenas donde quedan muchas puertas abiertas a la interpretación. Hay un aparente hedonismo que puede enmascarar crítica, autocrítica, sensaciones, anhelos…

R: Ya hace muchos años que matamos el tiempo y aquí en Murcia los veranos son muy largos.

El sonido, más acústico, más refinado, también contribuye a esa sensación. ¿Era esa la intención al empezar a grabar?

M: Dentro de que nuestra forma de producir los discos ha ido paulatinamente hacia la sencillez instrumental, de lo que se trata es de acompañar-reforzar el clima general que cada canción, cada música y cada letra nos sugiere.

Sabemos que os gustan mucho los Beatles, pero ¿no hay mucho de los Kinks en esa forma de tratar la vida cotidiana en las letras? ¿Tenéis otros referentes o simplemente es la manera de reflejar vuestro mundo?

M: Desde luego, Ray Davies es uno de mis compositores preferidos, de él me gusta mucho, entre otras cosas, esa sucinta e irónica crítica social. Musicalmente, nos influyen sobre todo muchas cosas del segundo lustro de los 60, de ahí nuestro punto psicodélico, aunque no estrambótico.

R: Toda esa música de melenudos que se hacía en los años 60 y 70 es lo que nos empujó a juntarnos en casa con una guitarra en las manos y tratar de hacer algo parecido. Pero nunca hemos dejado de tener los oídos abiertos y hemos seguido encontrando cosas interesantes (más modernas o más antiguas) independientemente de la longitud del pelo.

Desde fuera algunos tienden, tendemos, a veros como una continuación de la gran tradición pop y rock en castellano, desde Los Brincos hasta Los Enemigos pasando por Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. No se si estaréis muy de acuerdo con esas referencias.

M: Sí, aunque más que referencias en sí son grupos con los que compartimos influencias de diversos tipos, lo que resulta en cierta afinidad.

R: Está claro que pertenecemos a esa tradición. Cada uno a su estilo, desde luego, pero todos haciendo música de melenudos en español.

¿Os ha pesado mucho esa especie de etiqueta de grupo “ritmanblusero” que os colgaron en principio? A veces parece como si no hubierais evolucionado, y bien pronto, hacia otros territorios.

M: Es un concepto que puede tener de nosotros quién no haya oído nuestros discos, no los últimos, desde el primero. Hubo una época esporádica, hace muchos años, en la que la formación del grupo se quedó en trío y en los directos adaptábamos las canciones hacia dicho sonido (The Who, Hendrix, Led Zeppelin y un largo etcétera). En realidad, desde que empezamos hemos pretendido huir de las etiquetas como si fueran cortapisas, así que nos movemos en un terreno ecléctico, donde no hay militancias.

Da la sensación que en nuestro país, con pocas excepciones, los grupos longevos van perdiendo la atención de los medios especializados aunque sigan grabando buenos discos, y en muchos casos mejores que los primeros. ¿Sentís que a vosotros os pasa algo parecido?

R: Si hablamos en el nivel nacional y en las revistas especializadas, desde luego. Parece ser que hacer buenos discos no es noticia.

M: Pues sí, creo que se suele buscar lo novedoso más en la forma que en el contenido.

Al mismo tiempo, muchos acaban funcionando cerca de su lugar de origen, como si la escena nacional ni siquiera fuera capaz de acoger a grupos de toda España. ¿Resulta difícil para vosotros salir fuera del Levante?

R: Lo que cada vez está resultando más complicado para todo el mundo es tocar en unas condiciones razonables, y si a eso le sumas los gastos en transporte y alojamiento, la cosa se pone imposible.

M: Es muy difícil hoy en día  que cualquier grupo sin un apoyo logístico importante pueda organizar grandes giras, no sale rentable, y esto en definitiva es un oficio… ¿o no?.

Una vez le pregunté a un amigo con larga trayectoria en el mundo de la música si no era inútil seguir grabando discos, ahora que nadie parece comprarlos y parecen estar en vías de desaparición. El me respondió: “Por eso mismo hay que seguir grabándolos, para que no desparezcan”. ¿Os habéis planteado algo parecido alguna vez, en uno u otro sentido?

M: Para nosotros grabar discos es una necesidad vital. Hay quien se recluye en una cueva y no trata con nadie, pero nosotros necesitamos expresarnos con cierta asiduidad.

R: Además, nos gusta la idea del álbum como colección de canciones con una idea o con un sonido común. El formato en realidad es lo de menos.

 

Carlos Rego (Foto Inma Alcazar)

 

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