El canadiense Sam Roberts se reinventa con cada nuevo disco y amplía las fronteras del rock alternativo. The Adventures of Ben Blank 2023), un disco conceptual con garra y buenas canciones, le trae de nuevo a nuestro país —será su quinta visita—, en una gira que arranca el jueves 25 de abril en la Sala El Sol de Madrid, y sigue el viernes 26 en el Rock & Blues de Zaragoza, el sábado 27 en la Sala Laut de Barcelona y el domingo 28 en el Loco Club de Valencia.
Estuvimos charlando por videoconferencia con Sam Roberts y nos mostró su cercanía y toda su pasión musical y vital.
¿Qué estudiaste?
A veces hacía de todo menos lo que se suponía que debía hacer. Tenía una vida dividida en ese momento. Por un lado, estaba estudiando literatura inglesa en la universidad, obtuve mi título y era feliz de haber comenzado algo y haberlo terminado. Una gran parte de mi ya estaba dedicada a tratar de hacer de la banda algo con lo que pudiéramos vivir. Eran esos años en los que si vas a tocar en una banda, necesitas darle caña: tratar de descubrir qué tipo de música vas a hacer y cómo tocarla, cómo interpretarla, tocando tantos conciertos como puedas, que alguien te escuchará. Así que estaba haciendo eso mientras intentaba leer a Shakespeare y comprenderlo.
Todo sirve para nuestros propósitos. Aunque los aprendizajes sean más o menos teóricos. Creo que es interesante aprender de todo, siempre es útil.
Sí, tienes razón. Tanto de forma inconsciente como también de forma consciente. Ahora, cuando me siento a escribir canciones, me apoyo en muchas de las cosas que he leído, en términos de cómo pintar una imagen con palabras. Obviamente todavía es un trabajo en progreso, y siempre lo será. Pero fui moldeado en muchos sentidos desde un punto de vista lírico al menos, como compositor, por todo lo que aprendí en la universidad.
En vuestros ochos álbumes hay una evolución diferente del sonido ¿Siempre te interesaron los mismos sonidos? ¿Ha evolucionado vuestro sonido?
La palabra evolución es la única forma de describir como ocurre con la vida, porque está cambiando, pero cambiando de una manera de la que no siempre eres necesariamente consciente. Es que los ingredientes que tienes a tu disposición, que tienes delante, cambian de un día para otro. Mis raíces siguen ahí con los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Paul Simon, Ray Davies, los Kinks y la música clásica. Crecí tocando el violín. Sigo tocándolo. Así que tuve una influencia muy profunda de la música clásica, y de la música sudafricana de donde son mis padres. Y eso me influyó en cómo concibo el ritmo y la melodía e incluso en cómo toco la guitarra. Esa es la forma de tocar la guitarra que más me gusta. Todo eso siempre está ahí. Y luego, por supuesto, se siguen filtrando cosas nuevas.
Todo el mundo quiere pensar que la música proviene de una especie de parte romántica del alma. Tienes que mantener tu corazón y tu mente abiertos a que sucedan cosas nuevas. Pero sólo suceden cuando te sientas y enciendes el sintetizador o coges la guitarra: te sientas y empiezas a tocar. Persigo el sentimiento. Eso es lo que he aprendido a hacer a lo largo de los años: si algo me hace sentir algo, entonces tengo que confiar en mí como ser humano. Así que uso mi propia conexión con lo que estoy escribiendo como una especie de guía. Y tan pronto como dejo de sentir algo, vuelvo al lugar al que me sentía conectado con ello.
¿Y cuáles son los conceptos que se esconden en ‘The Ballad of Ben Blank’? ¿Hay algo familiar, espiritual, sobre la muerte…?
El nombre Ben Blank se apoya en la idea de que puedes hacer borrón y cuenta nueva en algún momento de tu vida. Que tu pasado no tiene por qué ser una especie de ancla alrededor de tus tobillos que tienes que arrastrar contigo hacia el futuro. Así que la idea de este personaje es sobre esa posibilidad de ver el futuro con nuevos ojos, verlo como algo abierto, porque tu pasado puede resultar pesado y reducir el campo de visión. Y a través de este personaje quería que esa fuera mi oportunidad.
Comienza en la primera canción mostrando un machismo. Parece muy seguro de sí mismo, pero no sabemos nada sobre lo que realmente está sucediendo por dentro. Cuando eres joven vienes al mundo y tienes esta fortaleza. A medida que pasa el tiempo, te das cuenta de la revelación de tus defectos como algo humano. Sufre una especie de ruptura de esa parte de sí mismo a medida que pasa el disco hasta que está realmente listo para comenzar de nuevo.
Mencionaste influencias clásicas. Pero algunas canciones de los últimos tres álbumes me recuerdan, o reconozco algunos sonidos de algunos detalles de Elliot Smith o The War on Drugs.
Me encanta Fleetwood Mac. Amo a Bob Dylan. Y me gustan The Waterboys. En los 80 no había una especie de división asombrosa entre la música pop y la música alternativa de ese momento. Simplemente se llamaba música. En Canadá teníamos una banda increíble llamada The Grapes of Wrath. Me encantaban. Era algo acústico y con muchas armonías, pero al mismo tiempo algo oscuro. Creo que la oscuridad siempre es algo leve, es como una melancolía esperanzada. Mis raíces con 19 años era la colección de discos de mi padre. Pero también tenía mi propia colección de discos, que eran casetes, en la década de 1980, la comencé entonces. La música que escuchaba era The Jesus and Mary Chain y The Stone Roses, Happy Mondays, The Charlatans, Spiritualized y Primal Scream. Esas eran las bandas.
Canadá tiene una escena enorme bandas y diferentes sonidos y estilos ¿Qué piensas de Canadá en términos musicales? ¿Crees que es diferente o similar el concepto o la forma de hacer música entre Canadá y Estados Unidos?
Creo que hay una diferencia inherente, que es mucho menos comercial. La cultura es diferente. No sé si tenemos el mismo sentido de competitividad en Canadá. Hay una libertad real en la forma en que la gente piensa sobre la música. El potencial de hacer música en Canadá en general es debido a eso.
Texto: Andrés Castaño