A Biffy Clyro ya hay que medirles por lo que son y por lo que representan: es una banda muy grande. En todos los sentidos. A pesar de lo desconcertante por todos los giros estilísticos de los últimos años, eso es más un tanto a favor que uno en contra. La prueba está en el repertorio, veintitrés canciones que te llevan de viaje hasta muchos lugares, algunos conocidos y otros no tanto. Y siempre con un denominador común; la intensidad con la que tocan, la enorme vida y vigencia que tiene cada una de sus canciones.
A veces más épicos, en otros momentos alternando siendo más melódicos, jugando con la rabia del grunge y el post-punk, las coordenadas siempre las marcan ellos. Un trío con músculo (no paran de moverse), que ahora tiene a dos miembros de Oceansize como compañeros (eso sí, en un segundo plano para que no les roben protagonismo) para construir un muro de hormigón más sólido. Con “Wolves of winter” calientan motores, el estribillo marca de la casa de “Friends and enemies” nos enseña el camino a seguir (coros fantásticos), y con la interpretación de “Biblical”, señorío y catarsis en perfecta armonía. De Puzzle a falta de “Who´s got a match?” (la gran olvidada en este nuevo repertorio), la representante es la pegada y esa batería con percusión automatizada en “Living is a problem because everything dies”. Tampoco faltan a la cita “Mountains”, “Re-arrange”, “Many of horror” (su mayor éxito) o en los bises “Animal style”, uno de los cañonazos de Ellipsis. En la que fue la noche más fría del año, con Biffy Clyro sí entramos en calor. Nos hubiésemos quedado allí hasta el amanecer escuchándoles. También a Frank Carter & The Rattlesnakes y su punk atrevido, otros que no saben de medías tintas.
Texto: TONI CASTARNADO
Foto: XAVI MERCADÉ