Rutas Inéditas

Nada Surf, diario de gira

 

Estudié Periodismo para trabajar en la Rolling Stone. Soy de la camada que vio Casi Famosos y encontró un modo de vida al que aspirar. Quería cubrir las giras más salvajes con los grupos más grandes y quería conocer a esas fans que son groupies y que se autoproclaman banderas. Quería formar parte de la onda sabiendo que no era de la onda. Tener a Lester Bangs con cara de Phillip Seymour Hoffman dándome consejos. Que mi hogar fuera la carretera y mi cama distinta cada día. No saber en qué lugar me acuesto ni en qué ciudad me levanto. Quería que los músicos que más admiro supieran de mi existencia. Que me tuvieran en cuenta y respetaran mi presencia. Que me llamaran enemigo. Quería ser William y quería ser Cameron Crowe. Quería, -y aún quiero- aparecer junto a Hunter Thompson en una misma frase. Qué coño, quiero ser Hunter Thompson y que a las nuevas plumas le digan eso de “no estás ahí de juerga, para eso ya tenemos a Borja Morais”.

Escribir sobre lo que veo y lo que vivo junto a un grupo de gente que compone y canta y hasta discute sobre lo que ve y lo que vive. Quería todo eso y que me pagaran por ello. Cobrar por soñar y hacer realidad mis sueños con todos los gastos pagados.

Terminé la carrera y al rato cerraron la Rolling Stone en España. Llegué como pude y supe al periodismo musical actual, ese que sobrevive gracias a entrevistas por teléfono y fotos de promoción. Al de las preguntas superficiales y las respuestas comedidas. Al de los reportajes cuadriculados o sacados de contexto, sin término medio. A la acción que evita la reacción. A la contracultura patrocinada. Un periodismo que sonaba mucho mejor en mi cabeza.

Soy consciente de haber llegado 20 o 30 años tarde al baile, pero en mi cabeza sigue sonando todo bien. Tan bien que, de aquella manera, pude hacer mi propio Casi Famosos en la gira que los Nada Surf hicieron por nuestro país, antes de que España estuviera castigada sin salir. Una gira a la antigua, de las de autobús y salas míticas. La gira que siempre he querido cubrir.

Claro que, como todo esquema mental en forma de sueño, la realidad traía sus propias condiciones. Para empezar, no entraba al principio de la gira, ya que los Nada Surf llevaban girando desde enero. Veinte fechas a lo largo y ancho de EE. UU, parada en Alemania, Inglaterra o Francia y conciertos en Valencia y Murcia antes de llegar a Madrid, donde me uniría a ellos para ir a Bilbao y Pamplona. Un fin de semana de acá para allá, mal alimentado pero bien peinado, que dijo un sabio.

Mediodía de un viernes frío en la capital. El sleeper bus aparcado frente a la Riviera y tres niñas que hacen guardia en la puerta con sacos de dormir. Aparece Dani por una de las entradas y nos damos un abrazo. Tiene tiempo para tomar una cerveza antes de una entrevista para la televisión y la prueba de sonido. No será una sola birra, pero cualquiera que conoce un poco al bajista sabe que para él la vida es eso que sucede entre que acaba una cerveza y abre la siguiente.

Vamos al Linneo 9, como siempre, porque Dani es tío de ideas fijas. No espero menos de alguien que toca con el mismo bajo que le regalaron con 18 años. Entre trago y trago, habla de la gira y de lo bien que está yendo, aunque despotrica del tiempo que lleva sin pasar por casa. Se han saltado la condición unánime de no girar más de 3 semanas seguidas en pos de la promoción de Never Not Together, noveno álbum de estudio de la banda.

