Carga el de Tucson con una losa de peso. Nada más y nada menos que ser el líder de Supersuckers, una de las bandas que más y mejor han celebrado ese subgénero llamado punk n’ roll. Sus excitantes grabaciones y sus flamígeros directos han hecho de ellos una banda muy apreciada en estas tierras. Por ello la mayoría de asistentes, una aceptable entrada para un lunes de julio en la ciudad condal, lo hacen movidos por ese motivo. Pocos están al caso de la trayectoria como cantante country del citado y los que sí lo estamos andábamos algo escamados por el caótico pase que ofreció hace unos años en el desaparecido bar Valhala. Mejoró el asunto en esta ocasión, Eddie se mostró mucho más profesional y centrado, inició el concierto interactuando con los asistentes pero a los escasos minutos vio que aquello se le escapaba de las manos. Animados por el buen rollo y la sorna del artista empezaron las peticiones fuera de lugar, «Breaking the Law», y alguna situación puramente Spinal Tap que le hicieron cambiar el chip y llevar el recital a buen puerto. Versiones como «Cocaine Blues» o «Carry Me Home» subieron la temperatura junto a los temas más celebrados y coreados por el personal, las lecturas en clave acústica de temazos de los supermamones. Por allí pasaron «Pretty Fucked Up», «Born With a Tail», «Supersuckers Drive-by Blues», «I Want the Drugs» o «Sleepy Vampire» cargando con el peso de un repertorio muy puntualmente aderezado con algún tema de sus cuatro discos en solitario. En definitiva, divertido espectáculo para soplarse unas cervezas con los colegas pero muy escaso en duración, sesenta minutos clavaditos, para el precio pagado por la entrada y la certeza, tras presenciarlo en dos ocasiones, que a Eddie le queda algo justito este formato de vocalista en solitario. Que se calce de nuevo el bajo y retome la electricidad. Será mejor para todos.
Manel Celeiro
Foto: Pedro Haro