Rutas Inéditas

¡Malditos seáis! James McCann

James McCann es nuestro titular de hoy. Músicos malditos. Músicos de culto. Músicos a los que sólo conocen cuatro gatos. La atracción por esos artistas cuyos innegables méritos artísticos no reciben la merecida respuesta del público siempre ha estado ahí. El gusto por escarbar en discografías subterráneas y descubrir pequeños tesoros semienterrados es inherente al aficionado al rock menos acomodado.

 

Last Night I Met the Devil de James McCann en Amazon Music - Amazon.esForajido en las antípodas

Aunque la carrera de nuestro protagonista se ha desarrollado casi por entero en Australia, su apellido no engaña: James McCann es escocés, por nacimiento y linaje. En las tierras altas pasó su infancia, años de los que recuerda básicamente la radio, el «Twist and Shout» de los Beatles y pop melifluo a todas horas. Como tantos otros escoceses, su padre había emigrado a Australia en los cincuenta, casándose y pasando unos años allí antes de volver a casa. Hasta que en 1979 la familia se muda de nuevo y definitivamente, en este caso a la ciudad de Albany, cuatrocientos kilómetros al sudeste de Perth.

Con nueve añitos recién cumplidos, James se hace colega de algunos de los estudiantes que su madre, profesora de arte, traía a casa. Y será uno de estos chavales quien, desde Perth, le empezará a enviar cintas grabadas de las emisoras universitarias, al tiempo que un amigo de su hermana haría otro tanto in situ. Por los tímpanos del joven James empiezan a desfilar Syd Barrett, The Saints, The Clash, Specials, The Damned, abriéndole todo un nuevo mundo. Un rápido aprendizaje que complementa por su cuenta –informándose principalmente a través de fanzines- con otros nombres como Lime Spiders, Nick Cave, Celibate Rifles, Kryptonics, Radio Birdman o The Triffids entre otros.

La semilla estaba plantada, así que empieza a pensar en pasar de oyente a intérprete, recibiendo una acústica, una eléctrica y un ampli como regalo de su abuelo, antiguo músico de hillbilly en el Glasgow de los años 30 y 40. Con la condición, eso sí, de que aprendiera a tocar como Dios manda. Un profesor particular se encargará de ello durante largo tiempo hasta que James se considera capacitado para montar su primer grupo, al que bautiza The Swankers en honor al grupo de Steve Jones antes de los Pistols. Con ellos se foguea durante buena parte de los ochenta tocando en la escena local de Albany y alrededores, ante un público duro de cojones. De hecho en varias entrevistas ha reconocido que aquellos años, tocando para una audiencia en la que se mezclaban hippies, paletos, moteros y surfers -noches imprevisibles que podían terminar en triunfo tanto como a tortas- le curtieron a base de bien.

 

Tras una corta estancia en Europa al terminar el instituto, patrocinada por sus padres para ver si el galopín se enderezaba, regresa y se instala en Perth a finales de la década. Allí monta una nueva banda en onda Detroit, pero el ambiente de la ciudad no le convence y se larga a Sydney: “antes de irme de Perth básicamente me pasaba el día en casa, fumando hierba y probando todo tipo de afinaciones. Estaba asqueado de todas esas canciones con estructuras tradicionales, así que le di la vuelta a todo eso”. En su nueva ubicación entrará en contacto con la escena artística más inquieta del momento, inspirándole y motivando un nuevo proyecto, esta vez mucho más serio y sólido que los anteriores. Harpoon empezó como cuarteto, dando cancha a un potente sonido bluesy chirriante y desafinado, plasmado en un primer casete homónimo grabado a finales de 1993. La banda, pese a ser un proyecto en firme, se tomó un descanso poco después, tiempo que aprovechó James para unirse como vocalista a Nunchukka Superfly, la banda que habían montado Ray Ahn y Peter Black tras dejar a los Hard-Ons. Aventura efímera tras la que regresó con Harpoon en una versión remozada como septeto, incluyendo dos bajos, percusión y batería, saxo y samples: “tras ver en directo a Monroe’s Fur, lo que realmente quería era intentar hacer algo más libre, y en cierto sentido más cooperativo” explicaba tiempo después. El resultado fue que, si ya sonaban brutales con la anterior formación, ahora la avalancha sónica era demencial, una argamasa de decibelios que remitía tanto a Stooges y Hawkind como a Melvins o Lubricated Goat. Dos años más, del 95 al 97, estuvieron dando cera por toda la zona este del país, haciéndose un cierto nombre a nivel local y dejando una segunda muestra de su robustez con el CD Fork Tongued Pressed And Greasy (1997). Grabaron además un segundo álbum, dejándolo totalmente terminado, que sigue esperando en algún archivo de Melbourne que alguien se anime a editarlo. Podemos esperar sentados, me temo.

