El músico leonés, culo inquieto por naturaleza, actualmente residente en A Coruña, se vuelve a encontrar consigo mismo en The Future Is Not What It Used To Be (Lovemonk, Discos Buenos, 2024). Y lo hace en muchos sentidos. En lo personal, en lo artístico y en lo que se espera de él, aunque poco deba importarle esto último. Su enésimo elepé parte del folk marca de la casa, para desde ahí realizar excursiones tan variopintas como estimulantes. El propio Yuri Méndez, hombre orquesta del asunto, nos explica con detalle.
Creativamente, ¿buscabas algo concreto con este disco?
Déjame un segundo, que recapitule… Cuando llegó la pandemia tenía un disco en castellano a medio hacer. En ese momento vivía en Madrid; poco después estuve grabando una banda sonora durante meses, en una cabaña perdida en Castilla, en la nada. Cuando llegó el momento de grabar otra vez, se me caducó el disco. Empecé a escribir otra vez y, yo no sé si por mucho moverme o porque necesitaba un descanso, cuando volví a Madrid necesité reevaluar qué música hacía cuando empecé a tocar y a escuchar música. Qué me gustaba. Quería volver a hacer canciones completas con una guitarra, algo que hacía mucho tiempo que no hacía. La idea estilística era esa, volver a cosas que había dejado atrás, como por ejemplo mucha música de los 70 con la que me crie, de la cual te vas alejando a medida que conoces cosas nuevas, lo de siempre. Tenía ganas de volver ahí. Creo que con la edad deja de sonarte sobado lo que has masticado mucho, y le vuelves a ver el porqué. Tiene que ver con eso, con volverte a encontrar al principio.
En el disco indagas mucho más allá de esa etiqueta folk en la que se te suele encasillar, jugando con muchos palos…
Sí. Además es curiosa la pregunta, porque con otros discos, claro que sí he hecho cosas folk, aunque nunca me ha parecido que lo fuera tanto; había muchas canciones que no. Eso que me dices lo he oído más veces. Debe dar esa sensación, pero para mí, este es el primer disco que hago que me parece folk-rock (ríe). Lo que demuestra que no tengo ni idea de lo que hago jamás.
Eres el productor del disco. Cuéntanos sobre tu dinámica habitual en este aspecto.
Hubo un disco, The Collapse (2016) que fue coproducido con Bart Davenport. El primer disco también se hizo a dúo, pero con el resto ha sido grabar en casa, mezclar en casa, producir yo… El sonido me interesa mucho. A temporadas, tanto como las canciones en sí. Es una de las cosas que me gusta mucho hacer.
Viendo las referencias que aparecen en la nota de prensa, con nombres como Matisse, Ken Kesey o Mark Fisher, parece que has buscado la inspiración más allá de lo musical.
¿Han metido eso en la nota de prensa?
Sí.
Yo creo que eso ocurre siempre, porque estás vivo todo el día, aunque no quieras. Y aunque quisiera hacer un disco como Bridge Over Troubled Water (1970), yo no soy ellos. Esa gente lo hacía muy bien y va a ser otra cosa. No lo pienso. Tiendo a pensar más en influencias como cosas que en algún momento me llegan mucho. Lo de Ken Kesey debe ser por esas cosas de los 60, de vivir en el ahora. Esos clichés que, como todos los clichés, tienen mucho de cierto y un día te llegan. Lo tenía presente mientras grababa el disco y pensé en eso de no atarse al pasado y replantearse expectativas. Por eso me hizo mucho efecto. Y lo de Mark Fisher es porque en un libro dice una frase parecida a la que da título al disco. El disco no iba a llamarse así, pero la frase sale en la letra de una canción, y yo creo que al ver el refuerzo de esa idea escrito fuera, pensé, «pues ya tiene más gracia».
Es como una señal, ¿no?
Sí, eso es. Se iba a llamar Parking Lot, pero me pareció que esa frase resumía la idea general del disco.
Y durante el proceso de gestación del disco, ¿qué escuchabas?
De las cosas que más me han gustado en estos últimos tres años, mientras hacía el disco, diría que un tipo que conocerás, un productor inglés, Fred again.. Hay algo en su sonido, en la forma de usar los samples. De hecho, fue un estudiante de Brian Eno.
No lo sabía. De hecho, tienen un disco juntos, es cierto.
Sí, sí. Yo el día que lo supe, pensé, «vale ahora entiendo». En parte hace música de baile, pero en parte también hace música oscura de los incontables géneros de música electrónica inglesa, que son imposibles de seguir. Pero hay algo en él. Otra sensibilidad. Su música estuvo muy presente en ese tiempo, pero no hay nada de eso en el disco. Por ejemplo Nils Frahm, también me gusta mucho y estaba muy presente, pero tampoco hay nada de eso en el disco. Hay otras cosas que me gustan, como Loudon Wainwright o Kris Kristoffersson. Hay algo de eso, en cambio, pero no es en concreto lo que estaba escuchando. Y con esto vuelvo a lo que decía antes, lo de intentar reconstruir el mundo que me gustaba con 18 años.
Texto: Daniel González
Fotos: Maruxa Caeiro