Total, dos meses y pico de gira -y los que aún les quedaban si no llega a ser por el Bicho19-. “Desde el 6 de enero”, afirma Lorca con exactitud. Parece un preso inocente que escribe con tiza cada día que pasa encarcelado injustamente. Anda mosqueado porque a la gira inicial se han añadido cuatro fechas más por Norteamérica. Entiende que en su vuelta vayan a Toronto y a Monreal pero, “¿qué coño pintamos tocando en Fairfield, Connecticut? ¡En Maquoketa, Iowa! ¿En serio hemos dejado pasar Sao Paulo y Río ante 3000 personas para tocar en Aiogua y Connticat?”. No la va a hacer y espérate que no abandone el grupo. Dani dice siempre la verdad. Incluso cuando miente dice la verdad. El tercio como unidad de frecuencia y la sinceridad bruta como unidad de medida.

Vamos hacia la sala, que hace 10 minutos que Dani y Matthew tenían la entrevista. Aún sigo dándole vueltas a las quejas sobre la gira porque en mi percepción casifamoseica no existen quejas ni discusiones sobre este tema -y mira que Stillwater discute por todo, salvo por la gira- cuando nos encontramos con Matthew. Nos abrazamos y le pregunto qué tal lo lleva. Todo okey, como no podía ser de otra manera. Le noto cansado, algo que tras las impresiones de Dani puedo llegar a entender, aunque choque con mi idea. Matthew echa de menos a su mujer y a su hijo, pero esto es lo que toca ahora y podría ser peor. Pasamos al lado de las tres adolescentes y me sorprende que ninguno de los dos se pare un momento para hablar con tres chicas que están haciendo tiempo hasta que llegue su concierto. “No están ahí por nosotros, sino por el concierto del martes de uno de los Jonas Brothers”. Banderas bajo sacos de dormir.

Acabada la entrevista es momento de la prueba de sonido. Una prueba de sonido de casi 45 minutos. La gran particularidad de los Nada Surf es que no ensayan antes de salir de gira. Dani vive en Ibiza, Matthew en Cambridge, Ira en Florida y Louie en Austin. Esto provoca que tengan que aprovechar cada momento que pueden para ensayar. Ya sea una prueba de sonido, un momento en el backstage o incluso un concierto. Resulta curioso ver a un grupo con más de 25 años de trayectoria, en el que dos de sus integrantes se conocen desde que eran pequeños y que desde su álbum debut ha mantenido la misma formación, errar en medio de una canción y parar para ajustar y darse indicaciones. Al final, este ambiente/negocio/industria es tan ficticio y, por tanto, inmortal porque lo que llega al resto del mundo son los videoclips pluscuamperfectos, los álbumes masterizados y los conciertos casi siempre redondos. Pero la música de verdad, al menos la que yo valoro, tiene que ver con todo lo que pasa antes, durante y después de tanta excelencia y tanto espectáculo. Todo arte se ampara en la nobleza del ensayo-error, y ese proceso es el que realmente me interesa.

Quedan dos horas para el concierto. Terminada la prueba vamos hacia el camerino. Picamos algo de embutido, cerveza y vino mediante, hasta que Matthew aparece con un aguacate. El cabrón es tan majo y tan todo lo bueno que te hace sentir culpable por no estar a la altura de lo que sea que haya que estar a la altura. Ira aparece y desaparece con una canción amarrada a la boca. Es el verso más libre de una banda compuesta por notas sueltas. Todos ellos hijos de su padre y de su madre. Peculiares como la trayectoria que los avala. Indies antes de que el término perdiera su esencia. Sabedores de los pasos que no tenían que dar si querían triunfar a su manera. Exponentes de una filosofía que cuenta con el libre albedrío a la hora de componer o meterse a un estudio y el reparto equitativo a la hora de cobrar. Lo decía antes de conocerlos y lo defenderé hasta que me muera: si hubiera sido músico y tuviera que elegir un grupo al que pertenecer, ese sería Nada Surf.

