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The Hives – Teatro Eslava (Madrid)

La enésima visita de los suecos a Madrid no nos ofreció ningún caramelo en forma de presentación de nuevo disco o similares. Se trataba de engrasar un poco la maquinaria y retomar el pulso, tras un par de años extraños.

Por ello, la escasa hora de concierto, eso sí, muy intensa, devino una suerte de grandes éxitos, de esos que todo fan recibe con júbilo. Un remozado Teatro Eslava (anteriormente conocido como Joy Eslava), colgaba el cartel de «todo vendido» a semanas vista. Y con, no se sabe si retraso, dado que reinaba la confusión respecto a la hora de inicio del concierto, a las 21:30h, Chris Dangerous aporreaba sus tambores al son de «Come On».

Y así, se desataba la locura, hasta el punto de que unos cuantos tuviéramos que recogernos, apostándonos en la barra, a buen recaudo. «Main Offender», «Good Samaritan», «See through head»… Hit tras hit, el cachondo de Pelle Almqvist y su troupe, despachaban latigazos certeros, recordando, entre otros, las bonanzas del proto punk de The Sonics. Un bendito rock and roll primigenio, garajero, y absolutamente disfrutable, que conjuga de forma brillante sencillez, redondez compositiva y una energía primaria que, pese a que los años pasan, continúan defendiendo con prestancia.

 

El tramo regular del show se cerró con «Hate to say I told you so», una maravilla de canción, la cual, por cientos de veces que la hayamos escuchado, mantiene intacto su mojo, mejorando, claro está, en directo. El tiempo la colocará en el olimpo del rock and roll del presente siglo, si no lo ha hecho ya.

Y con el bis, integrado por el power-blues arrastrado y grasiento de «I’m alive» y la popular «Tick Tick Boom», llegó la versión más desatada y showman de Almqvist, por todos esperada. Un broche final tan conocido como divertido. Como disfrutable.

Pese a que van rebajando la intensidad (tienen todo el derecho), y que se puede atisbar cierta sensación de «otro día en la oficina», pueden visitarnos tantas veces como quieran, que ahí estaremos. Y parafraseando a un amigo que sabe que, a poco que se pueda, no hay que perdérselos, cabe decir que: «un día malo de ellos, le da mil patadas a muchos». Amén.

Texto: Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

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