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De menos a más: Nick Cave & The Bad Seeds

No voy a negarlo. Antes de ponerme con esto, más por curiosidad que otra cosa, fisgué por la red listados similares. Y sinceramente, no daba crédito. Obviamente siempre hay un componente subjetivo cuando se plantean gradaciones de este tipo, pero lo de alguna gente es para deportarlos a Siberia en camiseta: Ghosteen en el número 1. Henry’s Dream su álbum más flojo. From Her to Eternity por debajo de Nocturama y Skeleton Tree… ¿en serio? Una sarta de despropósitos entre lo ignorante y lo directamente analfabeto. Pero bueno, ya hace tiempo que pienso que la mayoría de críticos y buena parte de los fans de nuevo cuño (del dos mil para acá, grosso modo) del australiano congregan algunos tics que me descolocan. En especial una galopante miopía respecto a la obra de un artista -en global- y una ceguera absoluta en lo referente a la producción finisecular de Cave -en concreto-.

Una falta de perspectiva que no pretendo revertir, pero sí al menos corregir en parte, aportando un criterio basado en treinta y pico años como fan, y muchos cientos de horas como oyente (y lector) de su trabajo. Modestia aparte.

Para ello y antes de ponernos disco a disco, cabe apuntar un par de consideraciones al respecto. Lo primero y tal vez más importante es que, al contrario que muchos otros músicos, en la discografía de Nick Cave no hay un solo bodrio. Ni siquiera discos flojos o mediocres. Y aquí no hay subjetividad que valga, es puro empirismo: estos diecisiete álbumes de estudio van de lo notable (como nota mínima) a lo sobresaliente, con unas cuantas obras maestras indiscutibles en el menú. Pero incluso dentro de la excelencia se pueden establecer baremos, y a ello hemos jugado.

Por otro lado, su carrera entendida a partir de la disolución (combustión sería una palabra más adecuada) de The Birthday Party es poco menos que ejemplar en cuanto a su evolución lógica. Los altibajos cualitativos y las transiciones vitales y/o estilísticas tienen todo el sentido contempladas cronológicamente. Así que retirémonos unos pasos atrás para disfrutar de una óptica amplia, general. Y empecemos.

 

17.- KICKING AGAINST THE PRICKS (1986, Mute)

En una entrevista para Rolling Stone, en 1998, Cave decía de este disco que “nos permitió descubrir distintos elementos, hacer e interpretar con éxito una variedad de diferentes tipos de música. Creo que eso ayudó enormemente a las grabaciones posteriores”. De lo cual se colige que la idea de grabar y editar un disco de versiones tan pronto, con tan solo dos álbumes editados previamente, fue una especie de experimento, de banco de pruebas para dotar a la banda de más herramientas expresivas. Exitoso en ese sentido, pero simplemente correcto en el cómputo general, ha quedado en su catálogo como un adecuado complemento, reflejo coyuntural de algunas de sus influencias (la Velvet, Johnny Cash, el blues primigenio…). Primer álbum, por cierto, con Thomas Wydler tras los tambores.

 

16.- NOCTURAMA (2003, Mute)

El problema con Nocturama es básicamente que parece un refrito de conceptos ya tratados con anterioridad, pero sin el gancho necesario. No hay aquí prácticamente nada que moleste, pero tampoco nada que emocione demasiado, ni musical ni líricamente. Incluso el reencuentro con Nick Launay tras los controles, dos décadas después de que produjera el single «Release The Bats» de The Birthday Party, no libra del freno de mano a aquellos temas con más potencial, caso de «Bring it On» (con Chris Bailey de voz invitada). Por no hablar de los quince interminables minutos de «Babe, I’m On Fire», especie de autoparodia refrendada por el video que la acompañó, una absoluta chirigota. El nuevo milenio no parecía haberles sentado demasiado bien, y para más inri poco después de su lanzamiento Blixa Bargeld dejaba la banda.

 

15.- SKELETON TREE (2016, Bad Seed Ltd.)