Dani se marcha al autobús a dormir la siesta. Tiene que descansar para el concierto y el postconcierto. Viene de una larga noche en Murcia donde su propio bis, como es costumbre, se ha estirado más de la cuenta. Ya lo dice siempre: “Lo que más me gusta de las giras son los conciertos, salvo en España. Aquí me gusta todo lo demás” Aparece Louie y se oye a lo lejos el tarareo de Ira. En estos tres días escucharé más a Ira cantando que hablando.

23:30h. El concierto ha ido bien, aunque con prisas. La Riviera tiene que seguir haciendo caja y para ello se viste de discoteca. Una hora y media de concierto que se antoja corta, pero el negocio es el negocio. Mientras la mona Riviera se viste de seda, Matthew firma discos y camisetas y se hace fotos y ofrece el codo en vez de la mano en el kiosco de merchandising. Algunos buscan firmas y compran discos y camisetas mientras otros subimos a la sala habilitada para tomar un cacharro. Dani ya anda por ahí, junto a ilustres como Fino Oyonarte, quien horas antes estaba presentando el nuevo álbum de Los Enemigos. “¡Cómo iba a perderme el concierto de mi hermanito Daniel!”

Un exfutbolista reconvertido a cantante reconvertido a comentarista deportivo que aquí es un fan más pide respetuosamente a Dani que le firme el vinilo de High/Low que lleva bajo el brazo. Intenta conversar con el bajista, pero a cada momento aparece algún VIP de pulsera pidiendo una foto a alguno de los dos. Si por algo se caracterizan los saraos postbolo es por las instantáneas que se hacen en el instante menos adecuado. Al rato, los seguratas nos piden respetuosamente que abandonemos la sala, con música electrónica acompañándonos de fondo.

Alrededor de la 01:30h. El show debe continuar y Moloko es la sala donde se hace la “postfiesta oficial, con los miembros de Nada Surf presentes”. Todos los que vamos allí sabemos quién será el representante de la banda. A eso de las 3, Dani recibe un mensaje que lee en su Iphone con las letras ampliadas. En un grupo llamado Nada Surfers, Ian, el tour mánager, ha escrito: “We´re going down Burgos”. Dani responde: “Ok, see you at destination”.

 

10:00h de la mañana del sábado. Nada Surf actúa en el Café Antzokia de Bilbao a las 21:00h. Dani y yo nos dirigimos a recoger a Carlos, mánager general de Cosmic Producciones y mánager español de Nada Surf y a David, el fotógrafo que cubrirá la gira conmigo. Hemos dormido 10 minutos. Abrimos una cerveza y conduzco 3 km hasta casa de Carlos. 3km que parecen 300. Carlos nos ve la cara y se ofrece, casi ruega, conducir. Mánager, amigo y padre.

Bilbao, mediodía. El viaje se ha pasado en un suspiro. O en un ronquido. Llegamos al hotel, situado a 20 metros del Antzokia. Se han alquilado habitaciones para que los chicos duerman siesta y se duchen antes del concierto. Habitaciones en las que, una vez el bus haya partido hacia Pamplona, dormiremos David y yo. Estoy reventado y deseo coger una cama, la que sea. Nos cruzamos con Matthew, que se va al Guggenheim, y nos pregunta qué tal la noche y el viaje. Basta un “bfffff” como respuesta para que se haga una idea. Hacemos el check in y nos vamos a comer, caminando más por inercia que por ganas. Picoteamos algo y Carlos se marcha a “descansar”. Se acostó a la 01:30 y ha dormido ocho horas, pero la tralla de Murcia y Valencia tuvo que ser épica. Dani aún aguanta a acabarse su cuarta o quinta cerveza del día. Ha pedido un Cabify, aunque tardaría menos si volviera andando. Contamos unos chistes y se marcha a dormir. Tiene el horario de Wisconsin.

