Hemos pedido a nuestros redactores y redactoras que elijan un disco que para ellos haya sido especial de la mal llamada década 2010-2019 (sí, sabemos que lo correcto sería decenio). No hemos querido fustigarlos obligándolos a escoger su disco de la década, pero sí al menos uno de ellos y que nos lo reseñen. Semanalmente, durante todo este año que sí da fin a la década, iremos desgranando esos álbumes que componen para el staff de Ruta 66 la fotografía de diez años que ya son historia. Empezamos por Xavier Valiño que se queda con Carrie & Lowell de Sufjan Stevens.
Sufjan Stevens – Carrie & Lowell (2015)
Hay una opinión extendida según la cual cuanto menos eléctrico y más acústico sea un disco, más personal será. Evidentemente, no tiene que ser siempre así, pero este álbum sí confirmaría tal aserto. Sufjan Stevens tardó cinco años en darle continuidad a The Age of Adz, su entrega más electrónica, aunque desde entonces estuvo trabajando en una banda sonora, con un ballet y editó también un disco navideño y un EP con Sisyphus. Ni rastro, por tanto, de aquellos 48 discos que le faltarían para dedicarle uno a cada Estado de los USA.
Fue una experiencia traumática, la muerte de su madre, la que le removió las ganas de componer y editar un nuevo álbum. De hecho, es su madre y su padrastro quienes posan en la portada de Carrie & Lowell en una foto ajada y le dan título con sus nombres. Buscando identificar la fuente de su miseria para aceptarla y poder pasar página, el disco da testamento del dolor de esa historia personal revivido a través de imágenes y secuencias del pasado. La conclusión es clara: vivimos en tiempo prestado, así que conviene aprovecharlo al máximo.
Para revestir estas canciones catárticas, Stevens optó por recuperar su faceta más folk y acústica. Aunque fueron grabadas en distintos lugares y con algún invitado como Lara Veirs, no se trata exactamente de maquetas, sino de documentos de un período oscuro de su vida, llegando así a su disco más honesto, más sentido y más conseguido.
Xavier Valiño