En julio de 2015, durante las sesiones para su decimosexto álbum, el hijo de Cave, Arthur, falleció tras precipitarse por un acantilado en Brighton. Pese a que buena parte del disco estaba ya escrito, la tragedia provocó que algunas letras fueran modificadas para enfocar la muerte, el dolor y la pérdida sufridos. El resultado es una obra conmovedora en el fondo, pero demasiado fría en la forma. Usando a la banda como (muy) tenue colchón instrumental y saturando el disco de loops y sintetizadores, el pretendido tono ascético se diluye en un sonido ambient que solo logra tocar la fibra en momentos muy contados: Nos dijeron que nuestros dioses nos sobrevivirían / Nos dijeron que nuestros sueños nos sobrevivirían / Pero nos mintieron, canta en «Distant Sky», hermoso dueto junto a la soprano danesa Else Torp.

Un diez como (lógico y necesario) ejercicio de duelo, pero un notable justito como trabajo musical stricto sensu.

 

14.- THE GOOD SON (1990, Mute)

Los ochenta terminan y, con ellos, el artista adicto y torturado decide dar un golpe de timón. Con su primera novela, And The Ass Saw the Angel, recién publicada, se somete a un tratamiento de rehabilitación para dejar atrás malas costumbres. Una vez limpio y, de paso, enamorado de la periodista brasileña Viviane Carneiro, se muda con ella a São Paulo. Allí, en octubre de 1989, entrará en los estudios Cardan para grabar un álbum mucho menos airado que los precedentes, basado en el piano y los arreglos de cuerda. Un primer paso hacia su conversión en crooner posmoderno, todavía dubitativo, pero igualmente capaz de acuñar joyas como «The Ship Song» o «The Weeping Song», futuros clásicos en su repertorio.

 

13.- NO MORE SHALL WE PART (2001, Mute)

AlbumArtExchange.com

El álbum número once llegaría tras un silencio discográfico de cuatro años, buena parte del cual Nick empleó en volver a dejar atrás la heroína y el alcohol, demonios recurrentes durante tanto tiempo. De nuevo sobrio, entregaría una colección de canciones brillante por momentos («Love Letter», «God is In The House», «As I Sat Sadly By Her Side», «Fifteen Feet Of Pure White Snow»), excelsa en lo instrumental (toda la banda está soberbia, con Harvey y Ellis en especial estado de gracia) aunque un tanto descompensada en lo compositivo. Una buena continuación para The Boatman’s Call, al que en ningún caso supera ni de lejos.

 

12.- GHOSTEEN (2019, Ghosteen Ltd.)

“Su disco más musicalmente esotérico”. Así definía Pitchfork el hasta la fecha último disco de Cave, álbum doble que ahonda -temática y musicalmente- en lo ya expuesto en Skeleton Tree. Esto es, descarte de la narrativa convencional en favor de conceptos filosóficos y abstractos y un espectro sonoro mínimo, ajeno a guitarras, ritmos y percusiones. Los Bad Seeds, antaño monturas del Apocalipsis, de nuevo reducidos prácticamente al barbas y él mismo sentados ante las teclas, amén de diversas orquestaciones invitadas. En cualquier caso, su exacerbado melodramatismo y su existencialismo de raigambre cristiana, ejemplarizados en esa portada digna de Atalaya, consiguen que supere por bastantes cabezas a su predecesor. Dedicado a Conway Savage, fallecido en 2018.

 

11.- DIG, LAZARUS, DIG!!! (2008, Mute)

Hubo en su momento una considerable expectación por este trabajo. Precedido por una monumental obra maestra como Abattoir Blues / The Lyre Of Orpheus y por el debut homónimo de Grinderman, su proyecto (ejem) garagero junto a Ellis, Casey y Sclavunos, crítica y fans se preguntaban por dónde iba a tirar ahora. Y tiró por senda parecida, grabando un álbum intenso y urgente (menos de una semana en el estudio) y demostrando que, si quería, podía seguir dirigiendo a una de las mejores bandas de rock del mundo. Una dignísima despedida para Mick Harvey, además, que dejaría a los Bad Seeds al año siguiente.

 

10.- THE FIRSTBORN IS DEAD (1985, Mute)

Segundo envite de un grupo todavía en formación. Race sale de escena, mientras Harvey, Bargeld y Adamson acompañan al jefe en su mudanza al Berlín Occidental. Allí, en los estudios Hansa, insisten en el sonido de su debut al tiempo que Nick se sumerge todavía más en el gótico sureño, universo que le atrae y obsesiona a partes iguales. Blues, country y post punk de nuevo derrapando en las curvas y a punto de descarrilar, con la inicial «Tupelo» (libremente inspirada en el tema de John Lee Hooker del mismo título) como clásico imperecedero.

