Reencontrarse con Marcos Valle es como hacerlo con un viejo amigo, con un compañero de muchos viajes que han ido moldeando, en distintos momentos de nuestra vida, lo que somos, lo que sentimos, lo que amamos; lo que nos alegra y entristece. A la vez, cada uno de esos reencuentros es también una cita con la Historia Viva de la MPB.
Anoche pudimos experimentar toda esta vibrante horquilla emocional en La (2) de Apolo, única etapa española de la gira mediante la que el artista celebra sus 80 años sobre esta tierra y 60 sobre los escenarios. Casi nada.
Tras un exquisito set del Dj y productor Breixo Martínez, Valle y su banda aparecían sobre el escenario y entraban al trapo sin más dilación con Life is what it is, hit popularizado por Chicago en 1979. A partir de ahí, todo fue yendo cuesta arriba.
Momento de éxtasis colectivo con Os grilhos, la canción que, en los 60, lo cambió todo en su carrera y que le proyectó como algo más que un sambista aventajado. La banda, a tope y Patrícia Alves –compañera de mil escenarios y señora esposa del interfecto– demostrando que esa voz suya es única, a pesar del mejorable sonido de su micrófono.
Hablar de un repertorio con muchos clásicos es superfluo, teniendo en cuenta que el grueso del cancionero de Valle lo configuran ya clásicos, universales e ineludibles. Así, a piezas de la época dorada como Ta tudo bem, Estrelar o Nao tem nada nao, se juntaron composiciones ya de este siglo XXI que el público –variado, gozosamente multicolor y con edades comprendidas entre los 60 y largos y la infancia—supo reconocer, disfrutar y corear: Agua de coco, Parabêns, online. Nuevos himnos.
Un calambre colectivo recorrió eléctricamente el espinazo de la concurrencia con Olha quem está chegando, uno de los hits de su reciente álbum Sempre, un estremecedor boogie soul que entronca con su gloriosa etapa a caballo entre finales de los 70 y principios de los 80.
Fin de fiesta con Bicicleta y, en los bises, demostración de señorío y de por qué Marcos Valle es pura Historia con mayúsculas, con Samba de verâo y Batucada surgiu. En todo, una hora y media de recital cerrada con aplausos y gritos de adoración y de admiración por estas ocho décadas tan bien llevadas, seis de las cuales fabricando música que siempre logra sonar fresca, nueva, interesante, arrebatadora.
Un aplauso y un cariño que estaba exclamando, sin palabras, con toda el alma puesta en el asador: hasta muy pronto, viejo amigo.
Texto y fotos: Alberto Valle