Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
No suelen aparecer muchos músicos blancos en este sección, así que los que lo hacen es porque se lo han ganado a pulso. Y uno de ellos es ya Michael Jerome Browne. Tres veces ganador del Canadian Folk Music Award, 35 veces nominados y unos cuantos premios en el Maple Blues Awards, cinco veces nominado a los premios Juno en las categorías de Roots y Blues Tradicional y admirado profundamente por gente como Eric Bibb, que lo considera uno de los grandes del blues actual.
Con una amplia trayectoria a sus espaldas, veterano de la escena, ha compartido escenario con el propio Bibb, Corin Linden o John Sebastian, y está considerado no solo uno de los grandes instrumentistas de la guitarra de 12 cuerdas en su país, Canadá (aunque él sea nacido en Indiana), sino en todo el mundo. Su música se mueve entre el góspel, el country, el soul, el cajun y, sobre todo, el blues.
El 12 de mayo llegaba el que es su último trabajo Gettin’Together, un disco muy esperado después de que en 2017 se encargara de tocar, producir y cantar en Migration Blues, disco que le supuso a su amiguete Eric Bibb una nominación al Grammy. Cargado de blues acústico, las catorce canciones de este trabajo han contado con la participación de los citados Bibb, Sebastian o Linden, pero también de Happy Traum, Harrison Kennedy o Mary Flower entre muchos otros, cosa que nos da una buena referencia de un lanzamiento que, sí o sí, encantará a los amantes de los sonidos más desnudos. Es blues blanco, sí, pero no me hagan que esto también se lo tenga que explicar. Dónde hay, hay.
Eduardo Izquierdo
