¿Una historia sobre traficantes de bebés por los que acabas sintiendo no solo empatía, sino total simpatía? Pues esa es una de las bazas de esta estupenda película rodada por el japonés Hirokazu Kore-Eda (Tokio, 1962) en Corea del Sur.
Si exceptuamos la mediocre La Verdad (su única aventura europea, rodada en Francia y con estrellas de relumbrón), resulta sorprendente el gran nivel que tiene buena parte su filmografía: “After Life” “Nadie sabe”, “Air Doll” (un increíble cruce entre “Pinocho” y “Tamaño natural”, de Berlanga), “De tal padre, tal hijo” o “Un asunto de familia” (Palma de Oro en Cannes en el 2018 y seguramente su película más redonda).
El común denominador de muchas de sus películas es ese tratamiento afectuoso hacia sus personajes, con especial atención a los niños. Y siempre sin caer en un sentimentalismo barato. Broker se acaba convirtiendo en una suerte de road-movie, con la policía pisándoles los talones a los dos traficantes, pero afortunadamente evitando los tópicos habituales de multitud de películas y series detectivescas. Además, vuelve a conjuntar muy bien elementos dramáticos con momentos más distendidos. Y siempre con esa poesía visual distintiva de Kore-Eda.
Jordi Planas