 

Fue entonces cuando tuvo que volver precipitadamente a Perth, al caer su padre y su hermana muy enfermos. No pudieron superarlo y ambos fallecieron al cabo de poco, dejando al joven músico hundido por la inesperada tragedia familiar. Tratando de salir adelante anímicamente, se acercó una noche a ver a Living Rex, la banda de un antiguo colega en la que también militaban unos tales Gareth Liddiard y Rui Pereira y se quedó anonadado ante el sonido que el primero extraía de su guitarra. Volvería a verlos unos meses después, ahora ya con Warren Hall como batería y esta vez se animó a entablar conversación con ellos, conectando con Gaz de inmediato, aunque la cosa se quedó ahí de momento. En el ínterin James se haría cargo de su propia banda, James McCann’s Germs, acompañado de Steve Gibson de los Kill Devil Hills; hasta las Navidades de 1998, momento en que todos vuelven a encontrarse. Gareth y Pereira le cuentan que tienen en mente un nuevo concepto como banda, y le invitan a unirse como segundo guitarrista a la primera formación de The Drones. Durante año y pico ensaya y actúa en directo tanto con ellos como con Gutterville Splendour Six (básicamente The Drones con el cantante de Living Rex, Maurice Flavel), hasta que –instalados en Sydney-, una serie de desavenencias termina con la banda largándose a Melbourne; Gaz le pediría poco después que se uniera a ellos de nuevo, pero una relación sentimental le mantenía unido a Sydney. Allí dará forma a una nueva banda, The Lowdorados, y se centra en componer, escribiendo un montón de material durante aquella primera mitad de la nueva década. En el repertorio de los Lowdorados se incluía el tema «This Time», canción compuesta cuando aun estaba con The Drones y que estos acabarían incluyendo en su disco Wait Long by the River and the Bodies of Your Enemies Will Float By (2005). Antes de eso, no obstante, fue cuando Liddiard contactó de nuevo con él y le presentó a Aaron Cupples, un ingeniero de sonido en cuya casa grabará unas primeras sesiones junto a los miembros de su banda, en febrero de 2004, de cara a un primer disco en solitario. Ese disco sería una realidad casi dos años más tarde, gracias a un personaje de nuevo conocido a través de Gaz: Andrew McGee.

McGee era el responsable de sellos como Shock Records y Torn and Frayed y casi de inmediato se convirtió en una especie de mentor para James. Recopilando buena parte del material de las sesiones con Cupples y añadiendo algún tema más, y con el propio Cupples más Liddiard tras los controles, el debut en solitario de McCann estaba servido. Where Was I Then ‎(2006) resultó uno de los mejores discos de ese año, y tal vez el mejor debut. Un álbum sudoroso y abrasivo que mira tanto al rock anglosajón de los setenta y ochenta como al blues y el country menos ortodoxos, con unas guitarras en su justo punto (las más distorsionadas por cortesía de Gaz como invitado, por supuesto). Canciones como «Knowing Smile», «Black Brown And Blue» o «Town’s Full Of Smoke» suponen la perfecta banda sonora para uno de esos westerns australianos ahogados en polvo y arena, y el resultado en conjunto supone un diez como una casa. Descatalogado desde hace eones, por suerte el mismo año de su edición el sello vasco Bang! Records le propuso editarlo en Europa. Pero al dejar fuera dos temas del original y cambiar el orden del track list, James pensó que ambas versiones debían tener portada y títulos distintos, con lo que el disco de Bang! pasó a llamarse Last Night I Met the Devil. Y este sí es totalmente localizable a día de hoy, y a buen precio, no lo digo por nada.

