Los discos póstumos, incluso grabados en vida, tienen un punto de tristeza infinita, y si el fatal desenlace ya se espera, está claro que estará reflejado en los surcos de un disco que uno de sus autores jamás verá publicado. Es el caso del último trabajo de The Sadies, “Colder Streams”, el primero desde el fallecimiento de su líder Dallas Good, que en su momento manifestó que era “el mejor disco que jamás haya hecho nadie alguna vez”. Pues sonó en el Kafé Antzokia, o por lo menos la mayor parte de sus temas. The Sadies siguen ahora en formato trío, sin que su hermano Travis Good haya decidido sustituir el enorme vacío que ha dejado Dallas. Siguen los que quedan, el mejor homenaje que se le puede hacer.
Pero antes de ellos saltaron a las tablas los primos segundos Kacy Anderson y Clayton Linthicum, más conocidos musicalmente como Kacy & Clayton. No es su primera vez por estos lares, donde dejaron un recuerdo importante con su música, más de uno les denominó entonces como los Mocedades de Saskatchewan (su lugar de origen en Canadá). El timbre de voz de ella es clavado al de Amaia Uranga y esta vez lo volvió a demostrar, aunque su propuesta pueda asemejarse a la de unos Sergio y Estíbaliz country. Su breve actuación, media horita, tuvo un evidente tono campestre y delicado, comenzando con “This world has seven wonders” para cumplir con nueve temas en los que se fueron repartiendo las voces, ambos con sus respectivas guitarras y una atmósfera de respeto y atención total del público. La tradicional canción tejana “Done gone” destacó también en una actuación de raíces del dúo, al que no perderíamos de vista en lo que quedaba de velada.
Y The Sadies, en formato trío, contrabajo, batería, guitarra y voz, esto a cargo de Travis Good (y violín en algún tema), quisieron espantar la pena a base de grandes canciones. Y no pocas, hasta 25 interpretaron en poco más de hora y cuarto. Eso sí, sin que parezca que le metían zapatilla ramoniana, muchas canciones en poco tiempo pero sin sensación de velocidad. Sonaron ocho de los once cortes de “Colder Streams”, abriendo con “Stop and start” y “More alone”, con una evidente carga sentimental para Travis, que dedicó el concierto a su hermano. Y lo dicho, rapidez pero sin apresurarse, cada tema tenía su tempo correcto sin acelerarlo, y demostrando que fluctúan perfectamente entre el Country, el Rockabilly, la música Surf y con varias pinceladas de sonidos británicos. Mezclar toda esa amalgama de estilos (a veces incluso en un solo punteo) sin que parezca algo forzado es tener versatilidad, amén de muchas tablas y dominio de sus instrumentos.
Del nuevo trabajo sonaron también otras como “Message to Belial” (un reproche al Príncipe del infierno por haberse llevado a su hermano), “Better yet”, “All the good”, “So far for so few”, “No one´s listening” (con su aire a Nirvana) y “Cut up high and dry”, un repaso intenso a un disco que destacará entre todos sus trabajos por la calidad y el sentimiento que hay en sus letras y sus acordes.
Durante once temas compartieron escenario con Kacy & Clayton, un complemento importante, pues sí que se nota esa falta de una guitarra en directo. Siguen sonando tan bien como siempre pero con menos cuerpo y varias canciones sí que echan en falta otras seis cuerdas. Los primos aún no estaban presentes en la surfera “Cheat”, pero con la versión de “Fist City” (de Loretta Lynn) dejaron su impronta, ella sola a la voz en varios temas, mientras que Clayton guitarreaba. También versionaron “I wasn´t born to follow” de The Byrds (inolvidable cuando sonaba en “Easy Rider”) y se complementaron perfectos con The Sadies.
Para el bis, de tres temas también contaron con su presencia, finalizando con “Heart of Wood” y la instrumental y latina “Dark eyes”. Poco más de hora y cuarto. Lección de profesionalidad y el camino es claro para suavizar la pena del espíritu.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows
