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Dead & Company, Shoreline Amphitheatre, Mountain View (California)

 

El inicio de la sexta gira de los Dead & Company no podía tener mejor escenario que el Shoreline Amphitheatre, diseñado en su día por Bill Graham y que reproduce en grandes dimensiones el logo del Steal your face de los Dead. Al campamento de rigor que acompaña a la banda con centenares de Deadheads que venden cualquier cosa legal e ilegal relacionada con la banda, encontramos a pocos metros las oficinas centrales de Google y 20.000 asistentes desfilando por la Garcia Avenue con camisetas coloridas o calavera estampada y reconocibles a distancia, algunos de ellos cargando sillas plegables, mantas y mochilas para instalarse en la zona ajardinada del fondo del escenario y disfrutar de la hierba en el mejor sentido de la palabra.

Este público convive con un grupo mucho más reducido de exhippies que llegan a la zona VIP montados en carísimos Teslas, con espacio reservado y que no sufren las colas que el resto de mortales deberemos padecer. Y es que incluso también en eso, seguramente los tiempos han cambiado como ya advertía Dylan. En todo caso no hay duda que San Francisco, a pesar de sus contradicciones, es el mejor lugar para ver un grupo que revitaliza el legado de los Dead, donde encontramos padres e hijos, fans de Mayer que han descubierto los Dead, y Deadheads de viejo y nuevo acuño que quieren poder explicar que ellos también estuvieron en esta nueva reinvención de los Dead, aunque sea sin la participación de Phil Lesh.

Repetir escenario con dos años de diferencia para ver nuevamente un doble concierto de los D&C ofrece una mejor perspectiva sobre las dudas que surge a cualquier buen aficionado de Grateful Dead ante el artefacto que des del 2015 combina tres miembros originales de la banda: los dos baterías Bill Kreutzmann y Mickey Hart, junto a Bob Weir que lidera como vocalista y guitarra la mayoría de canciones, acompañados al teclado por Jeff Chimenti que ya giraba con Weir en RatDog, Oteil Burbridge bajo de los Allman Brothers des de finales de los 90 y John Mayer, guitarrista principal y vocalista. Este último explica sin ningún pudor que descubrió a los Dead en 2011 y puede plantarse en el primer concierto con una camiseta de Mickey Mouse y americana, es decir sin renunciar ni un ápice a la imagen que uno espera del personaje en cuestión.

Y aunque no son pocos los fans acérrimos de los Dead que no aceptan con agrado la apropiación de su cancionero clásico por parte de Mayer, cabe decir que es un guitarrista extraordinario que insufla nueva energía a canciones como “Bertha” o “Morning Dew” por decir un par. Cualquiera que haya visto a Phil Lesh tocar ante unas pocas personas en su bar en San Rafael o la reciente Gira de Bob Weir con los Wolf Brothers en recintos más modestos, o asistir a cualquiera de los conciertos de las muchas bandas tributo que giran por USA como los Dark Star Orchestra aunque sean en alguno de los escenarios clásicos de San Francisco, probablemente coincida conmigo que Dead and Company es lo más cerca que estaremos de repetir parte de la magia de los míticos conciertos del Fare Thee Well en 2015 o las giras de los noventa con Jerry Garcia, y aunque incomparables con las mejores giras de los setenta y principios de los ochenta, es lo mejor que podemos ver hoy sin caer en el patetismo de muchísimas otras bandas que han pasado sus tiempos más gloriosos y simplemente tocan los hits más conocidos.

El sentimiento mayoritario de los fans es de agradecimiento por poder revivir la emoción de escuchar de nuevo “Deal”, “Uncle John Band” o “I know your rider” en condiciones veinte cinco años más tarde. En todo caso, parte de lo que ya había visto en anteriores giras de D&C, es en este inicio de gira aún más evidente, John Mayer insufla energía al resto de la banda que año tras año pierde fuelle.

Ambos conciertos de D&C repiten una estructura en dos sets donde apenas hay repeticiones más allá de las sufridas “Drums” y “Space”, momento de lucimiento de Kreutzmann y Hart, y “Playing in the Band”, inicio de la gira y final del segundo día en forma de brevísimo reprise, que es más un guiño para la mayoría de asistentes que repiten. El resto: más de treinta canciones distintas con abundantes clásicos y tocando prácticamente todas las épocas doradas de los Dead. ¿Quieres funk? Puedes bailar “Shakedown Street” ¿Enamorado de las versiones más folkies del American Beauty y Workingman’s dead? Emociónate recordando la primera vez que escuchaste “Sugar Magnolia” y “Uncle John Band” ¿Aún reivindicas los hits iniciales y el verano del amor? “Morning Dew” y “China Cat Sunflower” para ti ¿Te gustaría revivir el espíritu de la Jerry Garcia Band y sus discos en solitario? “They Love each other” del disco Reflections ¿Y si te gusta reivindicar los discos From the Mars Hotel, Wake of the flood o Terrapin Station como la piedra angular que solidifico la capacidad de los Dead para crecer disco a disco? Hubo tiempo para “Jimmy Row”, “Scarlet Begonias” o “Estimated Prophet”.

Y si como John Mayer te sedujo alguno de los últimos discos de la banda en los primeros ochenta, no falto “Lost sailor” y “Althea” que según afirma el propio Mayer fue la canción que le captó más la atención en su descubrimiento de la banda. D&C ofrece un popurrí de las distintas épocas de los Dead, pero también reivindica la tradición de la mejor música americana, y es que a las ya clásicas versiones de rock y country que han incorporado a discos y conciertos centenares de veces, como “Good Loovin” o “Big River”, acabarían el primer concierto con “The Weight” de The Band, y con el público acompañando a cada una de las estrofas cantadas por Weir, Mayer, Oteil y Jeff -tal y como hacían los Grateful Dead en las giras de los noventa- a pleno pulmón.

