Papel

Meryem El Mehdati – Supersaurio (Blackie Books)

 

 

 

Meryem El Mehdati plantea un relato autoficcionado donde despliega un discurso intergeneracional, con elementos y preocupaciones comunes como son: la precariedad, el bajo ánimo o la represión de la lucha contra las agresiones diarias.

 

Si bien la literatura canaria está agarrando el foco con una nueva generación de artistas con voz propia (esto es extensible a la música, el arte y otras disciplinas), como hiciera en su momento Andrea Abreu, el debut de El Mehdati abunda en esa forma de escribir como se habla, dotando de un ritmo rápido a la obra, que no ligero. Así la autora no elude la crítica o la manifestación de su hartazgo, aunque como en todos se quede en la hipótesis de una lucha o la duda, con la vida: “Que en Canarias todavía no estemos quemando contenedores ni haya furgones de la policía persiguiendo a estudiantes y a periodistas por la calle o disparándoles pelotas de goma tiene su aquel.” Es Supersaurio un escenario extrapolable al resto de provincias. No es una situación (incluso sentimiento) local el marco del hipermercado Supersaurio, como tampoco la precariedad personal y laboral que conforman unas circunstancias para cualquiera familiares.

Todo ello llevado con una escritura liviana y dinámica, por momentos podría recordar a Ben Brooks (Hurra, Crezco), en donde utiliza entradas cortas en los capítulos a modo de diario, para narrar a través de su incorporación al mundo laboral y a la cotidianidad, aquí muestra la farsa del primero y la absorción que conlleva por esas actividades “productivas” para la sociedad (como el descanso o el ocio) del segundo, cómo le roban a uno su tiempo: “Debes aprovechar tu productividad -siéntete culpable por no estar aprovechando el tiempo todo el tiempo, no tengas ni un minuto de tu vida dedicado a no hacer nada”.

Entre los golpes de realidad recibidos: “En algún momento se me atoró en el pecho la idea de que no soy nada de lo que me imaginaba que sería cuando creciese.” o cuando matiza que “La bondad no tendría que ser un mérito”, El Mehdati carga contra la discriminación clasista, se acepta al turista blanco al que se le permite todo (“una realidad común a todas las islas en la que lo que manda es el turista”), mientras se cuestiona, dulcificando las situaciones al canario/a de 2ª generación, reflejado en el trato que ella recibe por sus los mandos intermedios llenos de aspiraciones e instalados en la mediocridad que ven su chiringuito amenazado constantemente. Esto deviene en un sentimiento de pertenencia a algo que no es tuyo. También aborda el machismo que sigue en los comportamientos de los personajes para los que trabaja, expresando sentires y describiendo situaciones del día a día de una mujer, que se consideran hasta temas tabúes, como reflejar los dolores propios de la regla; además de mostrar las enemistades que sufren las mujeres, motivadas por este tipo de comportamientos y la competitividad, llevando a las inseguridades y el asco

La contradicción con la inestabilidad y la falta de proyectos trasciende generaciones porque el mercado laboral no entiende la distinción entre edades, sino entre beneficios y trabajo. Un entorno al que debe adaptarse uno y sus dinámicas, siendo la única manera de supervisar y poder optar al teórico éxito a base de ascensos (y más trabajo) y descrito aquí mediante el uso del humor como herramienta frente a la gravedad del tema y la violencia inherente en el contexto cotidiano y laboral. El Mehdati muestra su cabreo latente y una reivindicación contra el funcionamiento del mundo, “suspendiendo nuestra existencia durante ocho horas, cinco días a la semana, y dejándonos tan agotados que al llegar a casa no tienes tiempo -ni ganas- de hacer nada más” porque la idea de crecer para ser (y disfrutar de la independencia) se convierte en una suerte de esclavitud, y lejos de la idea de la generación anterior  que cimentó su futuro en promesas y planes inexistentes, la actual lo hace desde la precariedad y los eufemismos de pobreza o pobre.

No todo el relato es serio, deja hueco a la nostalgia que se abre paso en el recuerdo de veranos que ya costará recuperar, con los rituales esperados, como el helado que marca el inicio de la época estival, o como escribía Loriga y recuerdos que desaparecen o destruyen otros, asociados a objetos y sus vivencias.

Y, como en cualquiera, en algún momento aparece la resignación como derrota: “Supongo que ser de Puerto Rico consiste en esto. En no morirte, a pesar de todo.”,el contraste en las prioridades y mantener tu vida personal intacta, pero que de algún modo, tardo o temprano, te fagocita el juego empresarial, el carácter sectario, el cambio en la concepción del éxito, en el comportamiento. Porque “el trabajo se ha comido nuestras vidas (…) y a pesar de la queja, no termino de bajarme de la rueda”.

Texto: David Vázquez

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