Con Marc nunca sabes a qué te vas a enfrentar. Esta vez tocó el del profesor chiflado centrado en su zona de confort y ataviado con bambas Gucci de diseño, sentado de lado entre el atril lleno de partituras maltrechas y el amplificador, con paquetes de cuerdas de repuesto esparcidas por el suelo.
Como ver a un Robert Fripp desaliñado y poco ordenado. Vino en formato trío, acompañado de un contrabajista y un baterista de altos vuelos. Pusieron los nervios de punta a los que esperaban algo más tradicional, pero alucinaron a quienes sienten que un concierto debe ser una experiencia irracional y sin guión: puro avant garde.
Hubo momentos en que guitarra y contrabajo tejían en diferente dirección, tocando en tonalidades diferentes, mientras que el batería redoblaba y añadía texturas que daban cohesión al enjambre de sonidos, pero llegaba un punto en el que todos acertaban a llegar a buen puerto, encumbrando un momento de musicalidad alucinante y siempre sorprendente.
¿Estaba ensayado? Bueno, al menos los retornos los debían tener concertados de primera mano, porque no es que Marc sea el tipo, el líder de grupo, más expresivo del planeta. Hubo algo de pausa y belleza, cuando el guitarrista se enzarzaba en los ligados más atmosféricos a lo Wes Montgomery. Pero luego se encerraban en una jam espacial con él improvisando riffs de Chuck Berry y el contrabajista metido en su nube de notas y escalas infrahumanas y todo volvía a «su» normalidad. Genio y figura, Marc Ribot.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Sergi Fornols
Excelente concierto, música transportadora.
Tengo el gustazo de haberme apropiado de una de las partituras que Marc fue tirando por el suelo.