Estaba hace un par de meses hablando con un colega sobre el excesivo precio de las entradas para ver a los Stones en el Wanda, cuando de repente me dice:
-“Escucha, niño. Que por el mismo precio nos vemos en EE.UU a, atento: Joan Jett, Poison, Def Leppard y Mötley Crüe”.
-“Cuenta conmigo”, le respondí sin dudarlo.
Resulta que estos cuatro mastodontes comenzaban a mediados de junio una gira pospuesta por lo que todos sabemos. Una gira llamada –como no- The Stadium Tour, que contaría con 38 actuaciones por toda Norteamérica y que había vendido más de un millón de entradas. Una gira de esas que ocurren una vez en la vida y que merece y mucho la pena ver en un gran recinto, sea uno fan o no de las susodichas bandas.
Total, que el colega y servidor nos pusimos manos a la obra a ver qué ciudad nos encajaba más por disponibilidad, tiempo y dinero. Él quería Philadelphia o Chicago. Yo prefería San Francisco o Las Vegas, últimas fechas confirmadas. Entonces, ¿por qué Miami? Una ciudad hecha por y para las apariencias y la ostentación, en la que parece que estás constantemente en un videoclip de reggaetón y en la no se lleva mucho esto del rocanrol. ¿Por qué Miami entonces? Porque, sorprendentemente, los vuelos eran los más baratos, porque es verano y, sobre todo, porque el de Miami era el segundo concierto de la gira, y las cosas como son, ninguno de los dos apostábamos a que las cuatro bandas acaben todo el tour**. Así que mejor verlos frescos y empezando, que hablamos de gente con una trayectoria y una leyenda tan apasionante como impredecible.
En resumen, una semana después de la llamada ya teníamos todo cogido.
El concierto era el 18 de junio y empezaba a las cuatro y media de la tarde, a mil grados a la sombra. La ley prohíbe hacer conciertos más tarde de las 00:00h, así que entre los bolos, los parones para cambiar el escenario y posibles imprevistos, parecía que íbamos a una merienda en lugar de a un concierto. Luego nos extraña que esta gente venga a España y se vuelvan locos. ¿¡Qué coño es eso de ver un concierto de rock a la hora de la siesta!?. Pero estamos en EE.UU. y tenemos que adaptarnos, así que religiosamente nos presentamos en el Hard Rock Stadium a la hora señalada y nos fijamos en que son muchos los que piensan como nosotros. Durante la actuación de los sorprendentes Classless Act, teloneros en esta gira, el sol pega en casi la mitad del recinto, así que los que estamos en pista nos apañamos como podemos en la en la mitad en la que da sombra. Como hormigas huyendo de una lupa.
Hay un axioma incuestionable que anula cualquier posible queja: los yanquis son únicos en esto del Show Business. Hay gente disfrazada del rollo Glam que tanto caracterizó a los protagonistas de la velada. Un tío disfrazado de Slash – cigarro incluido-; otro de Axl Rose, madres que están más buenas que sus hijas y que quizá tuvieron en su momento un lío con alguno –o varios- de los que en un rato se subirán al escenario, amigos que se quedaron anclados en los 80, camisetas de Tours de los 90, de principios de los 2000; fans de Def Leppard peleando de buen rollo con fans de Mötley Crüe. Parece que, en lugar de en un concierto, estamos en el Salón del Cómic.
A eso de las 16:45 aparece Joan Jett con sus Heartbreakers. Un repertorio plagado de versiones -entre las que destacan “Light of Day” de Springsteen, “Everyday People” de Sly & the Family Stone” o el “Crimson & Clover” de Tommy James- se mezclan con los grandes éxitos que convirtieron a la de Pensilvania en una de las banderas del punk rock. Cherry Bomb, Bad Reputation y, por supuesto, “I Love Rock `n´ Roll”, la canción de The Arrows que Jett hizo suya hace mucho tiempo. Una actuación sin grandes alardes de menos de 45 minutos en la que Joan Jett tiene claro su rol en este show, deslucida por el horario y porque el estadio no llega ni a la mitad del aforo. Aquí todos saben a quién vienen a ver y con sus camisetas lo demuestran.
Media hora después es turno de Poison, y aquí la cosa cambia. ¿Quién tiene ganas de fiesta?, pregunta el speaker, mientras Rikki Rockett toma asiento a la batería y C.C DeVille sale con melena larga y sombrero de copa a tocar los primeros acordes de “Look What the Cat Dragged In”. Y ahí sale Bret Michaels, pantalón de campana con la bandera americana, camiseta sin mangas de su propio grupo y, por supuesto, la bandana roja atada a la cabeza. Con un aforo algo más lleno, Michaels da un discurso de agradecimiento entre canción y canción. A los fans, a Dios por seguir ahí (no olvidemos que sufrió una hemorragia cerebral en 2010 y le diagnosticaron cáncer de piel en 2020) y a todo el que está allí presente. Aún con esto, Michaels y el resto de la banda demuestran estar en muy buena forma. Con “Talk Dirty To Me”, canción que los encumbró como emblema del Glam Rock de los 80, el público se entrega a la picarona letra mientras Michaels reparte miradas y saludos a las primeras filas. Siguen “Fallen Angel”, “Unskinny Bop” y, para cerrar, sus dos grandes temas: “Every Rose Has Its Thorn” con el sol ya cayendo, y ese “Nothin´ But a Good Time” que profetiza todo lo que hemos ido a hacer allí. Hora y poco de espectáculo en el que Poison demuestra que se puede hacer carrera en esto de la música anteponiendo el espectáculo a la calidad. Un concierto que, a la postre, sería el mejor de los cuatro…y hubiera sido aún mejor con su versión del “Rock And Roll All Nite” de los Kiss.
