Con motivo del decimoquinto aniversario, se reedita en versión digipak el que fuera el cuarto álbum de los neozelandeses. Como en los anteriores, Getaway sigue girando alrededor del eje de Velvet Underground. Es un trabajo muy cohesionado, relajado, con predominio del medio tiempo y musicalmente rico en texturas siempre dominadas por la etérea guitarra de David Kilgour. El disco abre con «Stars», cinco minutos y medio de guitarra distorsionada acompañada de una sección rítmica reducida al mínimo para no restarle protagonismo. Alternando a esta pesadilla ácida están otros momentos más líricos que inevitablemente traen a la mente a los Yo La Tengo más pulcros. Puede que intencionadamente puesto que Ira Kaplan y Georgia Hubley participan en un par de temas: «Alpine Madness» y «Circle Canyon». Pero el momento estelar del pop más radiante lo pone Robert Scott cantando «E Motel» con su privilegiada voz. Quizá en estos bruscos cambios agridulces está la grandeza de The Clean: cuando acaba un tema se genera una tensión por lo desconocido que deparará el siguiente. Solo ellos pueden condensar el pulso de los alucinados Grateful Dead y la frescura vital de The Feelies.
No es un disco ni innovador, como lo fue Unknow Country, ni trascendental, como lo fue Vehicle. Sin embargo, tampoco es el habitual trabajo de una banda de mediana edad que se recrea en lo mejor que sabe hacer. De hecho, suena tanto juvenil, sobre todo en los cortes de estructura rock, como experimental por esos paisajes de improvisación y de noise psych: un rompedor tema de seis minutos como «Aho», un lisérgico viaje al infierno con una enloquecida jam interpretada por una banda que deja de lado la partes vocales para centrarse en una hermosa música, áspera pero pegajosa, que servía para humillar a la inoperante escena indie de sus contemporáneos. El disco viene acompañado de un CD extra que incluye los ilocalizables Slush Fund y Syd’s Pink Wiring System, dos discos grabados en directo en 2001 y 2003 respectivamente y editados únicamente en su país en edición limitada, lo que eleva la cotización bursátil de este artefacto. Productos como estos son imprescindibles para que no se olvide el legado de la banda más influyente y reverenciada de Nueva Zelanda.
MANUEL BETETA