Aquellos que lo conocieron con este trabajo, lo que no esperaban es que casi de inmediato –aunque publicado dos años más tarde- grabara un segundo álbum enteramente acústico. Con apenas unos destellos de armónica y alguna distorsión muy controlada, Sweet Casualty (2008) resultó un disco de cantautor puro, mostrando su faceta menos conocida más allá de su círculo más íntimo. Por sus nueve canciones resuenan ecos evidentes de Dylan, Syd Barrett o Townes Van Zandt, pero el poso resultante, tras apenas media docena de escuchas a canciones tan inspiradas como «Ransom», «Times Ain’t Like That Any More» o «It Can Never Be, It Just Is» es el de una personalidad propia en un formato que, al menos en estudio, no volverá a tratar en el futuro.

Tras este interludio de desnudez acústica, formaría la James McCann’s Dirty Skirt Band con Jo Brockman como guitarra, Jeff Hooker al bajo y Angus Boyle tras los tambores. Con ellos pasaría buena parte de 2007 en los estudios The Empty Room de Nagambie, en varias sesiones –entre abril y septiembre- cuyos resultados tardarían de nuevo dos años en ver la luz. Mientras espera aprovecha para casarse e irse de luna de miel por Europa, a donde regresará al año siguiente con la banda, primera de varias visitas al Viejo Continente –incluyendo nuestros escenarios- a lo largo de la última década.

Selfish Gene junto a Pereira y la James McCann’s Other Band (gran nombre, coincidirán ustedes) fueron otros dos proyectos paralelos que ocuparían su tiempo por aquel entonces; nada duradero, poco más que pasatiempos antes de que finalmente saliera al mercado Bound For The Blues… (2009), un álbum que incide en su amor por el blues clásico, poniéndolo al día con ese modo tan particular que tienen los aussies de mirar hacia la música del Delta. Basculando entre el rock de guitarras marca de la casa («Sidewalk», «Cut» o el propio tema que titula el disco) y aceradas deconstrucciones del género («I Started a Fire», «No Weight», «Where Do You Go», «Smoke on The Plain») el resultado final acabó conformando uno de sus mejores trabajos hasta el día de hoy.

Editado en CD, como los anteriores, por Torn and Frayed, el sello francés Beast Records lo publicaría en 2010 en formato vinilo (con un tema menos, eso sí). Y sería ese mismo sello el que pondría en la calle un nuevo título, esta vez ya a nombre de la Dirty Skirt Band. Lost Property (2010), un miniálbum de doce pulgadas en edición limitada de quinientas copias recupera cinco out-takes de las sesiones de Bound For The Blues…, una buena oportunidad (todos los temas son magníficos) para completar uno de sus periodos creativos más fértiles.

 

Para entonces, no obstante, la Dirty Skirt ya no existía. Con nuevas ideas en mente, James reclutó nuevos músicos para formar The New Vindictives, y se pasó dos años negociando con Beast Records hasta que estos le encontraron un hueco en su agenda. La última formación de la banda -Tim Deane a la guitarra, y una sección rítmica con Kim Volkman y Helen Buckley- estaba un poco verde todavía en el momento de entrar a grabar, y la compañía no es que se gastara un dineral en el estudio precisamente; todo ello jugó a favor y en contra de James McCann and The New Vindictives (2013), porque si por un lado se echa en falta un poco más de presupuesto, y se nota que ahí faltan ensayos, por otra el sonido resultante -crudo y directo- ofrece una refrescante sensación de inmediatez.

Tras el disco, entrará en contacto con el músico y productor Dan Sullivan, con quien iniciará una colaboración profesional en su estudio que le hará aparcar la banda durante un tiempo y retirarse en buena medida de los escenarios. Varios años involucrado en distinto proyectos con Sullivan hasta que en 2016 reactiva a unos nuevos New Vindictives –solo Deane seguirá a bordo-y se saca de la manga su disco más punk; Gotta Lotta Move – Boom! (2017) es un indisimulado homenaje a todas aquellas bandas que, en su juventud, le animaron en buena medida a empuñar una guitarra. Un disco potente y acelerado que quedaba como última referencia en su particular catálogo hasta la publicación en enero de este año de un nuevo trabajo, Black Rain, de momento disponible solo en versión digital. Once canciones que enlazan directamente con su álbum acústico de 2008 y que le muestran en una espléndida, lúcida madurez.

Eloy Pérez

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