 

9.- PUSH THE SKY AWAY (2013, Bad Seed Ltd)

La marcha de Harvey, seis años después de la de Bargeld, había dejado a Nick -ahora ya sí-, sin sus dos fieles lugartenientes. La nueva entrega de los Bad Seeds –grabada en los estudios de La Fabrique en la Provenza- se dilataría pues cinco años, con Grinderman 2 (2010) de por medio; una espera rota finalmente con un álbum pausado y ligero solo en la superficie. Push the Sky Away es, pese a su aparente simpleza, un disco (in)tenso y muy, pero que muy reivindicable. El mejor de los tres trabajos entregados en la pasada década, de largo.

 

8.- HENRY’S DREAM (1992, Mute)

Entramos en zona alta ya. Por un lado saltan del barco Congo Powers y Rowland Wolf, pero por otro suben a bordo Martyn P. Casey y Conway Savage. Sangre fresca en la tripulación para un disco que continua lo iniciado en Brasil con baladas y medios tiempos incontestables («Straight to You», «Loom of the Land») mientras, por otro lado, enfoca los antiguos sermones de forma más estructurada. Los galopes de «Papa Won’t Leave You, Henry» o «I Had a Dream, Joe» abrían un abanico de posibilidades que serían exploradas (y mejoradas) en los dos siguientes álbumes.

7.- YOUR FUNERAL…MY TRIAL (1986, Mute)

El mejor disco de la primera etapa (Tender Prey aparte), sin discusión. Editado originalmente como doble EP, en él convergen todas las obsesiones de un australiano chiflado, pillado por la imaginería sureña y las imágenes bíblicas menos catequistas. Salmos renegados, pesadillas de yonki con vómito en el chaqué, la perfecta banda sonora para una feria de freaks. «Sad Waters», «The Carny», «Stranger Than Kindness», «Hard on For Love»…la hostia en verso. Puro caos en una época pasada de rosca de la que saldrían todos hechos polvo, pero más fuertes si cabe.

 

6.- MURDER BALLADS (1996, Mute)

Si alguien tenía que dedicar un disco entero a un subgénero tan ominoso como el de las baladas de asesinatos, ese era él. El crimen ya estaba implícitamente presente en su obra desde el inicio, más allá de algunas muestras explícitas en discos anteriores («I’m Gonna Kill That Woman», «The Mercy Seat», «Long Black Veil», «John Finn’s Wife», «Jangling Jack»), así que a nadie podía sorprenderle la elección. Dos duetos ya clásicos: «Henry Lee», adaptación de la clásica tonada escocesa «Young Hunting» junto a PJ Harvey y «Where the Wild Roses Grow» a medias con la petarda de Kylie Minogue, más una versión coral del Dylan ochentero -«Death Is Not the End»- para cerrar un trabajo magistral.

 

5.-FROM HER TO ETERNITY (1984, Mute)

Resacón histórico tras la fiesta de cumpleaños, el debut de los Bad Seeds presenta alineación de lujo: Harvey, Adamson, Race y un alemán –Bargeld- que se revelará fundamental para el sonido que Cave andaba buscando. Una auténtica burrada para una banda afincada en un Londres que entendía el post punk como cualquier cosa menos “eso”. Desde la inicial y deshilachada versión del «Avalanche» de Cohen hasta esa tétrica, funeraria letanía que es «A Box for Black Paul», la presentación en sociedad de Nicolás sigue sonando, a día de hoy, tan abstracta y moderna como el primer día.

4.- THE BOATMAN’S CALL (1997, Mute)

La transformación definitiva en chansonnier emocional. Místico y sombrío como siempre, un tanto cabreado con su vida amorosa, Nick celebra su cuarenta cumpleaños desenchufando a sus secuaces (entre ellos, un recién llegado Warren Ellis), sentándose al piano y entregando una obra prácticamente perfecta. «Into My Arms» y «(Are You) The One That I’ve Been Waiting For?» quedarán como insignias de esta nueva etapa enfocada mayormente -con futuras excepciones- hacia el tempo lento y el tono intimista.

