El recientemente editado Future Days (Caja Negra Editores, 2015), recompone la alquimia sonora germánica desde la perspectiva sociológica de la reconstrucción moral de una Alemania que, mientras hacía mutis sobre su historia reciente, fusionaba vanguardia y rock’n’roll realizando una revisitación divergente de las capacidades que ofrecían las posibilidades técnicas y electrónicas al pop. La generación kraut sobrepasaba así de nuevo los límites de su propia frontera productiva, sin crímenes contra la humanidad mediante, con un legado unánimamente considerado visionario. Una herencia preñada de ese espíritu romántico que Schiller, Goethe y Fichte, el cual, de una forma u otra seguía consagrandose en ese nuevo espíritu alemán.
David Stubbs comenzó en la difunta Melody Maker y ahora reparte estopa dialéctica en otras cabeceras como The Times, The Guardian, Wire y Uncut. Stubbs es un analista más neuronal que parrandero, pero preciso y poco dado a la elucubración masturbatoria. En esta charla cibernáutica se diserta sobre robots afroamericanos, Gramsci, Tony Blair y cómo no, alemanes.
David corrígeme si me equivoco, pero la tesis que mantienes en tu libro es el de la construcción de una nueva Alemania como una parte importante de la labor acometida por la “escena” kraut. Una nueva Alemania que mantenía un fuerte lazo con la tradición romántica alemana, yo, al igual que uno de los interpelados en el capitulo dedicado a la Neue Deutsche Welle, veo esa conexión. Por ejemplo, en esa pretensión de unir arte y vida. Por que no los veo construyendo un nuevo arte popular en el sentido Gramsciano, es decir, asequible para todo el mundo.
Estás en lo cierto respecto a lo del romanticismo. Los grupos de los que estamos hablando solo estaban haciendo una nueva música alemana en el contexto de la reciente dominación rock anglo-americana, explorando nuevas configuraciones de esos sonidos, introduciendo la electrónica o modificando ellos mismos instrumentos electrónicos para crear nuevos sonidos, creando así, algo nuevo dentro del canon rock. Un canon que no era familiar originalmente en la Alemania occidental, y que tomaba prestados elementos tanto de las tropas que tocaban blues como de los Beatles. Ahora bien, a un nivel más profundo grupos como Kraftwerk volvían a conectar con la tradición alemana previa al nazismo; la tradición de la Bauhaus en su caso, rescatando la música como un elemento funcional dentro de la vida.
Todos al mismo tiempo coincidían en promover una reformulación de las ideas del romanticismo, pero dentro de una perdida de la unidad cómo país. Un país que emocionalmente se presenta así mismo fragmentado y modernista. Eso se ve en grupos como Can o Faust ubicandose en zonas boscosas, donde el aislamiento sirve de gasolina para la creatividad, o cuando en algunas entrevistas citan la inmensidad del bosque y el retorno a una sensación de plenitud. Un bosque que es un componente muy importante en Alemania occidental, geográficamente hablando. Mientras Neu! parecen querer salir a la carretera encaramados a ese ritmo cinético y urbano. Y sí, creo que ese romanticismo estaba en el aire y era un elemento fuertemente rechazado por la posterior generación, la que se llamo Neue Deutsche Welle.
Respecto a que tuvieran la pretensión de construir un nuevo arte popular alemán, en el sentido que le daba Antonio Gramsci, lo dudo. A Faust se les dio la oportunidad de convertirse en los Beatles germanos pero optaron por crear collages de sonidos neo-dadaistas que no iban a tener ningún éxito comercial. Todos los artistas pertenecientes a lo que hemos llamado krautrock, se situaron fuera de la industria, instalandose en una posición hermética e intentando construir su música desde cero. Si aquello tuviera que haber sido popular, la gente hubiera tenido que haber crecido con ellos y abandonar sus hábitos de consumo occidentalizados. En ese sentido consiguieron algo raro, que perdura aún hoy día, son grupos de culto admirados fuera de Alemania, mientras los alemanes continúan fascinados con todo lo anglosajón.
Podemos decir que su posición política no era manifiesta, y no iba más allá de sublimarse a ellos mismo como creadores. Quizás, posteriormente grupos como DAF si que fueron más confrontativos, políticamente hablando.
Me encantan Can, Faust y Amon Düül, pero contra el criterio general, no crees que tienen fuertes influencias del canon anglosajón. Can tenían claras influencias afroamericanas, y Amon Düül británicas cómo Hawkwind y Pink Floyd, o americanas como Jefferson Airplane. ¿No crees que se ha estandarizado la visión sobre el kraut, con los periodistas repitiendo siempre el mismo mantra del sonido alemán y su ruptura con el canon pop anglo-americano?
Sí y no, el más claro ejemplo de lo que dices es Amon Düül, ciertamente influenciados por los grupos progresivos de aquella época, de Pink Floyd a Zappa. Amon Düül se consideraban parte de una escena internacional más que “krautrock”, etiqueta que ellos mismo detestaban. Aparecen especialmente en el libro, no solo por las razones obvias, son un clásico de la escena alemana, sino por que su música surgió de las comunas alternativas, y también por que eran muy conscientes de aplicarle, a las influencias que he mencionado, un fuerte componente alemán occidental.