Acabamos el chupito (a la bilbaína) de Pacharán y nos arrastramos al hotel. Pasamos por la sala y nos encontramos con Carlos y con Ian. Carlos, entre unas cosas y otras, no dormirá siesta. Nada Surf es su punta de lanza desde hace 15 años, y si la banda llena espacios como La Riviera es en parte mérito suyo. En esta gira, tres llenos de cinco. Pero el personaje más interesante de toda la gira es Ian. Es al que hay que caer simpático para que no ponga pegas, y al preguntarle por su vida personal, nos cuenta que conoce el País Vasco porque en su día estuvo en el Jazzaldía viendo a Miles Davis. Si ya con esto tenía comprada toda mi envidia, prosigue contándonos que fue su ingeniero de sonido dos veces. Ian es escocés de nacimiento y acento, aunque su vida ha transcurrido entre giras y autovías. Adora a los Cure –de Quiúa, en escocés-, y fue ingeniero de sonido de casi todos los grupos que emergieron en el Britpop. Destaca su trabajo con The Verve, mi banda favorita, y me habla de Richard Ashcroft como quien habla de su hijo. Por si no me lo termino de creer, me enseña su número de teléfono como prueba irrefutable. Estoy tan flipado que no me da tiempo a aprendérmelo de memoria. Nos despedimos hasta luego y creo que le hemos caído bien al viejo Ian. Y si no fuera así, tampoco me importaría.

Son las 20:30h. La cola da la vuelta a la esquina. Están todos en el camerino. Todos salvo Dani, que aparecerá 10 minutos antes del concierto. Ni prueba de sonido ni hostias. Con ellos está John Vandeslice, telonero de los Nada Surf y afamado productor. Conoce bien España porque produjo Tiny Telephone -es, además, el nombre de su productora- de los Sunday Drivers.

23:00h y las luces se apagan. Ver un concierto desde la parte trasera del escenario tiene sus ventajas. Desde los rostros del público a los aparatos que se utilizan para los efectos del humo y las luces. También los ejercicios de Ira, las expresiones en euskera que Matthew se ha apuntado en la mano o el beso que Dani le da al cantante antes de salir. Hay días en los que el grupo solo se ve en la sala. Llevan desde el 6 de enero conviviendo y poco tendrán que decirse ya. Eso sí, pocos grupos he visto funcionar mejor en directo. Mismo setlist que en Madrid, pero mucho más memorable. La culpa es de una niña que, desde la primera fila, canta absolutamente todas las canciones. Sujeta un cartel y sonríe a su madre. Al final del concierto Matthew baja a abrazarla y Dani habla emocionado de ella, aunque reconoce que se ha pasado medio concierto viendo si fallaba en alguna letra.

01:30h La sala se despeja mientras Matthew hace su performance habitual en el merchandising y los técnicos recogen el escenario. Dani habla con la gente e Ira ayuda a guardar la batería. Ian no está muy contento con el sonido de la sala. Desde mi perspectiva todo ha sonado bien, pero él es el que sabe de esto. ¡Joder, ha ajustado el sonido de Nick McCabe!

La banda se dirige al bus para ir a Pamplona. Por lo que sea, Dani se queda y se toma un par de cervezas con algunos espectadores. No me veo capaz de aguantar otra noche sin dormir, y menos teniendo una cama a 20 metros. Día y medio de gira y ya estoy molido, menudo mierda estoy hecho. A eso de las 02:30h Dani se despide porque “va al bar de enfrente a saludar a unos amigos y se marcha a dormir”. Creo que eso es lo que me dice, porque le respondo a todo que genial. Le veo alejarse hacia la puerta y en cierto modo me siento aliviado. Al final me dan las 05:00h entre punk vasco y bilbaínos que me miran como si no me conocieran. Engancho a David y nos vamos a dormir. Tengo un mensaje de Carlos de hace tres horas: “A las 11:00h salimos, díselo a la fiera”. Confío en que la fiera con rastas ya lo sepa y me meto en la cama. Retiro todo lo dicho en las seis primeras líneas.

