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Jorge Drexler ALMA Festival (Madrid)

 

“Arrancando lágrimas de emoción al cielo del Tierno Galván”

Confesaba Jorge Drexler no haberse enfrentado antes en Madrid sólo con su guitarra ante una audiencia tan numerosa como la que se dio cita para su recital en el marco del festival ALMA en el Parque Tierno Galván.

Por eso fueron varias las veces en las que buscó la complicidad y proximidad de un público que, por otra parte, necesitaba poco o ningún estímulo para devolver con cariños las canciones que le ofrecía el artista uruguayo. Y es que casi desde el primero de sus temas, “¡Oh, Algoritmo!”, se vio arropado con voces de la audiencia que le hacían los coros.

Se trataba de gestionar las distancias geométricas, algo más largas de lo habitual, para revertirlas en proximidades afectivas. Quien tampoco quiso perderse semejante comunión sentimental con el músico fue la propia climatología, pues tuvo a bien detener las tormentas que se desataron en la capital madrileña apenas unas horas antes de que diera comienzo el concierto. Además, las nubes, que se mantuvieron obstinadamente omnipresentes durante casi toda la velada, vertían de modo selectivo, más como si de lágrimas incontenidas se tratara, gotas de lluvia en los momentos de mayor intensidad emocional.

Jorge Drexler encarna la figura del cantautor de siempre, el que proviene de esa estirpe que iniciaron bardos, trovadores y juglares en el principio de los tiempos. Cantautores que vieron cómo su música sufría una transformación histórica cuando un (hijo) bastardo, Bob Dylan, tuvo la ocurrencia revolucionaria de enchufar su guitarra acústica a un amplificador cambiando todo para siempre. El uruguayo combina sin problema ambas vertientes, defendiéndose con holgura tanto en la versión acústica como apoyándose en elementos de tecnología reciente como teclados y samplers.

Su formato es el de una sola persona en el escenario, salvo cuando se hizo acompañar de Alana Sinkëy y Miryam Latrece, pero no duda en llenarlo por completo recorriéndolo de arriba abajo, subiendo a tarimas o escondiéndose tras pantallas mirando a una u otra cámara. De esta manera logra, por ejemplo, acompañar una canción tan bonita como “Eco” con una logradísima repetición, no sólo en su voz, sino en un túnel de imágenes. El resultado es ciertamente sobresaliente, aunque el precio a pagar suponga que en ocasiones, en el proceso, el técnico manejando la cámara se interponga entre el artista y el público.

Levanta sus canciones a partir de enredos entra la voz y líneas sostenidas de guitarra. Las desgrana sin precipitar sus letras y no duda en recrearse en los estribillos que a veces constan tan solo de tres palabras.

Maestro de ceremonias consumado, a pesar de confesar el parapeto que supone lo ya escrito en sus canciones más allá de cualquier otro argumento sólido, supo entretener a la audiencia explicando los pormenores detrás de muchos de los temas que interpretó. Como por ejemplo la recreación del “Nominado” con el que ha colaborado en el último disco de C Tangana o el recuerdo de cómo interpretó a capella un momento de “Al otro lado del río” al recibir el Oscar en 2005. Y es que fue así cómo decidió recuperar en su paso por el ALMA festival, tras mucho tiempo fuera de su repertorio habitual para los directos, la galardonada canción incluida en la banda sonora de la película sobre el Che Guevara.

Igualmente emotiva fue la interpretación y la historia detrás de “Bolivia”, un tema con el que agradecía al país del cono sur americano la generosidad para con los que escapan del horror nazi a finales de los años 30, como su mismo abuelo. El diálogo entablado con el público en ese momento permitió además comprobar el enorme peso en la audiencia de países latinoamericanos.

Fueron varias las menciones a compañeros, bien por estar entre el público o por la interacción con ellos. Una, repetida en un par de ocasiones, fue para Joaquín Sabina, al que le dedica “Pongamos que hablo de Martínez” en agradeciendo tanto su amistad como el papel que jugó en sus inicios, y que le sugirió en su día la composición de un tema utilizando décimas. Es ése el origen de «Milonga del moro judío” que también estuvo entre las seleccionadas por el uruguayo el otro día. Algo que sin duda apreciarían aquellos que, como yo, estamos entregados al Drexler de su álbum Eco (Warner, 2004), generosamente representado en el concierto en el ALMA madrileño, donde, de todas maneras, se pudo disfrutar sus muchas otras facetas: como la lectura del “Yo perreo sola” de Bad Bunny.

 

Texto: Tomás González Lezana

Fotos: Salomé Sagüillo

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