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Blues en la encrucijada: portadas para no dormir

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

Esta semana no traemos a esta sección ninguna novedad, ni reedición, ni tema de actualidad alguno. No por falta de material, que el blues no te lo acabas ni queriendo, sino por tratar de responder a una pregunta que nos acucia desde hace tiempo: ¿por qué son tan horrendas tantas portadas del género en los últimos tiempos? La cantidad de carátulas de discos de blues actuales, que parecen hechas por el diseñador gráfico de Leticia Sabater, resulta un fenómeno estético de lo más chocante.

Aquellos que se fijan en la parte gráfica de la edición musical saben muy bien que cada estilo, cada época o escena ha tenido —con las excepciones de rigor— un diseño particular asociado a ellos; muchas veces política del propio sello o compañía, otras simplemente por seguir la tónica dominante. Los títulos en letra mecanografiada o simulando recortes con fotos en b/n cargadas de grano para el punk y el hc, las imágenes desenfocadas, arabescos y paramecios para el psych y el garaje, los entornos rurales o suburbios cuquis para el alt-country, los teleñecos y los bichos con cuernos para el heavy metal cásico (con especialización por subgénero, de las vísceras en el death a los nombres-rama del black) y así podríamos seguir y seguir.

El blues, por su parte, ha esgrimido -históricamente- un tono mayormente sobrio y elegante. Espartano incluso, a veces. Y no es que la discografía al respecto nos haya legado cientos de portadas icónicas -no al menos al nivel del rock-, pero sin devanarse mucho los sesos, seguro que a muchos de ustedes le vienen a la cabeza no pocos álbumes clásicos con carátulas muy dignas, incluso atractivas: Hoodoo Man Blues, Hard Again, Blues in My Bottle, Howlin’ Mercy, The Sky is Crying, The Turning Point, The Bill Broonzy Story, Moanin’ In The Moonlight, House of the Blues, Folk Singer, Tattoo y tantos y tantos otros.

Pero de un tiempo a esta parte, como decíamos, la cosa se ha puesto fea al respecto. Discos muy correctos y alguno hasta sobresaliente vienen envueltos en portadas, cutres, repelentes y alguna hasta espeluznante. Fotos que parecen las del pasaporte, paisajes cursis hasta para una comuna new age y un festival de tipografías digno de un trabajo de sociales en tercero de primaria.

Aparquemos pues, momentáneamente, lo musical para deleitarnos con una galería de abortos estéticos, auténticos, atentados al buen gusto más elemental. Todos ellos perpetrados hace año y pico máximo, por refrendar lo dicho anteriormente y por constatar la vigencia del viejo adagio sobre la inconveniencia de juzgar un libro -disco, en nuestro caso- por su portada. En la mayoría de los casos lo que estos horrores esconden en su interior es blues más que correcto. Simplemente, hay que arrancarse primero los ojos, y luego a disfrutar.

Hurricane Dave and the Storm Chasers

Blooze Blowdown (Smoke Tone Records)

Pagaría por escuchar al que tuvo la idea, hablando con el diseñador: me vas a poner un borrico con polainas y gafas de sol soplando la armónica, y una serie de instrumentos a su alrededor, así como flotando. De fondo, un más que loable intento de recrear el efecto Coriolis con ceras y plastidecors, notable en pretecnología.

 

 

Sister Lucille

Tell the World (Blue Heart Records)

La hermana Lucille parece esa prima de la novia, jamona y poligonera, a la que intentas meter mano cuando la boda está en sus últimos estertores y el cava te sale por las orejas. Embutida en un vestido to guapo de Aliexpress y enganchada con Photoshop sobre lo que parece Times Square, el conjunto destila clase y glamour a chorrazos.

The Lucky Losers

Standin’ Pat (Vizztone Label Group)

El mundo de los crupiers y el black jack, los casinos y los tahúres, bien llevado puede dar mucho juego. Mal llevado, como es el caso, da la sensación de que has pasado por las rebajas del Funidelia a pillar los disfraces de mago y bailarina de can can. Si además te hace la foto tu cuñao en su “estudio” del garaje, triunfo asegurado.

 

 

Floyd Dixon

Fine! Fine! Thing! (Blue Heart Records)

 

El primer plano a tamaño carpeta puede funcionar muy bien si eres Nico, Françoise Hardy o Tori Amos. Si eres un negro orondo y sesentón, ya no tanto. No se puede negar que la portada expresa simpatía y espontaneidad, pero la papada y los innumerables poros y arrugas deslucen el conjunto. Y la tipografía del título, mejor para un disco de cuentos infantiles.

 

 

Mad Dog Blues

River City Roots (Autoeditado)

Me han hecho fotos en garitos tenebrosos, con un móvil de mierda, que están más enfocadas y mejor iluminadas que esta. El título en curva sobre esa especie de arco carece del más mínimo sentido de la composición. Y para redondearlo, la guinda del pastel: los cuatro pelos de la melena cana del amigo, recortados con tijeras sin punta. Barato, barato…

 

 

Lightnin’ Malcolm

Eye of the Storm (Whiskey Bayou)

 

Yo pongo las manos así y luego tú metes un efecto que mole, una bola de luz girando y tal. No me digas más… ¿y de fondo? Pues de fondo había pensado a la izquierda algo bucólico, como un estanque al atardecer con juncos y pajaricos. Y a la derecha un paisaje urbano y post apocalíptico, que exprese dualidad. Y así se gestan los despropósitos.

 

John Oliver and The Incoming Groove Band

Buried My Blues in Chicago (Autoeditado)

Estupendo muestrario de malas decisiones: una foto quemada y posando en un ángulo sin sentido, una silla que no querrían ni en la sala de espera de un ambulatorio de Liberia, unas chanclas de venir de limpiar la piscina y el perrete con cara de sácame a mear ya, so gordo. Es tan cutre todo que ni siquiera el dobro luce, que ya es difícil.

 

 

Bob Corritore & Friends

High Rise Blues (Vizztone Label Group)

 

Le das a un mono tres clases de Paint y lo dejas a su aire y te monta una portada mejor que esta. Media docena de tipografías que se dan de hostias, un uso del color digno de presentación en power point y una foto que tanto podría ser Chicago como Bellvitge. Le enchufas un “Grabaciones Originales” y directo al expositor de la gasolinera.

 

Bridget Kelly Band

Winter’s Coming (Alpha Sun)

Lo primero, si la foto no te encaja en el formato, la aprietas por los lados y si se deforma un poco tampoco se va a notar. De primero de chapuza. Si además parece que te estés haciendo un selfie, pones al maromo al fondo con pinta de estar hasta las pelotas y lo imprimes todo en un blanco y negro sin contraste alguno, ¿qué puede salir mal?

Y bueno, paramos aquí. Material hay para varias entregas más, desde luego, pero sirva esta escueta, pero representativa muestra, como ejemplo de todo aquello que no hay que hacer a la hora de ponerle portada a tu música.

Eloy Pérez

 

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