En el caso de Can, quienes no estaban libres de influencias americanas, de hecho su interés en la Velvet Underground y minimalistas como Terry Riley es conocido, lo crucial en su sonido es que no los imitaron. Can cogieron los apuntes de sus principales ideas y empezaron de nuevo algo a partir de aquello. Lógicamente el trazo afroamericano es patente, sobre todo en su primera época, pero formalmente su combinación de todo ello representaba algo nuevo. Es cierto, puedas encontrar los trazos, pero Can solo se parecen a Can. Eran músicos de un talento asombroso, un colectivo creando un espacio común antes que compitiendo por la imposición de su ego, sus patrones rítmicos cíclicos parecen surcar los cielos y nunca tocan el suelo siguiendo el clásico patrón blues-rock.
Del libro me gusta mucho el momento en el que describes la primera vez que oíste a Faust, hay muchos más momentos en primera persona y he de decir que son un acierto. Por ejemplo, cuando llevas el disco de Faust y lo pinchas en clase. ¿Por qué no diste algo más de cancha a eso?
Jajajaja… Esa historia en la realidad fue humillante, yo quería compartir algo con mis compañeros de clase y se burlaron de mi. -Es una buena anécdota de nerd musical-. Me alegra que te gustaran, podría haber metido más anécdotas autobiográficas tipo el krautrock y yo, pero tenía miedo de que desequilibraran la narrativa y fueran aburridos. Pero voy a tener ese comentario en mente.
¿Por qué razón crees tuvo Kraftwerk un impacto tan grande en la escena electro y hip hop primigenia? Estoy hablando de Afrika Bambaataa y Model 500. Te voy a lanzar una teoría propia. Yo creo que en parte como los afroamericanos estaban acostumbrados a los trabajos más precarios, de una forma subliminal se veían conectados con los dobles robóticos de Kraftwerk. Además, la palabra robot originalmente significaba siervo.
Esa es un teoría muy interesante que no había considerado, por poner un ejemplo semejante, había una conexión parecida con Motown y las factorías de automobiles. Una de las razones para ello que intuyo, es que los afroamericanos tenían una idea más futurista de la música, y esta música era principalmente electrónica, ya que los blancos eran más conservadores y nostálgicos en sus gustos. Esto fue debido a que si eres blanco puedes mirar hacía atrás con nostalgia. Siendo negro, mirar atrás era ver; opresión, esclavitud, la lucha por los derechos civiles, el racismo… Eso te llevaba a pensar en que el futuro debería ser mejor, de ahí llegas al por qué de las ideas desarrolladas por George Clinton, Sun Ra, Jeff Mills, Bambaata etc…. y Bowie, quien tuvo una gloriosa aparición en el programa de televisión Soul Trian, y por supuesto Kraftwerk.
¿Por qué razón consideraste relevante el añadir a la Neue Deutsche Welle en tu libro? En mi opinión un acierto.
Cuando pienso en Neue Deutsche Welle me refiero a cosas como Neubauten, Daf o Der Plan, los cuales creo relevantes por qué sus formas están cercanas a la innovación/reconfiguración que planteaban los movimientos de vanguardia de comienzos del S.XX, más que un revival del rock del S.XX. Sin embargo, lo suyo era un contraste con el krautrock, su música era mucho más abrasiva y cortante, cantaban en alemán y tenían una visión brutal de la realidad y la política. Esa visión era central en la música que hacían. Representaban un avance dialéctico y consciente respecto a ciertos hechos de la Alemania de post-guerra. Su sonido era violento, una violencia intelectualmente bien dirigida, no como la de la RAF.
¿Encontraste rastros y conexiones en tu investigación entre el underground germano y francés? Hay ciertas conexiones entre el movimiento Rock In Oposition, o por ejemplo, los galeses Man, quienes compartieron escenario en varias ocasiones con Can.
Es cierto, pero el libro tiene que tener unos límites, pero es algo que me gustaría investigar en el futuro. Hubo muy buen rock de “vanguardia” en Suecia, Italia y Francia. La escena francesa merece un libro por derecho propio. Pero dudo que esa sensibilidad política que encontrabas en otros países fuera tan fuerte en los grupos alemanes, su “oposición”, digamos que tomo una forma más subliminal. En cierta manera, visto hoy en día representa una extensión del silencio de la post-guerra en Alemania occidental. Asimismo fue un silencio fértil de donde salieron discos atrevidos e imaginativos, un silencio muy constructivo para un periodo de cicatrización.
