Repasamos en dos categorías lo que nos ha parecido la nueva cinta de The Beatles:
Lo mejor:
- La inteligente campaña de marketing, esa marea de posters azul cielo, y la excitante espera: no todos los días tiene uno la sensación de estar a las puertas de un acontecimiento relacionado con los Beatles
- Alguna filmación inédita de época, como la secuencia de hinchas del Liverpool en Anfield, cantando “She Loves You” en pleno partido.
- Las imágenes de Brian Epstein, su reivindicación como factótum del grupo, ejemplo de elegancia, discreción y profesionalidad.
- Coincidiendo con los créditos finales, el mensaje de felicitación navideña que los cuatro Beatles hicieron desde la radio, en su momento de mayor optimismo, todo juventud, hambre de futuro y energía positiva.
- Los 30 minutos adicionales (aunque no inéditos) con imágenes de la actuación en el Shea Stadium de Nueva York, el 15 de agosto de 1965. Siempre resulta interesante comprobar en qué consistía exactamente un pase de los Beatles: 12 canciones, cuatro de ellas versiones (de las cuales sólo diez son incluidas, tanto en la película de Ron Howard como en el documental original).
Lo peor:
- La sensación de déjà vu: ¿era necesario incluir las imágenes de siempre –George Martin en el estudio, secuencias de las pelis “A Hard Day’s Night”, “Help”, etc- especialmente cuando este documental se centraba en teoría sobre las giras?
- Muchas de las entrevistas aportaban poco, incluso las intervenciones de Elvis Costello son poco interesantes, aunque duela decirlo.
- Después del despliegue de “Anthology” (2003) parece que queda poco, muy poco más que añadir. Sorprende, en ese sentido, que Ringo Starr y Paul McCartney hicieran acto de presencia en el estreno en Londres.
Conclusión: El propio Ringo lo dice más o menos así en un momento del docu: “salíamos de gira para ganar dinero, ya que los contratos discográficos que teníamos eran infames”. Es quizá la mayor revelación de la película de Ron Howard: los conciertos de los Beatles eran la única manera que tenían de ver su trabajo remunerado. El milagro no se producía ahí sino en el estudio, donde las prodigiosas canciones de Lennon y McCartney cobraban forma y hacían posible todo lo demás. Cuando los conciertos se convirtieron en espectáculos impersonales y multitudinarios, ni siquiera el dinero fue motivación suficiente para seguir haciéndolos.
Texto: Alex F. de Castro