Con el sol poniéndose, un descanso de media hora larga para poner a punto el escenario de los siguientes protagonistas. En el primer concierto en Atlanta, fueron los Leppard los que clausuraron, así que suponemos que en esta ocasión dejarán que sean Mötley Crüe los que cierran. Efectivamente, a eso de las ocho, Def Leppard hace su aparición.
El show empieza con “Take What You Want”, “Kick” y “Fire It Up” canciones de su nuevo disco, Diamond Star Halos. Temas que, si bien no son de lo más destacable del repertorio de Def Leppard, demuestran otro de los grandes axiomas: los británicos son insuperables en esto de hacer música. El concierto de la banda de Sheffield es mucho más sobrio que los anteriores, donde los de Joe Elliott se permiten el lujo de interpretar varias canciones en acústico, como “Have You Ever Needed Someone So Bad”. Tras cantarle el Cumpleaños Feliz a Paul McCartney y darle con “Two Steps Behind”, la ya cerrada noche da lugar a la traca final: “Switch 625” más el solo a la batería de Rick Allen. No olvidemos que Allen es conocido por ser manco, culpa de un accidente de coche ocurrido hace más de 40 años. Pues bien, sigo dándole vueltas a la velocidad de pies que posee para poder tocar su batería sin que ese pequeño gran detalle físico le limite lo más mínimo. “Hysteria”, “Pour Some Sugar On Me”, “Rock Of Ages” y “Photograph” mientras fotos de los Leppard con los fans durante sus 45 años de trayectoria cierran un show con altibajos.
Se acercan las 22h y con ello el plato fuerte, o así debería ser. Y digo “debería” porque vamos por el segundo concierto de la gira y ya ha habido un comunicado oficial de la banda que asegura que Tommy Lee, quizá el principal reclamo de la gira, tuvo que retirarse tras cinco canciones en Atlanta debido a la rotura de cuatro costillas que sufrió hace dos semanas. Que digo yo, amigo Tommy, que podías haber estado quietecito un mes antes de comenzar el tour y haberte dedicado única y exclusivamente a cortar esos bonsáis de los que tanto presumes en tus cuentas oficiales. Si a esto le añadimos el estado de salud de Mick Mars, por todos conocido, y la incertidumbre de la voz de Vince Neil, nos queda un panorama maravilloso.
A las 22h clavadas y con un escenario cambiado de principio a fin, la formación al completo –gogós incluidas- hace su aparición. Suena “Wild Side” y la cámara enfoca uno a uno hasta que aparece Tommy aporreando y la grada enloquece. Le siguen “Shout At The Devil”, “Too Fast For Love” y “Don´t Go Awat Mad (Just Go Away)”. Y Lee que se baja, abraza a Vince y se dirige al público dando exactamente el mismo speech que dio en el primer concierto y que todos hemos visto por Twitter o Instagram. Sin embargo, se agradece el esfuerzo por mostrarse igual de devastado, algo que hará en todos los conciertos que esté de baja. No olvidemos que toda la parafernalia forma parte del show que llevó a los Crüe a la cima. Tommy Clufetos, batería entre otros de Ozzy Osbourne, será el que ocupe su lugar. Y menudo pedazo de batería. De Lee no volveremos a saber nada hasta que toque “Home Sweet Home” al piano.
El sonido es horroroso, pero como he dicho hace unas líneas, sabía a lo que venía. Mick clava cada nota sin moverse del sitio; Vince hace lo que puede con su físico y su peculiar voz, que por suerte no muestra signos de flaqueza y Nikki es el alma de la banda. Sin embargo, hay que decir que, a pesar de la edad, los looks horteras, los tattoos, el show pirotécnico y las damas contoneándose en las barras americanas, los tíos siguen molando un montón. Representan esa etapa de la música para muchos ya rancia y desfasada de superficialidad desmesurada, dinero derrochado y situaciones tan legendarias como disparatadas que tan bien se retratan en “Los Trapos Sucios”, la excepcional y cruda biografía del grupo. Un libro por supuesto adaptado a edulcorada película de Netflix y que, como señala Vince antes de dar comienzo a “The Dirt (Est.1981)” la canción homónima, todos los presentes han visto.
Aún quedan cinco o seis temas cuando la gente poco a poco abandona el recinto. El sonido es injustificable y el Hard Rock Stadium está alejado de la civilización, pero nunca había visto algo así en un concierto. Aún quedan por sonar “Girls, Girls, Girls”, “Dr. Feelgood” y “Kickstart My Heart” pero parece que da igual. Como decíamos, muchos saben qué han venido a ver exactamente y lo mejor ya ha pasado.
Mi colega y yo no solo aguantamos hasta el final, sino que prácticamente somos los últimos en abandonar el estadio. Saludamos a franceses, bolivianos, neoyorquinos y a cualquiera que se precie a interactuar con nosotros. Llevamos ocho horas allí y parece que va a llover. A buenas horas. Ha sido una experiencia fascinante que por supuesto repetiremos en otra ciudad y con otros protagonistas. Pero larga vida al rock, al glam y a cualquier situación en esta vida en la que predomina la actitud por encima de cualquier cosa.
**Al término de este artículo Def Leppard se ha enfrentado a alguna que otra tormenta eléctrica que les ha impedido dar lo mejor de ellos. Poison tuvo que cancelar su concierto de Nashville debido a la hospitalización de Bret Michaels por una reacción alérgica a su medicación. Joan Jett sigue tocando más versiones que canciones propias. Tommy Lee ya se ha recuperado de su “caída por las escaleras” y ha hecho conciertos completos. Vince Neil sigue en el top del ránking de “posibles abandonos durante The Stadium Tour”.
Texto y fotos: Borja Morais