Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y qué blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
En 1976 el guitarrista Charles Baty (1953 – 2020) y el cantante y armonicista Rick Estrin cruzaron sus caminos para formar Little Charlie & The Nigthcats. Su habilidad técnica y su facilidad para la composición, sumada a su notable sentido del espectáculo, hicieron de ellos uno de los más cotizados nombres del circuito durante las siguientes tres décadas. Giraron sin cesar, desde los pequeños clubes de sus inicios hasta figurar con asiduidad en los carteles de los más prestigiosos festivales del género, sus discos eran una apuesta segura para los aficionados y sus conciertos una perpetua garantía de diversión, buen rollo y excelente música.
Una de sus señas de identidad, además de la versátil garganta y la armónica saltarina de Rick y la fina y pulcra tocada de Baty (su trabajo de guitarra en «Ten Years Ago» en el directo Captured Live debería ser de enseñanza obligatoria), era la considerable sorna de Estrin para teñir con un gran sentido del humor, muy negro en ocasiones, las letras, cambiando en parte las reglas del juego de la lírica del blues. Sombría y apesadumbrada en un gran porcentaje.
A principios del presente siglo, Charlie empieza a hacerse a un lado y a plantear una retirada progresiva de los escenarios. Es el momento en que, un par de años más tarde de que hiciera pública esa intención, el vocalista toma definitivamente las riendas del asunto. Un cambio de timón que no supone reinvención alguna; sigue siendo una banda versátil, que se adapta con facilidad a cualquier tempo blusero y que, a pesar de ser unos curtidos veteranos, mantienen intacta la frescura y el característico toque canalla y el desparpajo del que han hecho denominación de origen.
En este nuevo disco, fieles a su disquera de toda la vida, Alligator, demuestran que son un combo fiable al cien por cien, sea enfrentándose a clásicos, «Diamonds at Your Feet» de Muddy Waters, o dándonos sorpresas, arriesgando para adaptar autores alejados del estilo, caso de «Everybody Knows» de Leonard Cohen, así como entregando temas propios de tanta enjundia como «Somewhere Else», «911» o «Time For Me To Go». Y en el título, The Hits Keep Coming, se puede apreciar que Rick continua tan cachondo como de costumbre. Respaldado a las mil maravillas por los actuales Nightcats: Lorenzo Farrell (teclados, bajo), Derrick D-Mar Martin (batería) y Kid Andersen, un noruego que toca las seis cuerdas como si hubiera nacido en el Delta del Mississippi. No se los pierdan si pasan cerca de sus casas.
Manel Celeiro