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Blues & Ritmes (Badalona) – Eli Paperboy Reed + Sam Outlaw/Jim Laurderdale & Los Hermanos Cubero

 

Como bien dijo Guillem Vidal, actual director del festival Blues & Ritmes (junto a Jordi Pujol Nadal), sito en Badalona, lo conseguido desde 1989 parece un milagro. Y es que, desde esa lejana fecha, han pasado tantos artistas (muchos de ellos en exclusiva), que es imposible mentar ni una cuarta parte. Permítanme citar a Screamin’ Jay Hawkins y a Albert King como principales estrellas de aquella imperecedera cita del parque de Can Solei, faros de lo que vendría más tarde.

No nos entretendremos a componer una alineación de todos los invitados (nos llevaría horas), pero sí a insistir o dejar constancia de un trabajo hecho por expertos que han convertido este evento, en uno de los más consolidados y prestigiosos a nivel nacional e internacional (a Badalona no llegan soplagaitas, y eso que alguno la habrá tocado).

Se cumplen 35 años de la proeza y, como no podría ser de otro modo, los organizadores han compuesto un magnífico y ecléctico cartel (marca de la casa) que, sin estrellas mediáticas (recurso para mediocres), vuelven a demostrar su conocimiento y buen gusto en la materia. No hay tiempo que perder. Comencemos.

Viernes, 12 de abril

Doble sesión de aperitivo en el Teatre Margarida Xirgu: la conjunción del pegadizo soul de Eli Paperboy Reed contra la maestría country-rock de Sam Outlaw que estrenaba disco, Terra Cotta (2024) y lo hacía con cuatro fechas en territorio hispano. Primer sold out, pero con matices.

El concierto inaugural tiene carácter festivo y, a él, acuden multitud de badaloneses y, por supuesto, los fans a los sonidos de raíces. Por desgracia, ese lleno total se desintegró cuando apareció el brillante cantautor de Dakota. Quizá contribuyeron la hora de cenar, el desconocimiento o que la fuerza acostumbra a someter a la finura. Lo cierto es que Paperboy ganó la, supuesta, contienda en popularidad y bailoteo, sin embargo, Outlaw venció en calidad, profundidad y emoción.

Eli «Paperboy» Reed

El perseverante “soulero” norteamericano (que tituló el show como “Jamón del bueno”, referencia a las canciones interpretadas) estrujó sus cuerdas vocales desde el inicio y no dejó de hacerlo hasta el final con el tema “Explosion”, latigazo de cierre. Paperboy nunca ha sido un príncipe de la soul-music, pero sabe muy bien el terreno que pisa, conoce sus límites y siempre cumple; el público quedó encantado con la actuación. Le queda mucho mejor el soul clásico (“Am I Wasting My Time”, “Burn Me Up”, “Stake Your Claim”) que los intentos de apretar el acelerador (“Ace Of Spades”) o emular a Merle Haggard (“Mama Tried”). Destacables las interpretaciones de la preciosa “Young Girl”, “Coulda Had This” y el hit “Come And Get It”.

Le acompañó una banda solvente, aunque algo inconexa, formada por cinco músicos, entre ellos, el baterista Noah Rubin, compadre desde hace dos décadas. Correcto y profesional. Poco más.

Pasada la descarga, y tras una corta pausa, apareció Sam Outlaw, encontrándose un teatro bastante más vacío que al comienzo del anterior round. Quizá se podría haber intercambiado el orden de los protagonistas (Outlaw es bastante más pausado que “El chico de los periódicos”), aunque ese será un enigma que no podremos resolver.

El cantautor de Dakota, apoyado por conjunto de mucho fuste: Michael Dunton (guitarra), Cheyenne Medders (bajo), Curtis Nemetz (teclados) y Brian Cox (batería), se introdujo poco en la nueva grabación (sólo tocó “Terra Cotta” y “Someone Like You”), prefiriendo mirar hacia atrás a base de jugar con repertorio añejo. En él comparecieron, entre otras, “Someone Quite Like You”, “Love Her For A While”, “Ghost Town”, “Angeleno” (cortesías a Ry Cooder) o “Trouble”, auténticos temazos creados por el que puede llegar a ser el mejor relevo de los grandes clásicos del country; el perfil lo da. La nueva ola del género pisa fuerte.

