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Esto suena a aquello: de la invención y la senilidad como plaga

En uno de los grupos de whatsapp integrado por redactores ruteros -una plataforma intelectual de altos vuelos, moderno ágora en el que vuelan a diario sesudas reflexiones sobre blues, rock, cine, libros y sobre todo fútbol- salió a la palestra, a raíz del nuevo disco de The Answer, esa queja abstracta, indefinida y reiterativa del “no inventan nada”. Cabe decir, en descargo de quién se pronunció al respecto, que el comentario según él era del palo “no inventan nada pero molan igualmente”. Pero como ocurre que tantas otras veces -especialmente en las pocilgas y estercoleros virtuales- dicha argumentación se esgrime como algo intrínsecamente negativo y que resta el valor absoluto del trabajo comentado, permítasenos una pequeña reflexión al respecto.

Dejemos claro de inicio que la búsqueda constante -como público- de la invención, la innovación y la sorpresa ha sido secularmente patrimonio de dos caracteres muy definidos: por un lado, el modernete siempre a la última, adalid de las avanzadillas artísticas, y por otro el madurito voluntariamente hastiado, inmerso en su propio sopor vital. El primero ya viene así de serie, mientras que el segundo se hace a sí mismo, pero ambos son caras de la misma moneda. Esa que en la cara lleva impresa la leyenda “sorpréndeme con algo nuevo” y en la cruz “dame algo que no haya escuchao todavía”. Dos personajes que se cuentan por miles hoy, y por miles de millones a lo largo de la Historia. No tengo ninguna duda de que ya allá por el siglo I antes de Cristo, cuando el bueno de Virgilio tuvo a bien ver editada su Eneida, en las tabernas junto al Foro los enteradillos de turno no dudaron en manifestar su decepción ante algo tan poco original, taaaaan homérico.

Centrándonos en el rock como una de las expresiones fundamentales de la cultura popular, los desprecios del gafapastismo son soniquete habitual. Nada que deba ni sorprender ni, a estas alturas, molestar. El listo de papeles que desprecia con suficiencia las bandas de sonido clásico actuales, por repetitivas, mientras se pajea con el enésimo refrito del kraut, Kraftwerk, la Velvet o My Bloody Valentine bastante tiene con su indigencia mental. El problema viene con los maduritos disidentes, por lo que tiene de piedras al propio tejado. A algunos -no pocos- les da por desertar al jazz, y ahí se quedan hasta que su mierda de vida les vuelve a golpear con dureza, obligándolos a nuevas y cada vez más patéticas migraciones. Con lo latino como estación término, donde les espera el hoyo abierto para enterrar su última neurona. Sea como sea al menos se largan y no molestan. Pero otros tantos se quedan en la familia y periódicamente dan la murga con el rollo que nos ocupa: “suena a lo mismo de siempre”, “no están haciendo nada nuevo”, “suenan demasiado a tal o cual banda anterior”…en definitiva, no inventan nada.

Y la pregunta del millón entonces es ¿y qué prefieres, que suene nuevo o que suene bien? Porque uno -hablo por mi- lo que quiere cuando escucha un nuevo disco es que las canciones sean buenas. Que suene potente, o intenso, o emocionante, o grasiento o lúbrico. Que suene a rock’n’roll. ¿Suena a Yardbirds, a Cream, a Zeppelin, a Clash, a Blackfoot, a Petty o Bob Seger, pero suena bien? ¿las canciones molan? ¿las guitarras crujen? ¿el sonido te pone? Entonces, ¿cuál es el puto problema? Ah sí, que no inventan nada.

Decía -con muy buen criterio- uno de los integrantes del mencionado grupo de whatsapp, músico a su vez, que con su antigua banda el objetivo básico era sonar a los AC/DC de Bon Scott. Y que ahora lleva dos años obsesionado con Motorhead y Kyuss y que en su nuevo proyecto quiere guitarras como las de Homme y voces como la de Lemmy. Y que si cuando alguien lo escuche le recrimina que suena mucho a Kyuss y Motorhead lo único que podrá decirle es “pues claro imbécil, porque de eso es de lo que se trataba”. Para parte de la crítica y de ese público renegado aspirante a vestir pañal de adulto en breve, eso es anatema. Eso es aburrido. Eso es más de lo mismo. Cuando en realidad lo que es, es una tara, una deformidad en su lóbulo frontal y en su hoy extinto buen gusto.

Esa persecución de lo novedoso, de lo que no suene a nada anterior no es solo una quimera (todo está inventado, noticias frescas) sino que es una ridiculez. Es como ir a una pizzería y quejarse al cocinero porque la calzone que te han servido -aunque exquisita- se parece bastante a la que te sirvieron hace tres meses en otro italiano. No te importa que la cocción de la masa esté en su punto, el tomate sea natural y la mozzarella de las mejores. Es que resulta que se parece mucho a aquella y usted, señor cocinero, no está inventando nada. Ante lo cual uno se pregunta cuál es la solución: ¿una pizza con anchoas, chocolate, tabasco, colillas de cigarro y caspa de perro sarnoso? Nueva sería, inédita de hecho. Sabría a mierda y seguro que la vomitabas, pero eh qué novedad oye…como nada que hubieras probado antes.

Pero entonces no hubieran existido nunca las vanguardias artísticas y blablablá, podría argumentarse. Cierto, pero es que aquí hablamos de rock. De una música ya clásica, con unos patrones establecidos y cuyo único propósito debería ser reproducirse a base de nuevos y sanos retoños, no de abortos contrahechos. ¿Qué esperas de una banda que hace a día de hoy, por ejemplo, hard rock setentero? ¿Qué le metan un theremín o unas castañuelas? ¿Qué inserten fragmentos de bossa nova y rimas de trap? ¿Para qué, para que inventen algo? A una banda que hace hard rock setentero en 2023 lo que hay que pedirle es que haga buenas canciones. Y que las defienda en directo. Punto. Y si el disco es mediocre o malo, se dice. Pero simplemente porque no da la talla, no porque resulta que esto ya lo hacían Purple, Mountain o Foghat. No me jodas, hombre.

Porque, además -y vamos terminando- argumentar que una banda no inventa nada es tanto una falta de respeto hacia los músicos (a ver qué has inventado tú, mequetrefe) como señal de una arrogancia digna de mejor causa. Por más años -décadas- que lleves escuchando rock, si sientes que ya estás de vuelta de todo y que nadie te ofrece nada nuevo el problema lo tienes tú. Que sepas que ahí fuera hay varios cientos de miles de discos, de ayer y hoy, que no has escuchado en tu vida. Así que no, el rock no te lo acabas ni que quieras. Eres tú, el que está acabado. Sigue buscando cosas no inventadas, pero no te engañes. Lo bueno de una pizza son sus ingredientes, y que esté bien cocinada. El resto, crisis vitales de hacendado. Y pocas cosas más aburridas y tópicas que eso.

 

 

Eloy Pérez

 

2 Comments

  1. Baldo Martinez

    ¡Totalmente de acuerdo!

  2. Cada quien que pierda el tiempo como mejor le parezca pero no veo por qué es mejor dedicarlo a ejercicios de estilo o discos de serie z que a obras maestras de otros géneros (incluidos el jazz, el reggae o la música latina)

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