El primer día un setlist potente, tuvo una banda faltada de energía y es que la velocidad a la que transitan las canciones especialmente en el segundo set, están lejos de la fuerza de los conciertos de los Dead de los setenta. Las comparaciones con “Playing in the Band” por ejemplo son odiosas, aun así “Mama Tried” de Merle Haggard que debutaba en las giras de D&C– aunque Weir lleve tocándolo frecuentemente ya des de las giras de Ratdog hasta las de Wolf brothers de este año- deja un buen sabor de boca que sigue con “Casey Jones” que va acelerando de manera envolvente hasta el cierre del primer set. Todo el primer concierto tiene en Bob Weir como cantante principal, con la excepción de “Brown Eyed Women”, “It hurts me too” (que dista mucho de la interpretación clásica de Pigpen) y “Althea”. Y es que a pesar de la fuerza del bloque formado por “Estimated Prophet” seguido de “Eyes of the World”, o “The Wheel” junto a “Wharf Rat”, la banda no acaba de despegar, y es que falta ritmo y agilidad a muchas canciones, tirando más de melancolía que de buen hacer.

La siguiente noche la banda muestra más entereza, John Mayer asume mayor protagonismo con un “Bertha” contagioso, el clásico de los Young Rascals “Good Lovin” con potentes solos que nos conducen a una meliflua “They love each other”, y una versión de “Big River” revigorizante que hace mover al público con Chimenti especialmente enchufado y la expectativa de una noche más acelerada, y un Bob Weir liderando la parte final del primer set con un coreado “Tennessee Jed”, hasta llegar a una lastimera y pausada “Lost sailor” para acabar el primer set de esta segunda noche con “Saint of circumstance” en una combinación habitual de anteriores conciertos de D&C.

El segundo set tiene en Mayer de nuevo alguno de los mejores momentos con un sincopado “Jimmy Row” junto a más de diez minutos de un “Deal” acompañado de intensos solos de guitarra, y buscando en numerosas ocasiones a Chimeni en uno de los puntos álgidos de la noche. Como contrapunto un larguísimo “The other one” con “Drums/Space”, nos transportamos hasta el ocaso del concierto, con un muy bien logrado “Morning Dew” del canadiense Bonnie Dobson que aparecía en el disco debut de los Dead, vibrante en la guitarra Mayer y una voz más consistente de Weir que suenan a homenaje del lejano verano del amor de 1967 en San Francisco para finalizar con un celebrado “Uncle John Band”.

Una de las melodías más accesibles del grupo que en su ejecución indefectiblemente nos evoca juegos de voces pretéritos como los de Mydland, Weir y el insustituible Jerry Garcia de los ochenta, canciones como esta empañan cualquier actuación de los Dead sin Jerry. Cierre que no deja lugar a dudas que, aunque los primeros días son los más duros, hoy para Dead & Company las penurias quedan ya muy lejos, disfrutando de un placentero y agradecido baño de masas a 50M$ la gira. Con unas improvisaciones finales y un reprise del “Playin’in The band” se cierra el segundo concierto.

La impresión es que en ambos conciertos la banda bascula en un liderazgo moral en Weir, pero menos activo que en las primeras giras de D&C, más dubitativo en algunos momentos del bolo, y que en función del grado de protagonismo de Mayer el set se resuelve de mejor o peor manera, en un segundo plano el primer día, y en cambio con un rol más encendido en el segundo, con piezas como “Deal” readaptadas para su lucimiento es cuando la banda gana más. Y es que toda la fuerza de D&C gira alrededor de ambos, con algún momento puntual de participación activa de Oteil, pero que no puede substituir el virtuosismo de Lesh, y una capa de sonoridad Dead que Chimenti, Kreutzammn y Hart confieren al conjunto.

Ahora bien, todos los planetas que orbitaban alrededor de Jerry Garcia en el pasado con una lógica interna de la que han bebido todas las jam band, hoy nos trasladan a un conjunto más convencional, un sonido puramente Dead sin la magia que encerraba la voz de Jerry y a una velocidad más lenta que la que uno podría esperar, donde sólo en canciones como “Casey Jones” toman un pulso más intenso. John no puede sustituir a Jerry (¿y quién lo podría hacer?) pero es un guitarrista de gran talento que no pretende tocar igual las canciones más reconocidas de la banda californiana, pero a las que da nuevos espacios y sonoridades a explorar, ¿Pero es que acaso alguien esperaba perfección técnica y solos idénticos en un concierto de los Dead? John demuestra respeto y pasión, probablemente estira con su energía a trabajar más y mejor a excelentes músicos que superan los setenta años y muchos viajes en su haber.

Bob conecta de una manera intensa con el público, de manera chispeante y discontinua con el resto de la banda, y se prodiga en demostrar el buen rollo con Mayer, y es que contemplar a Weir con una camiseta de tiras con el nombre de Mayer estampado el segundo día ya ni te sorprende y es aplaudido por el público sin titubear. En todo caso no aceptar la libertad con la cual revitalizan el legado de los Dead es quizás no entender buena parte del espíritu de la música de la banda, lejos de la perfección o la aburrida repetición del mismo setlist, sus conciertos tienen algo de comunión, de exploración colectiva, sin duda girando a menos revoluciones que los mejores Dead, pero lleno de reconocimiento a su música y a una manera de entender un concierto que aun revive intensamente cuando suenan sus canciones.

Texto y fotos: X. Bravo

 

 

 

 

 

 

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