La historia del rock tiene un lugar de honor reservado para Elliott Murphy. Aunque “casi siempre está de gira”, en esta ocasión el de New York celebraba de manera especial 50 años de carrera (51, de hecho, como precisó al inicio del concierto) con parada en la sala La Mirona de Salt, después de haber pasado por Bilbao y Zaragoza.
Con más de una treintena de discos a sus espaldas, Murphy es una leyenda por derecho propio, aunque su carrera haya transcurrido por las, por otra parte, transitadas carreteras secundarias del rock y la suerte le haya sido esquiva en momentos determinantes. Entre 1973 en que publicó su primer disco, el aclamado «Aquashow», y «Wonder», el último editado en su propio sello Murphyland Records, Murphy ha parido discos fundamentales como «Lost generation», «Just A Story From America», o, en tiempos más recientes «Selling The Gold» o «Rainy Season».
Elliott Murphy se presentó ante el público de La Mirona con toda una declaración de principios “The Last Of Rock Stars” sirvió para activar a los más fieles seguidores del otrora Gatsby del rock, hoy de negro y ataviado con su habitual sombrero, y marcar las líneas maestras en una sucesión de vigoroso rock acompañado de los medios tiempos que lo han caracterizado.
Apoyado por una banda eficaz, liderada por Olivier Durand (con el que lleva años trabajado y que es el contrapunto perfecto de su personalidad en el escenario), con la australiana Melissa Cox al violín y el batería Alan Fatras las dos horas del concierto transcurrieron intensas y en algún punto emotivas, con Murphy desgranando tema que les han ocupada estos largos años de carrera. Tuvo tiempo de recordar a amigos como Lou Reed (con Deco Dance de su neoyorquino disco Night Lights de 1976), con la divertida anécdota de la llamada de Reed a casa de su madre y su apoyo en los primeros tiempos, y con un saludo también para el fundador de esta Ruta 66 Ignacio Julià, que por allí andaba; y para Bob Dylan, con una versión de “Knockin’ on Heaven’s Door” en el tramo final del concierto; y de manera indirecta a su buen amigo Bruce Springsteen, que participó en su momento en la grabación de “Everything I Do (Leads Me Back To You)”; y así.
Y aunque el concierto transcurrió de una manera tranquila, con algunas reflexiones sociales sobre, por ejemplo, la última gran crisis económica que le llevó a escribir “What The Fuck Is Going On”, hubo algún momento de éxtasis colectivo con Murphy y Olivier Durand subidos a los altavoces exhibiendo genio a las guitarras, o unos apoteósico “Rock’n Roll ‘n Rockn’n Roll” y “Green River”.
Murphy sigue manteniendo las esencias del buen rock y los viejos tiempos. Sus grandes temas conviven en buena armonía con sus nuevos trabajos que publica de manera regular desde París. Al final del concierto las opiniones era más que buenas: “un concertazo”, se oyó. Unos, los de entonces, se reencontraron con un viejo compañero del rock y otros descubrieron a alguien que ha escrito algunas páginas memorables en la historia de la música y que sigue manteniendo la esencia básica de esos que llamamos rock and roll.
Texto: Ramón Moreno
Fotos: Dena Flows (concierto en Kafé Antzokia, Bilbao)