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Roger Waters – O2 Arena (Praga)

 

Foto Madrid: Salomé Sagüillo

 

Si eres de esas personas que no toleran las multitudes (amén del desorbitado precio de las entradas de los conciertos desde hace tiempo), ver a una leyenda en pantalla grande es una bonita (y cómoda) alternativa. Así, el concierto que hizo el ex Pink Floyd en Praga el pasado jueves 25 de mayo se retransmitió en directo en unas 1.500 salas de cine de una cincuentena de países (imagino que en horarios intempestivos fuera de Europa). Y en el cine Balmes de Barcelona el sonido fue es-pec-ta-cu-lar, podías distinguir los matices de cada instrumento, incluidos varios efectos pregrabados en sonido cuadrafónico (o como se llame ahora). Dudo que en la propia sala de Praga se escuchase mejor.

El concierto empezó con un mensaje escrito harto elocuente: si esperas solo clásicos de los Floyd y no soportas los comentarios de índole político de Mr. Waters, pues que te den. Pero seguramente la gente ya estaba avisada: que Waters se mete en camisa de once varas no es nada nuevo, lleva años y giras así. Y en esta ocasión nos recordó, entre otras cosas, que muchos presidentes de diversos países, teóricamente democráticos, son criminales de guerra. Incluso a mitad del concierto se emocionó defendiéndose de las acusaciones de ser antisemita, al comparar en la canción «The Powers that Be» (de su disco en solitario Radio K.A.O.S.) la muerte de Ana Frank (a manos de los nazis) con la muerte de la periodista palestina Shireen Abu Akleh (a manos de militares israelíes). Y lo de ser pro-Putin con respecto a la guerra de Ucrania, pues ya hizo en su momento unas declaraciones en la ONU para reconducir su postura más o menos equidistante. Y en esta ocasión, entre el bombardeo de imágenes denunciando el abuso de los poderosos, apareció la imagen de Putin, y no la de Zelinski, así que…

¿Hablamos ya de música? Empezó con una lúgubre versión de «Comfortably Numb», despojada aquí de las épicas guitarras de Gilmour y con unas imágenes sombrías. Pero lo bueno de la música y las letras de muchas canciones que hizo con los Floyd hace décadas es que siguen vigentes en la actualidad, apelando a problemas y emociones universales y atemporales.  Claro que mucha gente agradecería material de antes de The Dark Side of the Moon (tal y como lleva un tiempo haciendo estupendamente Nick Mason con su banda Saucerful of Secrets), pero Waters sabe que llena grandes recintos gracias a los réditos logrados con DarkWish You Were Here y The Wall. Así, tocaron “Have a Cigar” o el himno «Wish You Were Here», con referencia a Syd Barrett incluida: rememoró cuando eran adolescentes y fueron a un concierto de Gene Vincent y los Stones y después tomaron la decisión de formar un grupo. También sonaron piezas largas, como la segunda parte de «Shine on You Crazy Diamond» y «Sheep» (del disco más combativo de los Floyd, Animals), uno de los mejores momentos de la noche. Y del no menos mítico The Wall no faltaron las consabidas «Another Brick in the Wall pt II», «In the Flesh» y «Run Like Hell», con toda la parafernalia imitando simbología fascista (la de palos que le han caído por eso, ignorando que se trata de una caricatura).

De su discografía en solitario tocaron un par de piezas de su último álbum, Is this the Life We Really Want?, que sonaron mejor que en el disco, además de una estupenda versión ralentizada de “The Bravery of Being Out of Range” (de su mejor trabajo como solista, Amused to Death) y una pieza nueva, la sosegada «The Bar», con Waters al piano.  Y claro, teniendo en cuenta que estamos de celebración del 50º aniversario de The Dark Side of the Moon, en el tramo final tocaron «Money», «Us & Them», “Any Colour You Like” (bonito solo de teclado de Jon Carin), «Brain Damage» y «Eclipse», en una gran versión alargada. Los músicos en general fueron muy fieles a las canciones originales, Dave Kilminster y Jonathan Wilson apenas pudieron aportar algo de cosecha propia a algunos de los solos de guitarra. Quizás fue el saxofonista Seamus Blake el que aportó un colorido extra en varios momentos, así como las coristas Amanda Belair y Shanay Johnson. Acabaron con una soberbia “Two Suns in the Sunset” (del último disco que grabó con los Floyd, The Final Cut), la segunda parte de “The Bar” y “Outside the Wall”, un bonito colofón.

Waters sigue en bastante buena forma (aunque tampoco tuvo nunca una gran voz), pero la edad no perdona: con 79 años no sabemos si aguantará mucho tiempo más este ritmo. De momento, el viejo cascarrabias sigue dando guerra. Y, desgraciadamente, motivos no le faltan.

Texto: Jordi Planas

 

 

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