Si John Waters se decidiera a rodar una secuela de “Cry Baby (1990)”, y entre el nuevo reparto se incluyera una hermana de Wanda Woodward, papel interpretado por Traci Lords, sin duda una de las candidatas podría ser Kate Clover. Si recordáis la actitud y estilo de Wanda en la película, estos conceptos encajan con los de la californiana, es más, como conexión cinéfila, Kate era una alumna disciplinada en la escuela de arte de Los Ángeles, hasta que las conexiones punk empezaron a rondarle por la cabeza, y la abandonó en favor de una carrera musical que va progresando adecuadamente.
Otra banda que va sobrada de actitud, son The Lizards, que se encargaron de abrir la noche para un público frio y silencioso, que poco a poco se fue ubicando y calentando (solo lo justo por eso). Carla, Judith y Edgar, tiraron de las tablas que han adquirido durante su carrera, repasaron a nivel general su discografía, y acudieron a Johnny Cash en modo Cow Punk, completando un potente set, tanto en propuesta como en entrega.
Para subirse al escenario, Kate Clover cambió la rebeca rosa y el mocasín plano que lucía en el puesto de merchandising, por un vestido negro con toque de leopardo y zapato de tacón, se acompañó de un trío trajeado, y se dispuso a lanzarse sin miramientos a por sus temas. El reciente “The Apocalypse Dream (2024)” supone un evolutivo más trabajado en relación a sus primeras grabaciones, pero todas las tesituras del mismo, se vieron alteradas al trasladarlo al directo, donde primó la inmediatez, el volumen y la distorsión que salió de los amplificadores, siendo el activo guitarrista Giuliano Scarfo el que con su sonido saturado generó un muro crujiente entorno a todos los temas.
En apenas algo más de tres cuartos de hora con bis incluido, Kate ejerció de jefa, dominó a su gusto el escenario el tiempo que mantuvo sobre él, y cuando tocaba se mostró furiosa o dulce. El setlist se basó en su repertorio con más garra, “Crimewave”, “No more Romance”, “Channel Zero” o “Love Bomb”, serían buenos ejemplos, pero precisamente ese podría considerarse el único punto débil del mismo. Bajando algo las revoluciones, y sin dejar fuera la otra paleta de sonoridades retro que dominan, como “Damage Control”, la que es toda una declaración de intenciones al estilo de pieza central para un baile de fin de curso, el show se hubiera visto beneficiado de más equilibrio y de un valor añadido muy interesante, por no decir que así lo hubieran alargado más.
Para rematar estas líneas, destacar que amenizando la velada pudimos disfrutar de la selección de vinilos 7” que nos ofreció Vigilante Carlstroem de The Hives, y valorar algunos de los productos del merchandising, llevar un espejito tipo estuche en forma de corazón para maquillarse, y un pañuelo satinado con motivos cowboy, ambos de color rosa chicle, sin duda aportan un toque especial y ultra “cool” (servidor adquirió ambos productos).
Texto: Oscar Fernández Sánchez
Fotos: Fernando Ramírez