¿Un disco sobre mineros, sindicatos y tragedias bajo tierra que es, a la vez, la banda sonora de una obra teatral? Pues sí. El Earle más combativo, ese que se rebeló contra la pena de muerte o la guerra de Iraq, ha vuelto a las trincheras para agitar conciencias y firmar un disco ‘’político’’ que hay que situar al lado[Leer más…]

Son tiempos de recopilatorios. Los grupos necesitan, ante esta crisis que no es que se les venga encima, sino que ya les ha caído con todo su peso, dinero para sobrevivir y para compensar el que tenían previsto ingresar con los bolos que no han podido hacer.

Raúl Bernal es un “asesino”. Ha matado a Jean Paul. Eso sí, lo ha hecho con premeditación y alevosía. Culpable en cualquier juicio que se tercie. De hecho lo hace poniendo por primera vez su nombre por delante. Para que no haya dudas.

Los de Orange County surgieron dentro del caldo de cultivo de aquel renacimiento del rock sureño acaecido durante, más o menos, la primera década del presente siglo, a cargo de un puñado de nombres que aportaban el tan necesario relevo generacional.

Autoproducida y mezclada y masterizada por Gorka Urra en el estudio de grabación Lezoti Estudioa de Oiartzun, la banda con base en Donostia, bautizada en 2012, y formada por Gorka Arranz (Líder vocal. Guitarra), Jon Arzelus (Contrabajo. Voces), Julen Maestro (Acordeón diatónico -Trikitixa-. Voces), Urbil Artola (Dobro. Voces) y José Mari Pulido (Banjo), edita esta su magnífica opera prima.

La banda nacida en The Corner Pin, un pub de Manchester, vuelve a la carga con el que podríamos considerar su segundo disco de confinamiento. El primero fue el directo Live at The Ritz, con el que intentaron amenizarnos los momentos de aburrimiento de estar encerrados en casa.

Con los tiempos tan complicados que estamos viviendo solo nos queda una cosa: aguantar la embestida y sacar fuerzas de donde a veces no las hay. Y como reza este disco, amarse mucho, también comprendernos los unos a los otros.

Venía  amenazando Michael McDermott con un disco grande, y eso es lo que ha hecho con este trabajo. Vale, es cierto que su propuesta juega en esa liga del rockero americano con tintes de cantautor que combina la canción política y social con una miradita, de vez en cuando, a su interior.

¡Hinca la rodilla, routier!: ¡vuelven los reyes australianos del psycho-weird-fat-punk-rock! Tras un respiro sabático, Link McLennan regresa a su cueva en Melbourne para encerrarse en el manicomio Meanie y como resultado defeca su mayor bombazo desde aquel debut paranoide titulado Televolution.

Soy fan de Grayson Capps. Muy fan. En mi opinión hablamos de uno de los mejores compositores norteamericanos de los últimos lustros. Pero movimientos como este los entiendo poco, más allá de intentar vender discos en época de COVID-19.