No tenía mucho de revolucionario y contracultural el ámbito del bolo: la terraza de un centro comercial, eso sí, con vistas a los barquitos del puerto y a la colina del alicantino castillo de Santa Bárbara. Los promos tienen que ofrecer originalidad o no venden el producto, así están las cosas. El medio es el mensaje, que diría McLuhan.
Unos 120 espectadores, recibidos con una degustación de un licor patrocinador, nos sentamos frente a la tarima improvisada a la espera del Perro viejo. Viejo y solo, no está claro que 29 euros sea un precio justo para un concierto-de-cantante-con-su-guitarra, aunque bueno, el que esto escribe ha pagado 133 por ver a Tom Waits, otro storyteller de sombrero similar, pero de nivel mundial y muy bien arropado por otros tres músicos en aquella ocasión.
Y es que, efectivamente, fue la habilidad como narrador (ya demostrada por Auserón en sus publicaciones y conferencias) la que más embaucó a un público veraniego, quizá demasiado entregado de antemano, obediente a las órdenes del maestro de ceremonias, que se sabía ganador antes de que empezase el juego. Y el juego consistió en 19 temazos muy bien ejecutados. No es un virtuoso de la guitarra ni falta que le hace, sus canciones no exigen prodigios instrumentales. Y su voz (Sabina pensará: “¿La conserva en formol, este Perro ladrador?”) se mantiene vigorosa seis décadas después.
Una anécdota por canción, cada una anclada a un viaje y a una fecha. Nápoles, Cuba, Tijuana, Mississippi y Nueva Orleans entre los destinos, Joe Strummer, Caetano Veloso, J.J. Cale, Compay Segundo y Louis Armstrong entre las influencias reconocidas. Y “The Misfits” (John Huston, 1960) entre las referencias cinematográficas, esa peli tan de perdedores como los personajes que pululan en sus canciones y que él se empeñó en llamar “Los inadaptados” aunque el título español es “Vidas Rebeldes”.
Esas 19 canciones estuvieron trufadas de copla y son, y es que el norte de Sudamérica y el sur de Norteamérica son su obsesión desde que dejase atrás Radio Futura. Queda clarísimo en “El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española”, su ensayo más premiado. Rimas simples y efectivas sobre la frontera, el desarraigo, la noche, el río… y el amor, claro. En los bises, raíces africanas, que también las investiga: sonaron “Reina Zulú” y “Semilla Negra”. Consecuente por tanto, riguroso, cultivado, inquieto. Perro viejo, hábil también cuando olvida una letra, embaucador experto, enamorado de la música.
Texto: Israel Gil
Foto: Sara (Infarto Film)