No deja de ser sorprendente el éxito de Erik Ripley en España ya sea acompañado por una formación clásica (Wooden Shjips) o por una educida (Moon Duo). Sus conciertos siguen concitando interés y atrayendo a una cantidad razonable de público, y a sus giras no les faltan fechas. Cerca de treinta cuenta su travesía europa de 2014, que recalará en Barcelona (3 de marzo, Be Good) y Madrid (4 de marzo, Shoko Live). Desconozco los motivos por los que, siendo un grupo esencialmente rockero, y practicando un estilo de psicodelia menos atractiva para los indies que la de Tame Impala o la de The Oh sees, han conseguido mantenerse en esa línea de aprecio estable entre el público nacional, pero sí tengo claro que sus méritos, aquellos que me hacen volver a sus conciertos o escuchar con interés sus nuevos discos, a pesar de la similitud estilística entre ellos y entre las canciones que albergan, son particularmente relevantes en este tiempo.
Un promotor musical con el que andaba de charla el día que Wooden shjips actuaron por primera vez en Madrid, me decía, ante el lleno de la sala y el entusiasmo del público, que aquello era parecido a la electrónica, que había una pulsión de fondo que les emparentaba. Y sí, tenía razón: era música uniforme, repetitiva, circular, que te exige dejarte llevar y perderte en ella. La propuesta de los Shjps no es de canciones sino de sonido y no se mide por la atención que genera cada tema sino por lo lejos que te llevan. En este tiempo en el que todos tenemos a mano una montón de discos nuevos que suelen escucharse superficialmente, como si surfearas por su contenido, los Shjips te exigen justo lo contrario: no puedes disfrutarles, y especialmente en directo, si no te metes de lleno. Su música funciona circularmente, como si fuera excavando un túnel cada vez más denso y profundo: si sólo te quedas en sus fragmentos, si sólo reparas en la superficie, no te espera más que el tedio; si aceptas la propuesta, y te lanzas de cabeza a ese mundo denso, las cosas cobran un cariz totalmente nuevo. Aquí no hay levedad, sino profundidad.
Por suerte, hay varias bandas trabajando en ese terreno últimamente. Algunas están más logradas en lo formal, otras son más innovadoras, algunas simplemente repiten viejos esquemas, pero incluso en el caso de la música menos novedosa, hay algo que las une, que las recorre de forma subterránea y que las hace esenciales mucho más allá de sus logros estilísticos, cuando los hay. El concierto de Black Angels en el Purple Weekend es un buen ejemplo: una banda con referencias sonoras muy reconocibles, y por tanto de originalidad escasa, pero que ha logrado conformar una personalidad propia y realmente intensa, a partir de la persecución de lo primitivo a lo largo de cada uno de los minutos de sus shows. Por más que sus discos sean más brillantes que sus directos, hay en éstos una pulsión latente, un latido interior que te conduce a otra dimensión sonora, La actuación de los Angels, como la última de Moon Duo en España o como la primera de los Shjips, consistió en un único tema expresado en un puñado de variaciones donde las bandas partían a la búsqueda de otras conexiones sensoriales, como si hubieran abierto un espacio físico y mental que suspendiera la realidad exterior.
Estoy harto de bandas a las que puedes ir a ver, escuchar un rato y después ponerte a charlar con alguien en la barra sin perderte nada, de bandas a las que prestas atención un cuarto de hora, te despistas, y cuando regresas tienes la sensación de que nada diferente ha acontecido. Prefiero los conciertos donde las bandas me exijan atención, y me tengan la hora y pico pendiente de ellas. Quiero música que tenga profundidad, en la que pueda entrar y quedarme, que no sea una mera experiencia contingente, de esas que te encuentras en cualquier sitio, cualquier a noche. Hay demasiadas bandas irrelevantes con propuestas tejidas deprisa y que se quedan a medio camino, esas cuya resultado no está mal, pero tampoco emociona. No me interesan, prefiero aquellas que, aún en sus imperfecciones, como los Shjiips, me prometen otro tiempo y otra relación, más intensa y profunda, con la música.
En Back to land su último disco, excelentemente reseñado en el Ruta por H.G.Barnés, han apostado por congeniar la densidad de su sonido con la agilidad de las melodías rock clásicas. Hay un puñado de temas, como el que da título al álbum disco, que aislados de ese conjunto que les da sentido estarían destinados a ser hits en clubes rockeros, si es que todavía quedase algo de eso por ahí. Con este giro, quizá han querido demostrar que también pueden jugar otro juego, o quizá simplemente han pretendido mostrarse respetuosos con su herencia sentimental. El caso es que el resultado congenia sin roce ambos mundos, y no les hace perder nada de lo característico de su propuesta, lo que quizá les granjee algún seguidor más. Les vendría bien, porque su insistencia en los mismos parámetros conceptuales debería haber saturado ya a un público que exige novedades constantes y que aguanta mal la repetición cuando se trata de bandas contemporáneas. Lo peculiar en el caso de los Shjips, es que es precisamente eso lo que les ha granjeado ese pequeño y profundo espacio que habitan en la música popular contemporánea. Erik Ripley aceptó conversar con nosotros, en vísperas de esa gira que les trae por aquí, y volver una vez más sobre las cosas de siempre.
