Papel

Cualquier verano es un final – Ray Loriga (Alfaguara)

 

Foto: Diego Lafuente

 

 

“todos los principios y todos los finales importan.”

 

Quizá falto de frescura, de giros o frases que enganchen de forma inmediata como en otras obras, sus sentencias lapidarias no acaban de knockear al lector de una forma inmediata. Sin embargo, Ray Loriga construye el relato de los protagonistas alrededor del verano, estableciendo la estación estival como un ciclo completo en las vidas de sus personajes, como ocurre en la de cualquiera: las vacaciones, los amores de verano, los aprendizajes juveniles…

 

Salpicada toda la historia por anécdotas personales y ficticias, donde desliza cierta acidez humorística por momentos, es la muerte el vértice sobre el que desarrollar el resto de ideas que sobrevienen y que bien expresa en la línea: “de jóvenes a todos nos encantaba hablar de la muerte,” es inevitable acudir inconscientemente al poema de Jaime Gil de Biedma No Volveré A Ser Joven.

Con el pretexto de una clínica de asistencia para el suicidio en Suiza, Loriga aborda el tema de la muerte, no tanto el deceso, sino las causas y efectos en las relaciones personales, aflorando un egoísmo entre el personaje principal (“Puede comprenderse que, si bien morirse uno no es gran cosa, ver morir a otro resulta de lo más desagradable.”) y Luiz, quien realiza la visita, mostrando la incomprensión, debido a las notorias carencias emocionales y la falta de herramientas, que poco a poco se transforma en la eterna competición. El rencor subyacente y perenne y la tragedia personal que de manera tamizada recorre la narración del protagonista, otorgando una serie de privilegios o una posición emocional predominante, acaba en una generalización de la condescendencia que expone Loriga y una muestra de los abismos personales cuando surgen los cambios.

En un incesante goteo de referencias culturales de múltiples disciplinas: películas y directores, libros y autores, boxeadores, músicos… desfilan por las páginas. Además de las localizaciones, que permiten a uno hacer un pequeño tour (aunque sea imaginario), por Lisboa, donde ubica los secretos de los personajes y, sobre todo, las dudas. El ocaso de las relaciones y los modos de vida. Amistades que se diluyen y se apagan: “el mero eco de darme cuenta de que Luiz nos iba a ir dejando por el camino, no porque considerase que éramos un lastre que arrojar por la borda, sino porque el camino, sencillamente, se termina.”, llevan también a una consciencia del paso a la madurez y la vejez y del cambio en la perspectiva de ver la vida que esto supone. Y es en esta madurez donde se replantean las relaciones de la novela, cimentadas en silencios. Silencios que alimentan los citados secretos (“Al deseo y a la amistad manifiesta no se les importuna con preguntas.”) que, matando la curiosidad, los personajes de la novela intentan conocer y hacer caso omiso al mismo tiempo. Y, entonces, ¿cómo se trazan las relaciones entre el amor y el rencor? Es el triángulo amoroso el que no muestra sino las diatribas de las relaciones humanas: auge y descomposición sentimental agudizadas por la muerte, tabú social alimentado de fes. Y que define al verdadero yo de cada uno: “La verdadera naturaleza, ya lo sabes, es difícil de torcer”.

Entre razones livianas y sensatas frente a la muerte, esta mezcla se traslada a descripciones, por ejemplo, cuando menciona las marcas de cañas de pescar, una mezcla entre el detalle en la descripción de Foster Wallace, y la cultura de hoy, construida a partir de la referencia. O con preguntas tales como “¿qué libros me llevaría yo para morirme?”. Frente a estas partes menos sesudas, la incredulidad del personaje principal ante la falta de miedo y de tabú ante la muerte de su amigo, que por momentos le aterran y por momentos le parece un gesto para el que es el resto quien debe decidir.

Cualquier Verano Es Un Final es el Loriga de hoy o lo que puede escribir. A sus fans, que no seguidores, les gustará, aunque lean desde el anhelo o lean el anhelo entre sus líneas; como los seguidores de AC/CD o The Rolling Stones, anclados en otra década. Porque “¿No somos así todos, mitad lo que somos y mitad lo que no queremos ver de nosotros?”.

 

Texto: David Vázquez

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