Encuentros

Emilia, Pardo y Bazán, pellizco de tristeza y esperanza

Tras ese “(El) mal de la juventud” (2021) que nos caló hasta los huesos, un debut que rezumaba veneno del bueno a corazón abierto, Emilia, Pardo y Bazán (Sergio Sanguino, Paula García, Ada Martínez y Pepe Sánchez), vuelven a la carga con “La fiesta que me prometiste”. Un nuevo ramillete de hits explosivos y pegadizos con el que asientan las bases de su fórmula ganadora: letras costumbristas, irónicas y afiladas que sanan y abren heridas al unísono, bajo una luminosa, ecléctica y potente orgía sonora.

Hablamos con Sergio Sanguino, cantante y letrista de la banda.

¿Cómo habéis vivido este tiempo transcurrido desde aquel sobresaliente primer asalto hasta hoy en día? ¿Qué es lo que no esperabais que fuera así y con qué os quedáis de este periplo?

Gracias por lo de “sobresaliente”, esperamos no cagarla en lo sucesivo (risas).

El primer asalto nos sirvió para medir nuestra destreza, nuestro aguante, nuestras ganas… pugilísticamente hablando. A partir de la publicación de “El mal de la juventud” hemos tratado de seguir haciendo canciones que nos gustarán, sin buscar repetir ninguna fórmula. Han pasado muchas cosas desde entonces: incertidumbre, ilusión, desesperación, incendios… Pero fundamentalmente lo hemos pasado bien y, tanto los chingazos como las caricias, han sido el germen de nuevos temas.

No esperábamos hacer un disco en un estudio. Grabar con Carlos Hernández en el Castillo Alemán fue “cosa de sueño, gozo cumplido”, que diría Santa Teresa.

Siguiendo con lo anterior, con toda la experiencia adquirida tras estos casi tres años, ¿cómo habéis afrontado la creación de este segundo largo?

Honestamente, lo hemos afrontado como una primera vez. En este caso hemos tenido más tiempo para jugar con las canciones y como banda nos conocemos más, pero aun así, cada canción nueva es abrir camino. Me gustaría decir que queríamos hacer un álbum conceptual y bla, bla, bla… Pero no, hemos hecho canciones sobre lo vivido y sobre lo que no hemos vivido, pero nos gustaría vivir, nada más.

De esa ausencia que nunca se va del todo en “Electrodomésticos”, con huracán sónico incluido, a la sentida y atmosférica “Nube Kinton”. Háblame, por favor, de estos dos primeros cortes y de ese “irse, pero quedarse” que lastra (la vida), alimenta y propulsa tan brillantemente vuestras canciones.

Ambas tienen un punto de partida similar. En el caso de “Electrodomésticos”, acaba como suelen acabar las historias tristes, pidiendo otra más, a ver si la siguiente no sabe tan amarga como la anterior… desgraciadamente eso nunca funciona.

Carlos Hernández consiguió llevar la canción a un ordenado caos que elevó la melancolía a un punto bronco y guitarrero que nos puso mucho. Pepe se curró unas guitarras que son oro bañado en oro y, al escucharla acabada, sentimos un pellizco de tristeza y esperanza que era lo que buscábamos.

“Nube Kinton” es de las que más nos emociona al tocarla en el local de ensayo.

Al componerla era, como si las imágenes vinieran a exorcizar un momento pervertido, atroz, pero a la vez bonito. La peculiaridad de “Nube Kinton” es que me parece que, cuando la historia termina, vuelve a empezar otra vez, dando cuerda a la misma obsesión. La Nube Kinton es una nube que Goku (“Bola de Dragón”) utiliza para volar cuando tiene problemas, pero sólo puede ser utilizada por los limpios de corazón. No debe ser mi caso, porque siempre que he tratado de subirme en una Nube para huir, he acabado en el suelo.

A quemarropa dos de las pistas más eufóricas y bailongas del álbum: el amor de clase obrera en “30 metros” y “Preocúpate mañana”, un canto al desencanto que hará girar a la luna del viernes como si fuera una bola de espejos…

 “Treinta Metros” la hice como una declaración de amor íntima y amable, con vocación de roneo conyugal. Pepe hizo la magia de meterle el sinte machacón y bailable, Ada se marcó un ritmo disco a la batería y, entonces, el apacible gusano se convirtió en una desbocada mariposa.

