Aimee Mann era una cantante y compositora que se movía en una liga modesta, lejos de los grandes focos, tanto en su etapa con ‘Til Tuesday como posteriormente en solitario. Hasta que llegó la banda sonora de Magnolia en 1999, y su canción «Save Me» estuvo nominada al Oscar y ganó un Globo de Oro. A rebufo del éxito, su álbum Bachelor nº 2 (2000) fue el más exitoso de su carrera, pero desde entonces parecía haber vuelto a un segundo plano con diversos álbumes mediocres y algunos bandazos estilísticos. Ahora, a sus casi sesenta años, Aimee parece resignada a vivir en ese perfil medio/bajo y, libre de la presión, entrega su mejor álbum de los últimos quince años. ¿El secreto? Pues posiblemente la falta de ambición, la libertad para centrarse en lo que verdaderamente importa: las canciones. Arropada por su guitarra acústica, piano y ocasionales arreglos de cuerdas, este puñado de temas sobre depresiones, melancolías y demás baches de la vida no buscan ya una repercusión masiva, sino simplemente encoger el corazón de quien las escuche. Canciones encabezadas por «Goose Snow Cone», con sus ecos al «Lanslide» de Fleetwood Mac, una atmósfera muy presente a lo largo del disco tanto cuando es la guitarra quien acompaña a la arrulladora voz de Aimee Mann («Rollercoasters», «Philly Sinks») como cuando es el piano el instrumento principal («Good for Me», «Poor Judge»). Acogedor y triste, bello y doloroso. Como la vida misma.
FIDEL OLTRA
