Soy fan de Grayson Capps. Muy fan. En mi opinión hablamos de uno de los mejores compositores norteamericanos de los últimos lustros. Pero movimientos como este los entiendo poco, más allá de intentar vender discos en época de COVID-19. Un objetivo este perfectamente comprensible, faltaría más, pero que, en algunas ocasiones, y en favor de la supervivencia de los músicos les está haciendo publicar discos mediocres, descartes o conciertos mal grabados que de otra manera no hubieran visto nunca la luz. Insisto, lícito, pero artísticamente discutible. Para empezar estamos ante un Grandes Éxitos, cosa que en el caso de Capps podría ser una delicia, si no fuera porque de la selección de temas se ha encargado su señora, Trina Shoemaker. Que no es que tenga mal gusto, de hecho es productora e incluso ha ganado un Grammy, pero cuya selección probablemente se aleja y mucho de la que hubiéramos hecho los fans. Ella ha optado por canciones que tienen un significado especial para su vida, y eso ha convertido el disco en una sucesión de baladas, a menudo demasiado melosas, con las que es difícil no amuermarse. Quizá es de esos discos de los que te dicen “has de encontrar el momento”, pero puestos a hacer un Greatest Hits, algo con más empaque y más ritmo lo hubiéramos agradecido. Eso sí, sigue habiendo ahí algunas canciones enormes.
Eduardo Izquierdo