“Preocúpate Mañana” quiere ser una canción de carnaval, de este carnaval abyecto e individualista que es el día a día en un mundo tardocapitalista. Aun así, celebra la resignación y el amor con ese consuelo que tenemos la clase obrera de evitar el tedio que nos cubre, bailando.

¿Y es cierto que “Preocúpate mañana” tendrá una versión que hará sonreír y mover las caderas, allí donde esté, a nuestro añorado Battiato?

Buah! La versión en italiano fue una fantasía posible gracias a un gran amigo, mi caro Ignacio Rengel. Le pasé la canción y en media hora la tradujo. La idea nació en el estudio, con Carlos Hernández, en un relax nos pusimos a fantasear, subió la apuesta y dijo: “La hacemos en italiano pa nuestros loles”. Y así fue como, durante una tarde, nos sentimos en “un centro de gravedad permanente”.

Atisbando el ecuador, encontramos “De Rodillas”, un tema que, tanto por intensidad sonora y letra, podría haberla firmado Nacho Vegas o el Fernando Alfaro más romántico y venenoso…

 Si bien “De rodillas” tiene un aire Nacho Vegas (influencia más que notable en nuestra formación musical), la canción nació con un aire de ranchera, bebiendo del gran José Alfredo Jiménez. La demagogia amorosa que desata José Alfredo es inigualable. Al montarla se fue encaminando hacia un lugar común muy cercano a nuestro admirado Vegas, manteniendo el aire arrebatado con el que nació la canción un 1 de enero.

Ya que nombré a Nacho Vegas y a Fernando Alfaro, ¿qué discos/artistas dirías que habéis tenido presentes, consciente o inconscientemente, durante el proceso creativo de estas flamantes diez canciones?

Aquí entramos en un terreno difícil de caminar, porque cada uno venimos de influencias muy distintas y a la vez consumimos mucha música y tenemos placeres culpables que inevitablemente nos influyen.

En una misma canción hay influencias de Blur (Pepe es muy Britpopero), urbano (a todas y todos nos pone un perreo), heavy (Paula tiene un pasado metalero), Pulp (Ada se muere por versionarlos) y yo que digiero todo tipo de música. No sabemos cuál de nuestras influencias es más visible al escuchar el disco. Somos muy permeables.

La “Cara B” sigue los surcos de lo que fue y aún duele, aunque “No merece la pena”

Es una canción con una primera parte de dedicatoria directa a “….”, da igual el nombre, porque todo el mundo tiene cerca a alguien que tiene un cajón lleno de pastillas con nombres que acaban en “pam”: diazepam, lorazepam, bromazepam… yo mismo tengo ese cajón y en ocasiones siento ganas de tirarme a él como tabla de salvación. La canción transita entre esos dos caminos de búsqueda de la satisfacción a corto plazo: la automatización y el sexo.

La ruta continúa por aquel caluroso verano sureño de “Me derretía”, los cánticos de una derrota amorosa en “Qatar 2022”, y la autopista fronteriza de “Esos mensajes”, una road movie en la que por mucho que aceleremos, los sentimientos nos siguen como una inseparable sombra a flor de piel… Y para terminar, háblame del cierre, de esa tormenta onírica de distorsiones y ruidismo, del puro fuego que no se apaga y busca hasta en sueños volver a fundirse con ese cuerpo tan deseado y querido… ¿Cómo nace “No es que no quiera despertar”?

Curiosamente, es una canción que lleva con la banda desde los inicios. Teníamos que rellenar para un bolo y yo tenía ese tema que había escrito en un intento de conquista, la montamos y al principio sonaba muy sencilla, muy pequeña e íntima… A roneo de una noche de fogata, vaya. No miento si digo que Pepe, Ada y Paula se resistían a tocarla (risas).

Fue otra vez Carlos Hernández el que reinterpretó la esencia de la parte musical y le dio un giro atmosférico, a lo Jesus and Mary Chain. Nos flipó la zumbadera que consiguió generar con los pedales y ha pasado a ser uno de los temas que más disfrutamos. Los caminos de la producción son inescrutables.

Texto: David Pérez Marín

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