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Desemboca – Castell d’Aro (Girona)

 

Private Function

Ritmos de garage, empuje power pop y ruido punk por la vena. El festival Desemboca de Castell d’Aro (Girona) celebró su undécima edición reafirmándose como el gran escaparate del rock’n’roll más genuino a orillas de la Costa Brava, pero sobre todo manteniéndose fiel a sus esencias. Eclecticismo, buen gusto y un programa que alternó valores de sobras conocidos por el rockerío de base, con flamantes revelaciones.

Abrieron The Educators, power trio local que volvía a la carga después de un largo silencio y a una década de haber facturado el esencial «Pills & Wine» (2014). Con un pie en el garage sixties norteamericano y otro en el high energy escandinavo de finales del siglo pasado, los gerundenses sacaron brillo a perlas del calibre de «Smashed Up» o «Hold My Hand». Remataron la faena con solventes citas a Link Wray («Rumble»), Jefferson Airplane («Somebody to Love»), Little Richard («Jenny Jenny») y la Velvet Underground («White Light/White Heat»).

Weird Omen

Todavía en las coordenadas más estridentes del rock de garage, los franceses Weird Omen se marcaron uno de los grandes bolos de la noche. Su repertorio bebe de lo que se cocía seis décadas atrás en el Pacific Northwest de los Estados Unidos, y cuenta como arma secreta con el saxo barítono de esa bestia escénica llamada Fred Rollercoaster. En poco más de media hora arrasaron con todo, despachando uno tras otro artefactos tan letales como «Shake Shake» o «Lost Again».

Requería valor, subirse al escenario después de tal exhibición. The Whiffs salieron al paso con su vitamínico power pop y con un cancionero impoluto que por momentos conjuró los espíritus de Big Star, un jovencísimo Tom Petty y The Beat (los americanos, por supuesto). Ritmos urgentes, melodías contagiosas y harmonías de otro universo. Oportuno golpe de timón, el que perpetraron los de Kansas City con píndolas tan irresistibles como «On the Boulevard», «She» o «Shakin’ All Over».

The Whiffs

El gran final lo sellaron Private Function. Revelación en auge del punk rock australiano más canalla y descarado, los de Melbourne se pasaron por la piedra registros que fueron del hardcore más aguerrido al hip hop más iconoclasta, llegando hasta el metal extremo e incluso atreviéndose con el «SOS» de Abba. Actitud a raudales, un cancionero tan fresco como hiriente –ahí tuvimos ese «Jusavinageez»- y un frontman, Chris Penney, capaz de jugarse el pellejo cual Iggy Pop montado en lo alto de la torre de altavoces. Provocadores, peligrosos y jodidamente excitantes. Se suponía que el rock’n’roll era eso, ni más ni menos.

Texto: Oriol Serra
Fotos: Sergi Fornols

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