Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
Más allá de su propia carrera discográfica, reconocible y reconocida por méritos propios, Sue Foley se ha significado siempre por su afán historiador; concretamente, por escarbar en el pasado en busca de aquellas voces femeninas que contribuyeron al blues -muchas veces luchando contra no pocos elementos- desde prácticamente sus albores. En ese sentido, en 2001 inició un proyecto llamado Guitar Woman, que incluía entrevistas a numerosas guitarristas (ella misma puede considerarse pionera, en ese sentido), numerosos artículos y un libro publicado por Alfred Music en 2010.
Una perspectiva que nunca abandonó, pero sí orilló en aras de su propia carrera y que ahora en cierto modo retoma con One Guitar Woman, un disco cuyo subtítulo –A Tribute to the Female Pioneers of Guitar– lo dice prácticamente todo. Leyendo en las notas del libreto, Foley apostilla que “las mujeres de este álbum representan algunas de las intérpretes que me han influido y que han sido mis guías a lo largo de mi carrera. Tenían un talento enorme y todos poseían un coraje y una visión que transformaron tanto sus culturas como la historia de la guitarra”. Y así, aparcando su habitual Telecaster y empuñando una acústica, la canadiense se dedicó a seleccionar temas y nombres hasta cerrar la docena que compone este nuevo e inspirador trabajo.
De Elizabeth Cotton recupera la inicial «Oh Babe It Ain’t No Lie» y «Freight Train», haciendo lo propio con Memphis Minnie («In My Girlish Days» y «Ain’t Nothing in Rambling») y con la suegra del hombre de negro, Maybelle Carter, de quien recupera «Lonesome Homesick Blues» y «Maybelle’s Guitar». No podía faltar Sister Rosetta Tharpe, obviamente, aunque Foley le rinda tributo con «My Journey to the Sky», uno de sus temas menos rimbombantes; escogido, según las mismas notas interiores, más por su lírica que por su musicalidad. Un criterio seguido también con «Motherless Child Blues» y «Last Kind Words Blues», dos de las escasísimas grabaciones que Elvie Thomas y Geeshie Wiley, madrinas del country blues, grabaron juntas en la década de los veinte.
No falta a la cita tampoco la que muchos consideran la mejor guitarrista de todos los tiempos, la francesa Ida Presti, con «Romance in A Minor», como tampoco lo hacen en el apartado -digamos- latino la tejana Lydia Mendoza, cuyo «Mal Hombre» Foley desgrana en un español de decente dicción, o nuestra leyenda de la guitarra Maria Rosario Pilar Martinez Molina Baeza, más conocida como Charo, cuya famosa «Malagueña» cierra el álbum de forma enteramente instrumental.
En resumen, un trabajo que esquiva hábilmente los habituales defectos en muchos discos de tributo, con su falta de riesgo y sus lugares comunes, para convertirse en un muy interesante tratado sobre la historia de la música, trayendo al presente unas canciones creadas por mujeres nacidas en tiempos duros y difíciles. Algunas, incluso, en el siglo XIX.
Eloy Pérez