Asociados, siempre, a la alargada sobra de su amigo Keith Richards, Alan Clayton ha conseguido disco a disco marcar perfil propio. Ojo, nada rompedor ni falta que hace, lo suyo sigue siendo el riff stoniano, esa mezcla de blues húmedo, rock callejero y medios tiempos country buscando tocar la fibra. Tras una larga sequía discográfica, y tras concebir sus nuevos temas durante el parón obligatorio que supuso la maldita epidemia, reaparece en su propio sello discográfico con un álbum que no requiere la etiqueta indicando que Kiz y Ronnie Wood aparecen en él. Se han ganado a pulso su reputación de grupo excitante en directo, y ahora siguen respetando las líneas maestras que les empujaron a ponerse en marcha, pero por momentos parece estar escuchando un disco de Dogs D’Amour o los primeros Quireboys. Nada que objetar: mientras nos sigan proporcionando composiciones como «Cell Block nº 5», «Hunter’s Moon» o la bonita «Pirates Don’t Get Pensions», que sigan dando guerra.
ALFRED CRESPO