Llama la atención que hayáis firmado con Thrill Jockey. Más allá de las relaciones personales que os puedan unir, no se adivinan otros puntos de contacto. ¿Cómo fue el fichaje por la compañía?¿Hay alguna similitud con las bandas que suelen editar?
Ripley: Estamos encantados de trabajar con Thrill Jockey. Tiene un equipo que está muy pendiente de nosotros y que trabaja un montón. No creo que se pueda pedir nada más.
Este es vuestro disco menos atmosférico y el más centrado en las canciones, el más orientado a hacer temas accesibles. ¿Cómo fue el cambio?
Conforme iba escribiendo el álbum, fue interesándome más en las canciones y en la estructura, y por eso terminamos centrándonos en ello. En el pasado, y esto sigue siendo cierto, he estado más interesado en el ritmo y la textura. Así es como entiendo la música y así es como me relaciono con ella.
Os habéis mudado a Portland, una ciudad con un clima especial. ¿Os ha influido en algo el cambio de residencia?
La influencia más directa fue la del ambiente general de la ciudad, que es muy apacible. Durante la grabación del disco hicimos un montón de senderismo por el bosque y por la costa, y eso tuvo un efecto evidente en mi estado de ánimo.
Vuestro disco se llama Volver a la tierra, y lo definís como una suerte de regreso a las raíces. Me llama la atención, porque las influencias de vuestras canciones pueden ser obvias, pero no percibo nada que podamos decir que está muy enraizado musicalmente. Sonáis como una banda que podría ser de cualquier parte.
Todo el mundo tiene sus raíces, y las nuestras están principalemente en el rock clásico de los años 60 y 70. Es la música de nuestros padres, aquella que escuchábamos mientras crecíamos y la que nos inspiró para que comenzásemos a tocar. Hemos dejado que esas influencias se filtren en este álbum.
¿Cuáles son las principales diferencias conceptuales entre Wooden Shjips y Moon Duo, tu otra banda? Seguro que las hay, pero yo no las percibo, las entiendo como parte diferente de lo mismo. ¿Me equivoco? ¿Hay algo que las diferencie más allá de las obvias formas de ver las cosas de las distintas personas que las forman?
Son distintas conceptualmente, pero en gran medida las diferencias vienen por las personas que las integran. Cada uno de ellos aporta una energía diferente y eso guía la música hacia otros lugares. Puedes empezar una banda con un concepto muy concreto, pero llegados a un cierto punto se convierten en entidades vivas. Yo intento llevar las cosas hacia direcciones determinadas, que se basan en dónde estoy y en el tipo de canciones que estoy escribiendo.
La escena psicodélica americana actual es muy interesante. Grupos como Cave, Sun Araw o vosotros conformáis quizá el movimiento más interesante entre la música rock americana actual. Sois bandas que utilizáis modos distintos y muy sugerente para explorar los sonidos. En vuestro caso lo hacéis a través de la repetición de canciones que se mueven en círculos ¿Os veis como un grupo de exploración?
En muchos niveles eso es lo que hacemos. Nos veo como una banda instintiva, no profesional, en el sentido de que simplemente seguimos la música. Dejamos que ocura. Por eso sólo sonamos como nosotros mismos. No tenemos pretensiones.
Vi hace poco a los Black Angels en vivo. Me recordaron a vosotros, en el sentido de que sus canciones podían sonar distintas en vivo porque estaban permanentemente en busca de algo básico y primitivo que yace bajo la estructura de las canciones. Vuetros conciertos también van de eso, ¿no?
Somos músicos primitivos y ese es nuestro modo de funcionamiento usual. Nos gusta el rock, especialmente en un concierto que tiene lugar en un club.
¿De qué vives? ¿Cómo te ganas la vida? ¿Crees que es mejor para una banda contar con trabajos al margen de la música que permitan pagar las facturas, porque eso da más libertad o es mejor poder vivir de hacer canciones, porque eso permite estar más centrado en crear y por tanto ofrece mejores resultados formales?
Ahora vivo solo de la música, pero no es así como empecé. Creo que es más liberador tener ingresos independientes en algunos sentidos. Hacer giras, en especial, se puede convertir en una rutina.
Has tocado varias veces en España con tus dos formaciones. ¿Qué va a tener de distinto esta actuación? ¿Veremos algo nuevo?
Creo que vamos a llevar un batería nuevo para esta gira, con lo cual intentaremos cosas nuevas. Estamos muy entusiasmados con volver de gira por Europa.
Texto: Esteban Hernández
Foto: Anna Ignatenko