Encuentros

Manu G. Sanz, magia y alquimia doméstica

 

No exageramos si decimos que Manu G. Sanz es un clásico en la escena underground gallega de este siglo XXI. Muy próximo a aquel esfuerzo colectivo que atendía por Galician Bizarre, en Indómitos colisionaba rock and roll oscuro a lo Cramps y espíritu post punk, con retumbante LP en El Beasto Recordings como recuerdo.

La mezcla se sofisticaba un tanto en los muy estimulantes Selvática, su siguiente y más estable proyecto colectivo, que ya mostraba señales de su gusto por el pop detallista. Siempre ocupado en producciones independientes que van de las “bandas sonoras huérfanas de película” de Orphan Tracks a un buen montón de grupos locales, su buena mano en el estudio de grabación brilla como nunca en Flores y diosas (Orphan Records), su debut en solitario. Quizá los que lo conozcan de sus anteriores grupos se sorprendan ante el abandono de la distorsión, sustituida aquí por un despliegue de arreglos y armonías lujosamente discretos que visten de pop de cámara una docena de canciones íntimas y melódicas, pero esa “magia y alquimia doméstica” de las que él mismo habla, va atrapando al oyente atento un poco más en cada nueva escucha.

Cuéntanos como ha sido el proceso que te ha llevado a editar tu primer disco en solitario. Mi pasión por la música se remonta a mi infancia. Empecé muy pronto a hacer canciones y siempre he guardado mis demos en decenas de cassettes. Con el tiempo formé bastantes grupos con colegas de la escena viguesa y el primer grupo con el que editamos un disco fue Indómitos en Glasgow, cuando nos buscábamos la vida por allí. Después vino Selvática, con el que editamos cuatro discos y tocamos en Brasil y en España. Siempre he disfrutado de tocar en bandas y lo cierto es que se genera una energía especial tanto en los ensayos como en los directos. Esta vez, me interesaba volver un poco a los orígenes, a ese niño haciendo música solo, que siempre estuvo ahí acompañándome.

Algo de esa evolución hacia un sonido más matizado ya se escuchaba en Big Pacific Blue de Digital Mother, el proyecto que compartes con Luis Boullosa. Así es, Big Pacific Blue tiene ese mismo gusto por el detalle y la producción minuciosa, pero sin caer en subrayados innecesarios. Para Flores y diosas me interesaba que los matices no tuvieran una excesiva presencia, pero que al mismo tiempo no se pudiera prescindir de ellos, por eso he utilizado bastantes pistas aunque la paleta de sonidos es bastante homogénea a lo largo del disco. Una mezcla de elementos acústicos y eléctricos con alguna pincelada electrónica.

Hablas de desnudez, pero en realidad las canciones están muy bien vestidas. Lo que sí falta es la electricidad de otros proyectos. Es un tipo de desnudez emocional. Puedes vestir una canción con bastante producción y arreglos al mismo tiempo que estás poniendo, o intentas poner toda la carne en el asador a nivel emocional. Es decir, los temas nacen de una emotividad muy directa y después es un proceso más mental el de organizar  o retocar un poco lo que hiciste previamente con brocha gorda. Para mí estas canciones tienen una carga emotiva muy fuerte. Necesitaba hacer un disco así en este momento de mi vida. Volver a mis inicios, a una especie de ensueño infantil de canciones inocentes, frágiles… La ausencia de distorsión es deliberada, quería todo claro y nítido. Creo que estas canciones se benefician de ese tipo de tratamiento.

El ambiente del disco es muy uniforme, pero «La lluvia de abril» podría servir de perfecta carta de presentación, con ese juego musical de cuerdas, flautas, teclados, un preciosismo pop muy años sesenta. Ya sabes que a los críticos nos encantan los nombres. ¿Trabajaste con alguna referencia en mente, o te dejaste llevar sin tener claro hacia donde ibas?

Tenía claro que quería un disco de canción melódica, basada en estructuras clásicas. Durante el proceso de creación del disco fui añadiendo arreglos y capas que tenían eco en trabajos de los 60 o 70, porque por un lado las canciones lo iban pidiendo y además es una época que me gusta mucho, pero nunca con ningún grupo o artista en concreto en mente. El resultado final tiene reminiscencias de Love, el Chelsea Girl de Nico, Big Star, Syd Barrett y un montón de grupos de esa época, aunque también del panorama patrio como Vainica Doble o Jeanette.

A pesar de esa unidad, en algunas canciones («Sol», «Estatua fría») detecto un tono algo más oscuro y casi amenazante, las dos con guitarra slide. ¿Funcionan como contrapeso? En cierto modo es así. En «Sol», por ejemplo, buscaba un ambiente más a lo Cowboy Junkies o los últimos discos de Talk Talk, que a priori no encajaba tanto con el lado más luminoso y vintage de los otros temas, pero al ponerla en contexto, y como final de la primera cara del disco, me funcionó bien. «Estatua fría» tiene un aire melancólico y una temática más sombría que los otros temas, pero también creo que aporta un punto necesario al disco. Donde hay luz hay sombra.

Asumo que has grabado todos los instrumentos. ¿Es una decisión artística, o una manera de facilitarte el trabajo, ahorrándote el dar instrucciones a otros músicos? La verdad es que desde siempre he hecho canciones yo solo en casa, entonces para mí es algo natural. Empecé con las míticas grabadoras multipistas Fostex de 4 pistas de cassette y terminé montando mi propio estudio en casa. Me gusta colaborar con otros artistas y grabar a grupos, pero cuando se trata de mis temas siempre he tenido claro cómo hacerlos, incluso cuando tocaba en bandas. Mi primer instrumento fue la guitarra, y después empecé con la batería, un poco el teclado, saxo, etc. Soy el tipo de músico que no destaca especialmente en ningún instrumento, pero puedo tocar, o al menos sacar algo de cada instrumento.

Las letras tienen una especie de franqueza, de inocencia incluso, muy propias de (otra vez), los años sesenta y setenta españoles, menos autoconscientes de lo que se quería decir, menos pendientes de oscurecer el mensaje. ¿Es algo natural, casual, o era lo que buscabas desde el principio? Me gusta que hagas esa observación porque coincido bastante con esa visión. En efecto, buscaba entrar en el remolino de las emociones y sacar de ahí pedazos que resonaran en mí a algo verdadero, o mejor dicho, a algo que se sintiera verdadero. Hay muchos detalles extraídos de lo que ha sido mi vida estos últimos años. Quería hablar sobre mí, sobre mi vida y mis seres queridos, a un nivel bastante simbólico, sin procesar mucho ni darle mil vueltas. Por otro lado, en mis anteriores grupos ya había explorado otras temáticas y fue refrescante cambiar un poco de imaginería.

¿Qué queda de Indómitos o Selvática en Flores y diosas? ¿Volverás al formato rock? No tengo idea de cuál será mi siguiente paso. Seguiré sacando discos, espero, aunque seguro serán distintos. Hay un palpable eclecticismo en todo lo que he hecho hasta ahora. Indómitos fue una bonita aventura punk en otro país que nos permitió sacar al macarrilla vigués que llevábamos dentro. Selvática nació en Río de Janeiro, con mucho más color, a medio camino entre el residuo indómito y la melodía colorista, de hecho teníamos una canción muy pop clamada «Un día cualquiera» que podría tranquilamente estar en mi disco Flores y diosas. Además, participo en otros proyectos como Orphan Tracks donde hago bandas sonoras, o la banda Digital Mother, junto a Luis Boullosa, que la definiría como una especie de bicho mutante de folk industrial, así que seguiré dando guerra.

Texto: Carlos Rego

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