Melodías sinuosas y electrizadas confesiones. Es lo que propone el cuarteto de Brooklyn en Frog in Boiling Water, grabación con ecos slowcore y guiños shoegaze radiografiando el presente.
Irrumpieron en 2012 con un álbum, Oshin, que condensaba una nueva escena neoyorquina de “guitarras desteñidas” alrededor del sello Captured Tracks. Tras muchas cimas extáticas y sus correspondientes bajonas, incluyendo la separación temporal de la banda, DIIIV —pronúnciese Dive— vuelven con un cuarto álbum, Frog in Boiling Water (Fantasy-Music As Usual), que hace de su líder Zachary Cole Smith ejemplo para la reencarnación shoegaze que actualmente transita por TikTok. Lo presentarán el 25 de noviembre en Sala But, Madrid, y el 26 de noviembre en Sala Apolo, Barcelona.
Hablamos con Zachary Cole Smith y el batería Ben Newman acerca de una trayectoria guadianesca y un levemente luminoso nuevo álbum cuyas aguas profundas invitan a la inmersión emocional.
Siendo de Brooklyn, ¿sientes un linaje con el rock de Nueva York, desde los Velvets hasta Parquet Courts, pasando por la escena del CBGB’s, Sonic Youth y The Strokes?
Ben Newman: Una pregunta difícil, porque, por ejemplo, Velvet Underground y Sonic Youth son para mi héroes míticos, así que no me siento parte de ese linaje, me hacen sentir un poco con el síndrome del impostor. Creo que Parquet Courts y los Strokes están más en la línea de lo que hacemos, los veo más accesibles y próximos a nosotros. Pero Nueva York es una ciudad muy grande y ha pasado mucho tiempo desde entonces.
La banda se formó como un proyecto paralelo de Zachary con su amigo de la infancia Andrew Bailey. ¿Cuándo se convirtió el proyecto paralelo en lo principal y por qué?
Zachary Cole Smith: Bueno, podría decirse que empezó como un proyecto paralelo. Yo tocaba en un grupo llamado Beach Fossils en el que no aportaba demasiado, era la banda de Dustin [Payseur]. Verle componer canciones y tocar en conciertos me enseñó mucho y me animó a hacer yo lo mismo, me inspiró a formar una banda. Así que no es que el proyecto paralelo se transformase en la banda principal.
Vuestro primer álbum, Oshin, una mezcla de indie-pop británico de los ochenta, krautrock y guitarras tuareg, ya despuntó. ¿Te sorprendió la atención y las excelentes críticas?
Zachary Cole Smith: Bueno, creo que la prensa musical enfatizó ese relativo éxito. Es difícil hacer música partiendo de que vas a mezclar indie-pop británico, krautrock y guitarras tuareg. Eran sencillamente cosas que yo escuchaba, que me interesaban en un espectro amplio, y algunos de esos elementos aparecieron en la música, lo que hizo que la prensa hiciera una especie de ingeniería inversa y los destacara. El objetivo de la banda al principio, y lleva ya doce o trece años en activo, era poder tocar en Nueva York, así que la atención que esa escena recibía nos benefició.
Vuestro segundo álbum, Is the Is Are, tiene la influencia de Sonic Youth pero suena más al pop gótico de The Cure. La siguiente gira terminó cuando Zachary tuvo que ingresar a una clínica de desintoxicación. ¿Fue la vida de la banda y sus presiones el principal motivo de las adicciones?
Zachary Cole Smith: Me parece una visión simplista decir que la presión del entorno influye en la adicción, no estoy de acuerdo. Pienso que un adicto ya nace adicto, ese es mi punto de vista. Pero, sí, estar en un grupo me daba algunas excusas a nivel personal en el sentido de que ciertos comportamientos eran aceptables. Ayudó ser capaz de trabajar y al mismo tiempo ser un adicto, algo que no sucede en cualquier otro empleo. Así que considero la pregunta presuntuosa, pues mi vida no es más importante que la de cualquier otro.
Reformados en 2018, lanzasteis un tercer álbum, Deceiver, que supone un cambio de sonido y actitud, más slowcore. ¿Es la evolución vuestro principal impulso como músicos, para nunca repetiros?
Ben Newman: No diría que el impulso principal sea ser distintos cada vez, aunque no nos gusta repetirnos. Creo que el impulso principal es crear algo que esté en línea con lo que nos interesa, con la esperanza de que resista el paso del tiempo. Y, bueno, también que no suene demasiado parecido a lo que hacen el resto de grupos.
Frog in Boiling Water surge de un proceso de cuatro años que casi rompió a la banda con tensiones personales y problemas financieros. ¿Poner la música antes que vuestros egos fue la clave para resolver el problema?
Zachary Cole Smith: Bueno, de hecho tuvimos que anteponer muchas más cosas a nuestros egos, para aprender cómo desenvolvernos en la sociedad en general. En una familia o una banda los egos pueden ser elementos muy destructivos. Así que en parte fue así, anteponer la música a todo lo demás, pero sobre todo preservar nuestra amistad, porque los egos llevan al rompimiento.
¿Cuán aleatorio fue el uso de casetes, loops, samples y sintetizadores antiguos en la realización del álbum? ¿Crearon el paisaje en el que ambientaste las canciones o simplemente el impulso para crearlas?
Ben Newman: No diría que fuese aleatorio, especialmente con los casetes pues teníamos que modular la velocidad de la cinta para que se ajustase al tono de la canción, así que fue algo bastante específico. Lo mismo con los sintetizadores, escogimos cosas concretas que queríamos para el sonido y la atmósfera de la canción.
El álbum es “una colección de instantáneas desde varios ángulos de nuestra condición moderna”. Estas canciones, ¿encontraron respuestas a nuestro doloroso presente… o simplemente produjeron más preguntas?
Zachary Cole Smith: No sé realmente si buscábamos respuestas, no queríamos hacer un álbum político ni dar un sermón, porque algunas de las soluciones, bueno, no son necesariamente realizables, ni electoralistas. Pienso que elevamos algunas preguntas, en efecto, pero lo que las une es la búsqueda de algo por lo que valga la pena vivir. Esto es lo que todos los personajes del disco están buscando o encontrando, pero en su mayoría son espejismos o empeoran la situación. No creo que encontrásemos respuestas, pero tampoco las buscábamos.
Texto: Ignacio Julià