 

3.- LET LOVE IN (1994, Mute)

Bronce en el podio, que sería oro en cientos de otros menos eminentes. Versión revisada y mejorada de lo planteado en Henry’s Dream, de ella saldrían varios tiros fijos en directo y futuras antologías («Loverman», «Red Right Hand»), versionados incluso por otros artistas, desde Metallica a Arctic Monkeys o Giant Sand. Trallazos punk, baladas conmovedoras («Nobody’s Baby Now», escalofríos oigan) y una pléyade de invitados de postín: Rowland S. Howard, Tex Perkins, David McComb…para un álbum que bien podría haberse titulado “amar en tiempos difíciles”. Durante la gira promocional del álbum se recluta de forma permanente al percusionista Jim Sclavunos.

 

2.- ABATTOIR BLUES / THE LYRE OF ORPHEUS (2004, Mute)

Por primera vez sin Blixa Bargeld, miembro fundador, y viniendo de un disco menor como Nocturama, las expectativas ante el nuevo disco no eran especialmente halagüeñas. Pero el viejo zorro tenía la manga a rebosar de ases y en apenas un año nos plantó en la jeta una genialidad absoluta. Harvey se encargaría de todas las guitarras y James Johnston, alma mater de Gallon Drunk, entraría para sentarse al órgano en unas sesiones que, según Nick Launay, se alargaron tan solo doce días. Tiempo récord para una obra que no es tanto un doble álbum sino, como sus títulos sugieren, dos discos distintos, diferenciando claramente sus dos facetas: cruda, abrasiva y rockera la primera, más íntima y ralentizada la segunda, ambas igualmente inspiradísimas. Uno de los mejores discos de su década, independientemente de géneros y estilos.

 

1.- TENDER PREY (1988, Mute)

Los Bad Seeds se recomponen. Kid Congo Powers, recién salido de The Gun Club, entra como guitarrista para que Harvey se haga cargo del bajo, mientras que el alemán Roland Wolf ficha como teclista en una de las mejores encarnaciones del grupo en toda su historia. Por otro lado, las drogas y los problemas derivados de ellas siguen persiguiéndolos, lo cual no es óbice para que Nick se muestre en uno de sus momentos más álgidos como compositor y letrista. Jodido y exaltado, pare una soberbia colección de canciones que son pura insalubridad, un oratorio lascivo y blasfemo en el que las sempiternas manías (crimen, sexo, religión) se escupen con un tremendismo tan elegante como cínico. «The Mercy Seat», clásico entre clásicos, será el mascarón de proa de una nave a la deriva que se mantiene a flote de milagro, pero que de algún modo consigue conjurar todos sus demonios, deformarlos y reconvertirlos en puro arte. Obra maestra absoluta.

Texto: Eloy Pérez

6 Comments

  1. Bastante de acuerdo con este ranking!

  2. Mis cojones.

  3. omaciaspereragmailcom

    Joder! Menos mal! Una lista real! Yo también alucino con las listas o los comentarios sobre sus últimos discos! No está mal lo que hace ahora Nick cave. Pero incomparable con los 90!

  4. Juan Paulo Fiori

    Jaja… muy real lo que decis de la subjetividad. Me sorprende el puesto de Skeleton (tan abajo) y Tender Pray (tan arriba).

  5. Muy buena lista; probablemente, la primera que coincide conmigo en poner a «Tender Prey» en primer lugar. Si bien «Let Love In» es para mí el álbum más redondo de su discografía, «Tender Prey» tiene algo más. Es feroz, crudo, intenso, tortuoso, está en carne viva. Tanto la música como las letras (un maremágnum de todas las obsesiones de Cave) son un fiel reflejo del punto crítico en el que se hallaba la banda y sobre todo su líder, luchando contra la peor etapa de su adicción a la heroína pero creando, simultáneamente, algunas de las mejores y más icónicas obras de toda su carrera. Aunque la banda se encuentra lejos de sus orígenes, las raíces de The Birthday Party aún no están del todo cortadas; el fantasma de joyas post-punk como «Deep In the Woods», «Jennifer’s Veil» o «Six Strings That Drew Blood» siguen planeando sobre ellos, a medida que continúan inspeccionando los oscuros rincones a los que habían llegado mediante «Your Funeral… My Trial». En el álbum laten reminiscencias del pasado y, a su vez, toma forma algo completamente nuevo, vanguardista y único; que cierra un ciclo de la banda (una etapa unida a una ciudad y un ambiente concretos), y abre las puertas a la nueva década – es un punto de inflexión. Por otro lado, es bastante variado dentro del registro en el que se mueve, está lleno de sorpresas (como el tema de cierre, al igual que luz al final de un sórdido túnel), y aunque no cuenta con una producción excelente, considero que también es un factor que juega a favor del álbum, ya que contribuye a recrear la decrépita atmósfera en la que sumerge al oyente. En «Tender Prey» los Bad Seeds aún suenan ligeramente descontrolados, y es esa brecha por la que se cuelan la espontaneidad y la turbulencia que se respira en los álbumes previos, la que otorga gran parte de su encanto al álbum. En «Let Love In», al contrario, todo está muy controlado y pulido, incluso los momentos de desenfreno – claro está que, para entonces, la banda ya había pasado por «The Good Son» (álbum con el cual probaron nuevas instrumentalizaciones y se entrenaron en baladas de corte clásico y canciones tradicionales) y «Henry’s Dream» (contando a partir de entonces con Conway Savage y Maritn P. Casey), lo cual les llevó a perfilar su sonido y a aprender a domar a la fiera para sacar un mayor partido a su potencial.

