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Wolfmother, el regreso del lobo

La historia de esta banda es cuanto menos accidentada. Iniciaron su caminar siendo tres –¿amigos?– que pasaban el rato juntos tocando sus instrumentos. No fue hasta 2004 que el guitarrista Andrew Stockdale, el bajista y teclista Chris Ross y el baterista Myles Heskett decidieron formalizar su relación, bajo el nombre de Wolfmother. Esta semana regresan a nuestros escenarios con tres fechas: jueves 19 en Madrid (La Riviera), viernes 20 en Bilbao (Kafe Antzoki) y el sábado  21 en Barcelona(Razzmatazz 1).Desde las profundidades de Sídney emergía un hervir, señal de que algo se estaba calentando. Poco tiempo después sacudieron la ciudad con su homónimo disco debut, que provocó un tsunami que traspasó océanos para salpicar medio mundo. Wolfmother (2005) obtuvo el beneplácito de la crítica especializada allá donde sonaba hasta alcanzar la nada desdeñable cifra de un millón y medio de copias vendidas.

Éxitos como «Woman» o «The Joker & the Thief» abrieron las puertas de sus guitarras, gruesas y potentes, con estruendosos ritmos y añejos aromas a psicodelia  que recordaban a Led Zeppelin o Black Sabbath. Y aquella voz, con un poco de Robert Plant pero también de Jack White, la misma que probablemente también escucharía el cantante de Greta Van Fleet unos años después.

 

Wolfmother parecían destinados a salvar el rock’n’roll en el siglo XXI. Pero el destino no es sino un punto señalado en un mapa, y tan sólo un año después, Ross y Heskett anunciaban que abandonaban el barco; la loba había perdido a dos de sus cachorros. El motivo del abandono nunca se hizo público, y Stockdale firmó –dijo– una cláusula que le prohibía hablar del tema, así como le obligaba a mantener el nombre del grupo para beneficio de la discográfica.

En adelante se inició un período que aún no ha terminado, con un ir y venir de miembros infinito, imposible de contabilizar o describir en este artículo. ¿Por qué sucede esto incesantemente? Ni idea. Pero la realidad es que Wolfmother ha pasado por distintas formaciones en cada uno de sus siguientes discos y giras. Fue así con Cosmic Egg (2009), un disco que no hizo sombra a su predecesor. La inestabilidad en el seno del grupo continuaría, y Stockdale decidió lanzar su siguiente paquete de canciones bajo su nombre, aparcando el de Wolfmother para recuperarlo después a media gira, probablemente promovido por la pobre venta de taquilla.

Sorprendió el regreso oficial de los australianos con New Crown (2014) y el siguiente Victorious (2016), donde un Stockdale más liberado y desacomplejado aporta mayor solidez a la música. Aún y así, ninguno de estos dos aportó nada nuevo, y mucho menos continuidad a la formación. Cada miembro que abandonaba alegaba motivos personales o de calendario… y alguno reconoció después que aquello había sido sólo una excusa.

Sin entrar a valorar teorías de la conspiración, ni a juzgar a título personal el hipotético carácter de Stockdale, en todo este enredo hay una única cosa evidente: y es que, a aquel destino, punto señalado en el mapa, sólo se llega recorriendo el camino. Y es Andrew Stockdale quien está dedicando su vida a ello. Así lo ha hecho en los siguientes Rock’n’roll Baby (2019) y Rock Out (2021), y piensa seguir haciéndolo. Pues al margen de la rumorología siempre tan interesante para la prensa como para los seguidores, estamos aquí por su música. Algo tendrá la del señor Stockdale, que hace que sigamos teniendo ganas de verle en su hábitat natural, que es el escenario.

 

Texto: Borja Figuerola

 

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