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The Who – Royal Albert Hall (Londres)

Nos las prometíamos muy felices en la expedición rutera al ocupar nuestros asientos del imponente Royal Albert Hall (que, por cierto, cumple ahora ciento cincuenta años). No había para menos, ya que el regreso de los Who tras el parón pandémico se había anunciado en forma de extensa gira americana de grandes éxitos, con orquesta sinfónica incluida, a iniciarse el próximo 22 de abril. En otras palabras, una vuelta a los escenarios fuera de nuestro alcance, a no ser que, además de tirar la casa por la ventana en términos económicos, obviáramos la cada vez mayor probabilidad de que se produzcan cancelaciones. Sin embargo, y gracias al encomiable apoyo que viene prestando Roger Daltrey a la institución benéfica Teenage Cancer Trust, se presentó con posterioridad otra oportunidad: The Who en formato acústico. Única fecha, 25 de marzo. En el Royal Albert Hall londinense. Así, sí.

Un precedente avalaba nuestra apuesta, ya que justo antes de que los malditos microorganismos detuvieran las macro-giras y muchas cosas más, Pete Townshend y Roger Daltrey, liderando una banda básica con algunas caras conocidas, habían ofrecido unos pases acústicos muy informales, pero a la vez muy enérgicos, ante una audiencia muy reducida. Fueron sólo nueve canciones entonces, aunque suficientes para hacernos salivar a quienes lo visionamos después en youtube, vía teléfono móvil de un generoso fan situado casi sobre el diminuto escenario.

Así que allí estábamos, el comando rutero formado por Sergio Martos, Javier H. Ayensa y un servidor, especulando sobre si tocarían ésta o aquélla, o sobre si los Who supervivientes, a su edad (78 y 76), estarían muy oxidados después de dos años en barbecho. Hasta que aparecen en escena Roger, Pete y siete músicos más. Primer comentario de Townshend y primera en la frente: “sólo hemos ensayado dos horas”.  Risas de unos cuantos de los presentes (¿alguien sabe por qué?) y cara de circunstancias entre nosotros. Arrancan con los acordes de “Substitute” (¡buena elección!), entra Daltrey y su voz todavía suena potente (¡bravo!)… pero algo no encaja. ¿Un acordeón? ¿Un violín? ¿Una mandolina? ¿Ni rastro de Zak Starskey? ¿Solo la percusionista Jody Linscott para reemplazar la batería? La respuesta a todas estas preguntas es afirmativa. ¿Para qué una formación así? ¿Para acabar sonando más folkies? En fin, es lo que hay.

Siguen con “Squeeze Box” y la sorprendente instrumentación parece encajar algo mejor. Sin embargo, transcurridos unos segundos de la canción, se detienen abruptamente. Townshend comenta a sus compañeros que no están tocando todos en el mismo tono. De ser así, entre tanto instrumento, ni se apreciaba. En cualquier caso, se confirma que Townshend no bromeaba con lo del casi nulo ensayo. De hecho, reinician “Squeeze Box” y parecen no acertar a entrar todos a la vez, aunque acaban encontrándose y Rog sigue cantando de maravilla. Agarrémonos a esto último, crucemos los dedos y quizá todo irá bien.

Pero no. La tercera es “The Kids Are Alright” y también requiere de un segundo intento. Esto ya pasa de castaño oscuro. Además, Roger y Pete se dedican a hablar entre tema y tema más de lo que parece razonable, por lo que la cosa empieza a pintar realmente mal. Es entonces cuando, en contrapartida, llega uno de esos momentos mágicos, de los que disculpan deslices anteriores. Es “Tattoo” y suena a gloria, con unos coros a cargo de Pete, su hermano Simon y el viejo conocido Billy Nicholls evidenciando que, a veces, cuando se concentra tanto talento, se puede rozar la perfección incluso sin ensayar. La siguiente, “Behind Blue Eyes”, mantiene la emoción en todo lo alto, si bien la adaptación, con Townshend sentado, no acaba de convencer a Sergio y a Javier.

Hasta ese punto, por tanto, arreglos discutibles y actuación accidentada por la falta de ensayo, pero muy buen repertorio. A partir de ahí, en cambio, nueva fase del concierto con una selección de temas entre incomprensible y decepcionante. Desde “Real Good Looking Boy”, tema muy menor de su discografía, hasta un “Eminence Front” que pierde todo su fuelle al desenchufarse, pasando por un desacertado repaso de su último disco (WHO, de 2019), trabajo con cortes mucho más reivindicables que las elegidas, “She Rocked My World”, “Beads on One String” (convertida aquí en homenaje a Ucrania) o “Break The News”. Esta última, obvia concesión de espacio al hermano Simon por su buena labor en el seno del grupo en los últimos años, es a todas luces la más prescindible de la noche… pero Daltrey considera que no ha quedado bien (ha tenido problemas técnicos en su monitor y ha dejado de cantar la parte final, siendo cubierto por Simon, autor de la canción), por lo que deciden repetirla. ¡Horror!

Afortunadamente, con el rush final todavía hay tiempo para redimirse. Y así será, a pesar de que se cuele un tema de Pete en solitario, “Let My Love Open the Door”, que no pinta nada ahí, y menos en acústico. Pero salvando ese traspiés, y gracias a “Pinball Wizard”, “Who Are You”, “Baba O’Riley” y “Won’t Get Fooled Again”, en este tramo final los dos genios llamados Pete Townshend y Roger Daltrey nos demuestran que, incluso en días saturados de óxido y con más sombras que luces como el que vivimos, son capaces por momentos de hacer justicia a su leyenda. Sobre todo en ese “Won’t Get Fooled Again”, en el que se quedan ellos dos solos sobre el escenario y lo bordan, con una auténtica exhibición de guitarra acústica tocada salvajemente por Pete.

Mientras abandonamos el mítico recinto circular, Javier se muestra lógicamente decepcionando, coincidiendo con Sergio en no salvar tampoco de la quema la versión de “Who Are You”. Además, Sergio sugiere que, en adelante, Rog y Pete deberían actuar solos, sin músicos de apoyo, porque es ahí donde surge la magia de verdad. No sucederá, por mucho que fantaseemos con ello, porque el tiempo no pasa en vano y, a estas alturas, les atrae más refugiarse tras una banda muy numerosa, o incluso tras una orquesta, que exponerse prolongadamente y casi desnudos a la exigencia de su propio repertorio y su legendario pasado. Personalmente, me voy con la sensación de haber cerrado un círculo, ya que les vi por primera vez en 1996, también en Londres y también con un Townshend algo apagado y tocando sólo la acústica. Por el camino, un montón de espectaculares conciertos que fueron auténticos regalos caídos del cielo, por totalmente inesperados tras lo visto esa primera vez. Fue genial y hasta aquí hemos llegado. Al escucharme, Sergio reacciona redoblando la apuesta. No puede quedarse con este sabor agridulce como último recuerdo de los Who en vivo. Cree que en la próxima gira, más ensayada, volverán a las andadas y habrá que hacer lo posible para no perdérselo. Mentiría si dijera que lo descarto totalmente. En cualquier caso, si sucede, sepan que aquí se lo contaremos.

Texto y foto: Xavi Llop

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