    Por otra parte, yo hubiera colocado «Your Funeral… My Trial» en tercer puesto, cerrando la santísima trinidad y «Abattoir Blues» (aquí sí discrepo bastante respecto a vuestra lista) detrás de «Dig, Lazarus, Dig!!!», nunca delante de ningún álbum entre las décadas 80 y 90 ni tampoco delante de «Push the Sky Away», que considero que es el mejor álbum que han hecho en estas últimas dos décadas.

    Y por último, me parece un crimen colocar «Kicking Against the Pricks» en último lugar; entiendo que es un álbum de temas no originales, pero prácticamente suenan como propios, porque los hacen suyos de una manera muy natural y convincente. Hay muchos de ellos que ganan versionados por la banda, como es el caso de «The Folk Singer» (que figura como «The Singer») de Johnny Cash, que parece ser un traje hecho a medida para Cave; o «Something’s Gotten Hold of My Heart» que supera con creces la versión original de Gene Pitney. La misma «Muddy Water», con la que abren el álbum de una manera soberbia, vale más que «Nocturama» entero. No quiero decir que sea «uno de los mejores álbumes» del grupo porque, a pesar de que pienso que es una pieza equilibrada y muy bien dirigida, lo considero complementario; necesita de la fuerza y el carácter propios de la personalidad lírica de Cave. Pero no creo que merezca estar en tan bajo puesto; debería valorase más la virtud interpretativa que resalta en «Kicking Against the Pricks» y olvidar que son versiones, puesto que son temas que están (valga la redundancia) versionados de una forma asombrosamente personal.

    Por lo demás, coincido completamente con vuestro criterio. Yo soy una de esas «fans de nuevo cuño» que habéis mencionado al comienzo (nací con el inicio del siglo) pero disto mucho de la opinión de mis congéneres, que parecen tener especial admiración por los trabajos de la banda a partir de la entrada de Warren Ellis, como «Abattoir Blues», «Skeleton Tree» o «Ghosteen», ya que son los más próximos a nuestros tiempos. Tampoco comulgo con los «fans de la primera ola» que desdeñan las últimas creaciones de Cave tachándolas de «bodrios infumables», porque habría que preguntarles si consideran que el material de The Birthday Party (o incluso «From Her to Eternity») es más digerible. Al fin y al cabo, los extremos se tocan, y Nick Cave es un artista que ha pasado de plasmar desde el caos más violento a la calma más absoluta a través de su música, y creo que, para oídos que se mueven en el registro intermedio, ambos resultan igualmente inaccesibles a la primera escucha.

  6. Oh, chorprecha, te gustan más los de antes, casualmente los que llevas escuchando más tiempo, casualmente los de cuando eras más joven y conectas con más vivencias, que están más ligados a ti porque vaya, es inevitable. Todo eso está muy bien, es lógico y cómo no, cada uno a su gusto. Pero que pretendas sentar cátedra, basándote en que llevas 30 años escuchándolo (no como esa gente que lo lleva escuchando desde después del 2000, cómo se les ocurre nacer tan tarde???) y pretendas también iluminarnos y decir que lo que opinen los demás es una mierda… Muy profesional no parece. Ale, seguir despotricando, saludos!

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