11:05h de la mañana del domingo. Dejamos las habitaciones y nos encontramos con Dani en el bar del hall. Está desayunando un sándwich y una caña a la bilbaína. Alucino. Termina, check out y al coche. Esta vez conduzco yo. He dormido cinco horas que han parecido cuarenta, así que no hay problema. Paramos a echar gasolina, la excusa para que Dani compre una cerveza y coja el ordenador porque tiene “trabajo que hacer”, aka sacarse un vuelo desde Glasgow, donde les han cancelado el bolo por el Bicho19, a Ibiza. El más barato sale de Londres a las 9 de la mañana. Dani despotrica contra todo y todos. Espérate que no abandone el grupo. Ahora le entiendo un poco mejor, porque si yo estoy deseando llegar a mi casa, no me imagino él. Sin saber cómo, ha tomado el mando de la música que suena en el coche y pone a los Atención Tsunami. Nadie va a poner un pero, porque Lorca siempre tiene la razón, incluso cuando no la tiene.

14:15h. Llegamos a Pamplona y no recuerdo nada de lo que hemos ido hablando por el camino. Bueno, sí: Dani conoció a Hunter Thompson. Solo acierto a preguntar si estaba tan colgao como parecía y responde que más. Que le vio en una conferencia a la que el doctor asistió con cuchillos y navajas. Y para qué contar más. No ha hecho falta que me enseñara el número de teléfono para creérmelo.

15:00h. Comemos en una sidrería a la que va a asistir toda la banda. Será la primera vez que veré a los cuatro juntos fuera de una sala. Llegamos Carlos, David, Dani y yo y esperamos a que llegue el resto. Escanciamos sidra y pedimos un vino llamado “Puro Vicio”, que con ese nombre tiene que estar de puta madre. Aparecen Matthew y Louie. Ira se ha quedado en el bus y, con él, mi deseo de ver a los cuatro juntos. Vienen el chuletón y el bacalao, aunque Matthew ha pedido aparte, que es vegetariano. Me sentiría igual que cuando sacó el aguacate si no fuera por la pinta que tiene el chuletón.

Matthew se ha mostrado encantador pero distante, en estos tres días. Tampoco lo hemos visto mucho más allá de los conciertos. Entablamos conversación y hablamos sobre Raymond Carver, mi escritor de cabecera al que él también admira. Por un momento confío en que me diga que conoció a Carver, pero ya sería demasiado. En su lugar, me enseña un experimento que está haciendo, consistente en reducir Moby Dick a la mínima expresión. En quedarse con lo esencial de la novela sin restarle coherencia. Quizá le sirva para componer o quizá no, pero alguien que tiene en su haber nueve discos de estudio y algunas de las letras más inteligentes que he escuchado nunca, puede hacer lo que quiera. Lleva 158 páginas.

Hablamos de periodismo del bueno. De Neil Strauss y de David Carr. De la época del cantante como redactor y editor de Guitar World. Como enemigo. De su entrevista con Lou Reed convertida en charla personal y la entrevista con un grupo canadiense que tuvo que inventarse al fallarle la grabadora. Ni es el primero ni será el último al que esto le pase (toco madera). Hablamos del periodismo musical actual, el de las preguntas superficiales y las respuestas comedidas. De los periodistas que van de estrellas y responden a sus propias preguntas. De los que preguntan cosas como “¿qué es para ti el amor, ya que has compuesto Inside of Love, Always Love y otras tantas canciones sobre ello?”. De los que se masturban leyéndose. En definitiva y antes de marcharnos, llegamos a la misma conclusión: somos más del periodismo old school. Como lo era Rolling Stone. Como lo es Guitar World. Como lo es esta revista.

19:30h. Hemos dormido siesta antes del concierto en otro hotel de usar y tirar y vamos hacia la central por el mismo camino que va la manifestación del 8M. Qué tiempos aquellos de paz, tranquilidad e ignorancia. David y yo tenemos prácticamente todo el material para el reportaje y este concierto vamos a verlo como meros espectadores. Nos apoyamos en la barandilla justo delante de donde se pone Dani, por si no le teníamos muy visto.

