Seiscientas mil personas se agolpaban el sábado 29 de agosto de 1970 en el Festival de la Isla de Wight. Habían visto en los dos días previos a Terry Reid, Kris Kristofferson, Chicago, Procol Harum o Tony Joe White. Y aunque para el domingo estaba anunciada la presencia de Jimi Hendrix, el sábado era el día grande. No solo porque tocaban Miles Davis o The Who, sino porque lo hacía la banda más esperada del cartel. Un grupo que había dejado de hacer la mayor parte de sus conciertos por culpa del proceso judicial por obscenidad en el que se encontraba inmerso su icónico líder. Hablamos, claro está, de The Doors. Aparecieron con mal tiempo, especialmente frío, y viento. Además, Jim Morrison había exigido que no hubiera pantallas proyectando el concierto, algo que dificultaba al público ver la actuación. Por si eso no fuera suficiente, el cantante ni se movió. Como diría Ray Manzarek, “Dionisio estaba esposado”. Pero supo canalizar todos sus sentimientos hacia su interpretación vocal. Furia controlada en los músicos y descontrol furioso en su cantante. Eso es lo que transmitieron The Doors en una actuación con seis canciones completas y un medley final que ahora podemos disfrutar en un lanzamiento impecable, completado por diecisiete minutos de entrevistas con todos los miembros del grupo, excepto Jim, y su manager Bill Siddons. A la saca, ya saben.
EDUARDO IZQUIERDO