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J — CajaGranada (Granada)

 

Casi un año después del estreno del concierto-proyección en el cine Doré de Madrid, Plena Pausa, el proyecto musical de J inspirado en los cortos en Super 8 de Iván Zulueta, se presentó finalmente en Granada el sábado 13 de enero. La puesta de largo tuvo lugar en el centro cultural CajaGranada, en el barrio del Zaidín, tras varios meses de especulaciones, rumores y retrasos. El peculiar plan del líder de Los Planetas y sus acompañantes, muchos de ellos caras conocidas de la escena musical granadina, es el siguiente. Los seis músicos salen al escenario, enchufan sus instrumentos y dan la espalda al público mientras tocan los temas del álbum viendo las imágenes grabadas por Zulueta en diferentes etapas de su vida.

Las películas narran escenas cotidianas entre sus familiares y amigos en San Sebastián y Madrid, principalmente. También hay registros audiovisuales en Londres y Estados Unidos. Se muestra un universo luminoso, imaginativo y colorido, antes de que el gran maldito del cine español quedase atrapado por la heroína. La música acompaña los fotogramas en un viaje emocionante con infinidad de guiños al universo rock tanto del director donostiarra como del propio J. Todo está muy bien pensado e hilado, resulta natural y coherente. Es una sensación mágica, algo que no ocurre muchas veces. Como si después de un día lluvioso, gris y tormentoso se abriese el cielo de par en par para que luzca el sol y ya no te vayas a ninguna otra parte.

J se ciñó al guion preestablecido: saludó sin mirar al público, sentado sobre una grada inclinada en exceso, y empezó la comunión entre cine y música. «Y la Nave Va», el excelente arranque del disco, coloreaba unas escenas veraniegas en blanco y negro de la familia de Iván Zulueta. «Tormenta Eléctrica», una canción que encajaría perfectamente en el repertorio más arrebatador de Los Planetas, llegó a continuación. En la emocionante «Natalia Dice» hubo que empezar de nuevo, pero esta especie de carta de amor a Natalia Drago, líder de Srta. Trueno, y también, por qué no, a la capital granadina, te toca la fibra sensible de todas todas. Ahí está. J desempolvando Plena Pausa. El homenaje póstumo y la reivindicación de un mito a otro genio del underground que tan bien ha funcionado en otras ciudades.

Sin embargo, el plan no salió todo lo bien que debiera y el aterrizaje granadino de J y compañía sufrió algunas turbulencias. Al menos desde la parte media-alta del auditorio, arriba en el gallinero, el grupo quedaba al fondo encajonado sobre el escenario. Pero, principalmente, hubo un error de bulto en el planteamiento del concierto que lastró el desarrollo del espectáculo: el tamaño reducido de la pantalla. El panel no ocupaba todo el ancho de la pared y los cuerpos de los músicos ubicados en ambos extremos (el batería Roberto Escudero y el teclista Miguel Martín) quedaban fuera de los límites de la proyección, un poco al margen del resto.

Como resultado, la experiencia visual no fue tan impactante como, por ejemplo, en el teatro Arriaga de Bilbao, y se perdió cierta conexión emocional con los contenidos. Una pantalla grande, en condiciones, es la mitad o más de un show de estas características. ¿El público que asistía por primera vez a un concierto de la gira se mostró molesto por la disposición de las butacas y la dimensión de la pantalla? Seguramente, no. La gente salió contenta y satisfecha del recinto tras ver a su héroe indie en directo con su primera aventura en solitario.

La música sonó alta y clara, también en las filas más alejadas. Para los amantes del rock, Plena Pausa es una gozada por las múltiples lecturas y sorpresas que ofrece. Y más en concierto, donde los temas crecen y se expanden. J vuelve a sus orígenes del indie primigenio cuando enlaza sendas versiones de «Amen» y «Ode To Street Hassle» de Spacemen 3. Reinterpreta «En el Rascacielos» de Family, una de las muchas referencias donostiarras que se fueron colando durante la noche. Sorprende con la incursión de la popular «Échame a mí la Culpa» de Albert Hammond, mientras las olas de la playa de Gros golpean las rocas. Y, por encima de todo, Lou Reed. El músico neoyorquino es uno de los puntos de conexión de J y Zulueta, fans absolutos.

Así que tiene sentido que el espíritu del autor de Berlin sobrevuele la actuación. J canta, Lou revive. Uno reconoce al instante la melodía de «Perfect Day», el «chu-churú-churú-churururururú» de «Walk on the Wild Side», “los hechizos mágicos” de la canción «Arrebato (Un buen día para Iván)». Igual que en el LP, la engañosamente lúdica «Mi Ego Está en Babia» fue el final de la velada. O puede que no. La banda se despidió tímidamente, sus miembros se dieron la vuelta y abandonaron el escenario. En ese momento empezó a sonar por los altavoces «Sister Ray», de The Velvet Underground.

Texto: Jon Pagola

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