LOU REED: CATÁLOGO IRRACIONAL (Ignacio Julià)
Alternia Editorial
No es mi tarea la de diseccionar el anhelado libro que Ignacio Julià dedica, al fin, a su máximo ídolo, el amigo Lou Reed. No lo es y para ello tendrán que adquirir la versión en papel de Ruta 66 y leer la crítica que firma Rafa Cervera. Mi tarea/intento es la de poner unas cuantas palabras en orden (no siempre lo consigo) y sí, diseccionar (valga la redundancia) algunas de las sensaciones que personalmente me han llevado a querer escribir sobre ello.
Muy importante. Olvídense de los que dicen que para escribir sobre una materia y ser imparcial no se debe ser fan de la misma. Una verdadera idiotez. La única regla que puede respetarse es la de no idealizar al artista o grupo de turno. Pero, ¿ser fan? Si lo eres y te dedicas a esto de ser rock critic, cosa que Julià lleva décadas haciendo, lo único que tienes son ventajas. No solo por el conocimiento al artista, sino por el tiempo que dedicas a pensar en la materia, a poner las cosas en orden y situarte en la era.
Por otro lado, tienes tan interiorizados esos discos (aunque los capítulos sean bautizados como nombres de canciones de Lou, este es un viaje a los discos a los que pertenecen cada una de esas canciones), en la mayoría de los casos, que nadie mejor que tú, más incluso que el propio artista, sabrá de los pormenores, las miserias, y también la grandeza, que aguardan sus notas musicales y la gestación de ellas.
Obviamente, el libro abre todas las capas del caparazón hasta llegar a la persona, aunque nadie, tan siquiera Fernando Saunders o el propio Julià, llegaron a saber quién era realmente Lou. Nunca nos conocemos a nosotros mismos lo suficiente, los demás no pueden más que hacer cábalas sobre ello. Aunque ahora puedo tener una versión más cercana y puedo acercarme a entender el genio, la arrogancia, la estupidez y la filosofía vital de Reed.
¿Qué hace de este tomo que sea algo especial y no un simple ejercicio biográfico? La parábola que vincula la historia del homenajeado con la vida misma del autor. Esos pequeños detalles que uno encuentra en quien ha admirado al hacer catarsis de su propia existencia. Creo que el capitulo que narra una de las canciones de Lulu sería válido para la mayoría de nosotros (léanlo, no diré más), un fragmento en nuestra propia película que debe, fue o deberá ser vivido. Lección de vida.
Otra cosa que lo convierte en algo especial, la fuerza con la que te hace ir a la colección de discos y pinchar una y otra vez plásticos que quizás llevaban tiempo criando polvo. Para el caso, y por ejemplo, Coney Island Baby. Pero quizás mañana vuelva a Rock And Roll Heart. Tal es la adicción que quince años después de haber escuchado por última vez Sally Can’t Dance, me vuelve a parecer un buen disco. Sensaciones…
Quiero ver Catálogo Irracional como el epilogo final a la muerte de Lou. Se acabó el duelo por su desaparición, es hora de pasar página y de presenciar la obra del músico en su totalidad como una vasta enciclopedia, un momento único en una determinada era para la humanidad. Julià se ha vaciado, ha arrojado todo cuanto tenía en su interior.
Él también pasará página. Tiene los discos, los momentos vividos, los conciertos, y todo cuanto se le ocurra para volver a él cuando lo desee. Los demás nos regocijaremos con su libro y cuando lo necesitemos estará ahí para volver a disfrutar de él. Ese momento será siempre un «Perfect Day».
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Texto: Sergio Martos
Foto cabecera: Ren Guan Yi