¿Qué diferencia un lanzamiento alimenticio de uno verdaderamente histórico? Un indicador fiable para el diagnóstico sería su trascendencia no ya en la trayectoria de la banda firmante, si no en el devenir de la escena a la que se adscribieran. Con esto en mente, vamos a intentar evaluar el alcance de este nuevo volumen suministrado por el cuerno de la abundancia ruidosa en el que ha tornado el catálogo de Sonic Youth.
En 1985, Sonic Youth se presentaban en Londres en un momento delicado para la banda: cambios de formación, sello y orientación que podían ponerlos en la primera línea de la independencia o archivarlos definitivamente en el contenedor de las buenas intenciones fallidas. Rechazados por Rough Trade —dicen que a causa de la portada del maxi «Flower/Halloween»—, los astros se les alinearon cuando Lydia Lunch pasó una casete con parte del material aquí contenido a Paul Smith, manager de Throbbing Gristle y Wire entre otros y, a la sazón, fundador de Blast First, empresa expresamente concebida para la distribución en Europa del trabajo de SY y, ya que estaban, del de Big Black, Dinosaur Jr. o Butthole Surfers.
Luego, Smith publicó esta impía eyección de furia y caos escénico que nos ocupa sin contar con el permiso de la banda, osadía de legalidad cuestionable que provocó una fulminante retirada del mercado y, en consecuencia, que las copias originales que evitaron la destrucción alcanzasen cotizaciones de pornografía contable. Así pues, el atributo “histórico” está justificado. FERMÍN GARCÍA