En un concierto que fue de menos a más en cuanto a ritmo (acabo cantando con camiseta de tirantes), se proclamó rey de la fiesta, desafiando a los que no quisieron catar sus exquisiteces. Sam va para estrellón.

Noche preliminar saldada con notable. El día después subiría la nota con creces.

 

Sam Outlaw

 

Sábado, 13 de abril

Orgullosos y con una sonrisa de oreja a oreja, Jordi y Guillem (el Blues & Ritmes es una familia de verdad) subieron al escenario del Teatre Zorrilla (lleno a rebosar) presentando un proyecto, de creación propia que, para la insigne pareja, constituía uno de los grandes hitos (son incontables), de la historia, del que ya se puede denominar como “su festival”, a pesar de que nos cederían la propiedad con sumo placer. Reunir a Jim Lauderdale (uno de los reyes del country-bluegrass) y a nuestros amados Hermanos Cubero, en principio, podría parecer un doble mortal hacia atrás sin red, pero conociendo la categoría de los tres convidados, quizá la aventura no era tan loca como podían  presuponer en el instante en que se fraguó la idea.

Reunidos, Jim, Quique y Roberto (la marcha atrás quedó bloqueada), empezaron a moldear una obra en la que combinaron todos sus saberes.

En uno de sus iniciales contactos, Lauderdale quedó muy sorprendido por la similitud de la música española de los años 20 (sobre todo en cuestión de cuerdas) con el tipo de folk que él tan bien domina. Probablemente, ese fue el principal motivo del fulminante enamoramiento, y lo que hizo que, con pocos ensayos, el resultado fuese tan mágico y fluido.

Los Hermanos Cubero, humildes y sabios como pocos, sabían que al de North Caroline no hay quien le tosa, por eso motivo rompieron el hielo para darle entrada. Con su gracejo de marca, interpretaron “Jota para Bill Monroe” y el pasodoble “Sin dejarnos despeinar”. Si alguien creía que el folklore patrio desentonaría con clásicos tipo “Patchwork River” iba muy desencaminado. Todo rayó la perfección: sintonía única. Jim ejerciendo de padre ilusionado (“my sons”) y los hijos adoptados aportándole una frescura que resplandecía por toda su cara. Pocas veces hemos visto tanto respeto y cariño profesado entre músicos, alegría y emoción que compartieron con un teatro entregado y deslumbrado al mismo tiempo.

Como si hubieran tocado asociados toda su vida, fueron desgranando composiciones. Éxitos de los Cubero: “La Rama”, “Flor De Canciones”, “Fabricando Buenos Tiempos”, “Efímera”, “El Aire” o “Tenerte A Mi Lado”. Maravillas del amigo Jim (una persona admirable): “I’m A Song”, “Lost In The Lonesome Pines”, “That Kind Of Life (That Kind Of Day)” (dedicada a los organizadores), la inconmensurable “I Love You More” (estas dos últimas en solitario), “Change”, “King Of Broken Hearts” (homenaje a Gram Parsons y George Jones) o ese final (coreado) con “Headed For The Hills”. Incluso tuvo tiempo para promocionar ““The Long And Lonesome Letting go” (2023) ofreciendo “Ghost Of A Rose”, suficiente motivo para adquirirlo.

No les seguiremos aburriendo con títulos, aunque sirven para revivir estremecimientos y regalárselos a quienes no pudieron asistir a una performance de las que dejan marca. Sí vale la pena perpetuar lo que hicieron en comandita y que no volveremos a ver. Cruzando guitarras y mandolina (portentoso Roberto) de modo prodigioso, esculpieron la gloriosa “No Nos Despedimos” (Jim cantando estrofas en inglés), “Así Llegué a Granada” (“That’s How I Got To Memphis” para Laurderdale) o la irónica crítica de G.U.A.D.A.L.A.J.A.R.A. De hecho, este entretejido fue uno de los mayores logros de toda la reunión.

Escuchamos comentarios sobre la necesidad de una pequeña gira o de grabar el acontecimiento. Uno piensa que lo fugaz y el privilegio de haber presenciado algo insólito es impagable. Las repeticiones no mejoran ni superan el momento vivido, jamás será como la primera vez (al menos en este tipo de casos).

El Zorrilla ya tiene las firmas de Jim Lauderdale y Los Hermanos Cubero grabadas a fuego en sus paredes. Nadie lo va a borrar.

Texto: Barracuda

Fotos: Sergi Fornols

 

 

 

 

 

 

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