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Komodor – Kafe Antzokia (Bilbao)

 

Hay muchos debates (y más que habrá) sobre si el Rock está muerto, que no hay relevo ni bandas nuevas, que si la juventud ya sólo quiere Trap y son fanáticos del Autotune… en fin, nada nuevo. Pero lo que sí que llama la atención es que todo eso es un hablar por hablar porque sí que hay relevo, sí que hay futuro y llevan matando al Rock´n´Roll desde hace décadas y no se muere, no. Y para demostrarlo cinco jovenzuelos hijos de la Bretaña (no la Gran, sino la francesa) pisaron el escenario pequeño del Kafe Antzokia para demostrar que el manido debate es estéril. Se rockea y se rockeará. Diez fechas de gira para mostrarnos todo lo que tienen. Esta vez mirando mucho hacia el Hard setentero. El quinteto tiene muy claro lo que le gusta. Desde su aspecto retro total (nunca he visto tantos pares de botines juntos sobre un escenario, flecos, camisas y pantalones de los de aquella época) hasta su sonido, que bebe del Hard Rock de las décadas de los 60 y 70, tocando también la psicodelia y el Glam más británico, Komodor lo dio todo ante una parroquia no muy extensa pero que se metió hasta el fondo en la ceremonia que proponía el grupo.

El concierto empezó un poco frío y desubicado pero la cosa se fue entonando a base de riffs que bebían de varias fuentes. Muy acusada la influencia de The Hellacopters, MC5, Blues Pills (sus mentores cuando decidieron sacar su EP “Komodor” y su único disco hasta la fecha, “Nasty Habits”) y también por momentos Monster Magnet o los inclasificables King Gizzard and the Lizar Wizard, ambos cuando los pasajes se tornaban más psicodélicos. Empezaron con “Just an escape” para ir calentando motores, con temas cantados a dos y tres voces y una acústica que sólo desaparecía cuando aparecían las maracas o la segunda rítmica. El marcado riff de “Give up”, muy glammy, ya empezaba a entonar a la parroquia bilbaína, que tenía muy buen recuerdo de Komodor. Su anterior visita en abril a La Nube, compartiendo cartel con sus paisanos Moundrag puso el local patas arriba cuando los dos grupos se marcaron una jam de las de acabar mezclados todos los músicos con el público. Aún se habla de aquello.

La furiosa interpretación de “Still the same” ya dejaba claro que ese era el lugar y el momento adecuado para hacer de la noche del martes una noche de Rock´n´Roll. Fueron cayendo temas con el grupo cada vez más sudoroso y entregado, “Debt City” (con aroma a Kiss), “Heavy Maria”  (doble punteo guitarrero, muy Hard Rock), la densa “Set me free” o la dedicada a sus compatriotas antes mencionados, “Moondrag”.

¿Lo mejor? El tremendo temazo psicodélico “Mamacita”  y el pildorazo de “Believe it”, in crescendo en cuanto a tralla y con un final lleno de efectos. Tocaron todo su repertorio, al que acompañaron con un par de versiones, el “Know who you are” de Slade y, en el único bis, una tremebunda revisión del “Ramblin´ Rose” con el vocalista enajenado entre el público face to face viviendo su particular Liturgia a las seis cuerdas. ¿Quién dice que el Rock está muerto visto lo visto?

Texto: Michel Ramone

Fotos: David Mars

 

 

 

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