¿No ves a Dinger como uno de los perdedores en toda esta historia? Su personalidad para mi es magnética, sus contradicciones, su rabia…
Tenía mucho carácter, y sí, era alguien turbulento en lo personal, un matiz que solo disminuyo unos años antes de su muerte. Su fuerte oposición a Kraftwerk siempre me ha resultado interesante. Él toco en Kraftwerk, y siempre los desprecio por ser hijos de millonarios frente a artesanos de la clase trabajadora como él, siempre considero chatarra inservible sus invenciones. Hay un fuerte componente de dialéctica social en esa relación. Dinger estuvo adelantado a su época, sin duda alguna el punk y el post punk le deben mucho a Dinger. Rother era el pacifico, el sosegado. Es verdad que Dinger era muy contradictorio, y dudo mucho que su perorata sobre los derechos de la clase trabajadora fuera más allá de lo que le concernía a él mismo. Su ganas de ser el frontman entraba en oposición al ethos comunal del krautrock. Pero el Dingerbeat es un gran legado, como bien predijo Brian Eno.
¿Algún descubrimiento nuevo del jardín oculto del kraut? En los últimos tiempos se han revindicado prensajes privados de aquella época, y hemos visto crecer la lista de grupos asociados a ello.
No hay grandes descubrimientos, o por lo menos ninguno equivalente a la Atlántida, aun hay pequeños discos privados por descubrir, o por descubrir a cierto público, como los primeros Guru Guru, Gunter Schickert y su disco Samtvogel’s – que fue reeditado por Wha-Wha records en 2010-. Últimamente he redescubierto de nuevo ciertos trabajos de Conrad Schintzler o Ash Ra Tempel, y me siento maravillado por lo temprano de muchos de sus hallazgosos e innovaciones. Creo que mucho de los aficionados al krautrock le dan más valor a la oscuridad, a que si un disco es bueno o no. No me interesa ese juego. Siempre vuelvo a los grandes nombres e intento ponerlos en contexto, tristemente lo que consideramos grandes nombres del krautrock siguen siendo oscuros y desconocidos para el oyente medio.
(Faust)
He leído que te consideras un tipo con convicciones de izquierdas, según tu, muy de izquierdas. Como tío con cierto bagaje teórico, sin ser pedante, ¿cómo consideras a todos aquellos que dicen que hay que dejar atrás el eje izquierda derecha cómo categoría política para entrar en una nueva teoría política? He de decir, que profeso una admiración profunda por intelectuales de tu país como Perry Anderson, Terry Eagleton o David Harvey.
Pues imagínate que les diría habiéndome reafirmado en mis convicciones conforme me he hecho mayor. Acabo de publicar un libro sobre el año 1996, sobre aquello de la tercera posición y Tony Blair clamando sobre todo ello. A mi también me encantan todos los autores que citas, y votaré a Jeremy Corbyn. Creo que eso trucos retóricos están más que nada dirigidos a asentar esa idea de que no hay alternativa a lo que vivimos, y eso ayuda a configurar ese consenso de derechas o de centro como les gusta a todos denominarse. Espero que la nueva generación, la cual lo va a tener muy jodido para tener una casa o un seguro, se politicen.
Eres de una de las últimas generaciones de críticos musicales que se han podido dedicar a ello, has vivido, digamos, los cambios en la industria cultural de estas dos últimas décadas. ¿Cómo lo ves desde la perspectiva que te otorga tu trayectoria?
Aquí voy a darte mi visión absolutamente subjetiva del asunto. Yo empecé a escribir en Melody Maker en 1986, en aquel momento la música tenía un lugar, digamos que pequeño en la cultura. El post-punk había finalizado y el acid house estaba a la vuelta de la esquina. Afortunadamente en ese momento aparecían en los rankings británicos cosas como Sugarcubes, Public Enemy, Pixies, My Bloody Valentine o Young Gods que insuflaron en mi una lujuria por escribir. Para mi fue una buena época. Digamos que en los 90 llego la muerte de la narrativa rock, coincidiendo con la muerte de Cobain, al igual que había llegado la muerte de la narrativa al jazz. El brit-pop era retro, y todo lo que ha sido popular desde aquel entonces ha sido siempre neo-algo.
Todo lo interesante ha sido confinado a los márgenes, ha habido un colapso en la música popular, pero al mismo tiempo hay más publicaciones que nunca. Sigue habiendo música buena, grandes periodistas musicales, pero el gran centro ha colapsado, y todo se ha desplazado a los márgenes. David Bowie, quien ha sido tendencia en todas las redes sociales por su muerte, no prosperaría hoy en día. Es algo estructural, nadie tiene la culpa, ni tan siquiera la industria musical y sus fallos.
Estamos en el S.XXI y me encuentro mirando el mundo desde un perspectiva extraña, más bien retrospectiva, con toda la riqueza musical del mundo a un clic y una abundancia de permutaciones musicales emergiendo todos los años, pero al mismo tiempo siento una sensación de vacío, y deseando que volviera a ser 1960, 70 o 80. Pero vamos, me he pasado toda mi vida pensando que estamos a cinco minutos de la medianoche, culturalmente hablando, y probablemente estemos al mediodía. ¿Quién sabe?
Texto: Iván López Navarro