Once y pico de la noche. Poco o nada cambia con respecto a los dos conciertos anteriores, salvo que Matthew está especialmente hablador. Quizá sea el “Puro Vicio”. Habla del primer concierto con su hijo, nada menos que de Paul McCartney en Liverpool. Muy cool. De cuando en el final de Hey Jude pidió Sir Paul que solo cantaran las mujeres y de cómo Matthew quiere escuchar esa voz en gobernamentos, política sobre el clima y en todos sitios. Happy Women´s Day. Aplauso generalizado y una confirmación: Matthew es encantador.

Último descanso antes de cerrar con Popular. Matthew da las gracias a todo el equipo y a todos los fans por seguir apoyando, pero en Pamplona aguarda una sorpresa. Se gira hacia nosotros y suelta un Thanks to our friends David and Borja. Aunque tremendamente agradecido, hay algo que no he hecho como debería.

01:00h. Fin de la gira española. La Zentral parece enorme cuando está vacía. Los ecos de las voces del público dan paso a los ecos de los trastos transportados desde el escenario. Llueve en Pamplona y no hay un alma en la calle. Supongo que este es el panorama que el grupo se encuentra en casi todas las ciudades de domingo a miércoles, jueves si me apuras. Empiezo a entender tantas quejas por las giras. En mi idea casifamoseica esto no terminaba así. Vamos a por unos bocadillos y Carlos compra para todo el equipo. Nos despedimos de Ian, quien nos da las gracias y nos ofrece sus servicios para lo que necesitemos. Le aseguro que con que le diga a Richard Ashcroft que es el puto amo tengo suficiente. Ira nos abraza y nos asegura que hemos sido como el aire, apenas ha notado nuestra presencia. Estoy de acuerdo con él, aunque creo que ha sido algo recíproco. Abrazamos a Matthew y le agradecemos la dedicatoria. Le debo un libro de Carver cuando vuelva a España. Todos se van hacia el bus sin nadie que salga a su encuentro. La soledad del artista tiene que ser algo parecido a esto. Falta Dani, para variar. Estamos en el único bar abierto de la zona, así que no puede estar bebiendo cerveza.

01:30h Aparece Dani. Ha ido al hotel a recoger sus cosas y se dirige al autobús. Esta vez no se libra. Mañana tocan en Burdeos. Nos damos un abrazo y nos invita a visitarle a Ibiza, como siempre que nos vemos. “A ver si cancelan el resto de la gira, que no sé qué tengo más que hacer para perderme un bolo”, dice como broma premonitoria.

01:40h. Nos vamos al hotel, que hay que dejar escrito el reportaje antes de volver mañana. Moraleja: ser como el protagonista de Casi Famosos está bien… durante los 122 minutos que dura la película.

Moraleja 2: Cada vez admiro más a Hunter Thompson.

P.D.: Aquí van 3.000 palabras más mil más de regalo, como el artículo que Ben Fong-Torres le encarga a William. No cobraré 1000 dólares por ello. Tampoco 700. Es tiempo de valorar otras cosas. Tengo la suerte de hacer entrevistas sin condiciones. De cubrir giras que van más allá de los conciertos para medios más viejos y respetables que yo, mantenidos con talento y esfuerzo sobre una esencia más dura que el pan de ayer. Medios donde he aprendido como lector y aprendo de los mejores este oficio que no se enseña en colegios ni universidades, por mucho que se empeñen. Medios donde me dejan escribir de lo que quiera y como quiera.

Es tiempo de valorar otras cosas.

Al fin y al cabo, tengo claro que prefiero vivir en un pisito decorado por mí que en una mansión adornada con los muebles de otro.

Texto: Borja Morais

Fotos: David G. Folgueiras

 

 

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